Luis Ugalde, s.j. 19 de noviembre de 2022
No
tenemos otra alternativa que producir un nuevo país, agigantando nuestras
capacidades humanas y su productividad. Para ello hay que potenciar al máximo
la educación. Nuestros reflejos condicionados en un primer impulso nos llevan a
reclamar al Estado petrolero que nos resuelva. Aunque lo sabemos, nos cuesta
admitir que ese Estado está en ruinas y es un lastre pesado, más que una
solución. Ante esa incapacidad no queda más camino que ponernos a valer como
sociedad civil, en sus diversos componentes; de manera descentralizada y desde
la cotidianidad y las necesidades sentidas primarias. Desde ahí
recrear un Estado nacional más pequeño, eficiente y descentralizado, en una
sociedad movilizada y articulada en decenas de miles de cuerpos intermedios.
Educación
para hacer más con menos
Con el Estado en ruinas la sociedad venezolana tiene que remover sus escombros y construir una nueva realidad donde la productividad no sea una mala palabra neoliberal –como denunció Chávez– sino el motor básico para la resurrección nacional. Hacer más con menos suena a milagro, pero es posible e indispensable, con una profunda transformación escolar y cultural.
Sociedad
civil educadora y renacer de la escuela
Es
inútil llamar a la puerta del “Estado docente”, y su cuasi monopolio con gruesa
billetera, pues ya no existe. Ahorrémonos esa frustración. Hoy 30 % de los
niños y jóvenes no acude a la escuela y la mayoría de los que están sobreviven
en estado de postración.
La
educación de los niños nacerá de nuevo en la medida en que renazcamos los
adultos como productores de educación en una sociedad civil que recrea en la
escuela una nueva sinergia entre familia, educadores, nuevo Estado, empresas,
apoyándose y exigiéndose mutuamente. Todo partiendo de la post-petrolera
convicción de que la riqueza del país no es el oro, ni la plata, ni el
petróleo, sino las poco desarrolladas habilidades y capacidades del venezolano.
De
manera obsesiva y movilizadora debemos actuar como se hizo con éxito en las
campañas de vacunación, y en la guerra contra el paludismo, cuando la nación se
convenció de que erradicar esos males era cuestión de vida o muerte y ese fue
el motor de políticas públicas exitosas. Ningún niño ni joven fuera de la
escuela, ha de ser la primera convicción y decisión de cada integrante de
alrededor de dos millones de familias que componen los diez millones de niños
que cursan, desde el preescolar hasta el fin de la educación media. Son esas
familias las que han de lamentar que cientos de miles de educadores de sus
hijos hayan tenido que abandonar la escuela porque su sueldo no les alcanza ni
para la comida. Volver a encontrarse el niño y su familia con el educador en la
ruinosa escuela y juntos atraer la mirada de los que están en el Ministerio de
Educación y de toda la sociedad.
Educación,
empresarios y políticos
En ese
encuentro de indigencia se han de reconocer unos y otros, cada uno con su
insuficiencia y descubrir el crecimiento de las propias potencialidades en
alianza con el otro. Tienen que descubrir también que la empresa productora
grande o pequeña es imprescindible en la escuela para que esta funcione, e
incluso, se reoriente todo el sistema educativo con un nuevo sentido
productivo. Los empresarios necesitan descubrir la urgencia de la escuela
renacida para elevar la productividad.
Es
inútil desear y pedir una nueva Venezuela si no somos capaces de producirla
social, política y económicamente. En las post-guerras no hay que quedarse
llorando sobre las ruinas del pasado, sino reencontrarse juntos en la
construcción del futuro.
En
Venezuela estamos al final de una guerra o de un terremoto tremendamente
destructivo. La escuela –esas 24 mil escuelas y más– se tiene que transformar
en escuela de formación de productores con niños y jóvenes de todos los
sectores sociales que se entusiasman con su futuro como productores y van
descubriendo en ellos habilidades insospechadas. La escuela, toda
escuela, ha de ser capacitadora en oficios del siglo XXI propios de la era
digital.
Escuela,
salud y alimentación
También
el sistema público de salud está en ruina. Por eso, más que nunca durante la
infancia y algo más, la escuela de grandes sectores de la población empobrecida
ha de ser centro educativo y de atención a los niños en salud (algunos
aspectos) y alimentación. Acaba de anunciar la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) su voluntad de destinar cientos de millones de dólares a Venezuela
en ayuda humanitaria. Creemos que esta escuela llamada a renacer ha de ser una
de las destinatarias principales de esa ayuda internacional y de otras que
vendrán del exterior.
Este
encuentro inicialmente se produce en una escuela enferma de múltiples
carencias. Ello nos puede dar la sacudida que necesitamos para no continuar
como si aquí no pasara nada y solo faltan pequeños cambios de pensum.
Voluntariado
y nueva productividad
Así
mismo hay que potenciar el voluntariado educativo en diversas instancias de la
sociedad. Sobre todo, las universidades tienen que sentirse orgullosas de tener
decenas de miles de voluntarios, debidamente acompañados de sus profesores y de
la investigación aplicada centrada en rescatar a la educación que agoniza.
Necesitamos
nueva productividad con visión social inclusiva, más allá del
anticuado y estéril enfrentamiento de izquierdas y derechas. Si llegan al
poder, unos y otros no tienen más remedio que desarrollar la economía de
mercado con visión social inclusiva de un empresariado que no se suicida
encerrándose en su castillo exitoso rodeado de una amenazadora sociedad de
pobreza y conflicto.
Unos y
otros tienen que encontrarse en el desarrollo de la productividad económica en
todos los sectores, lo que requiere miles de millones de dólares de inversión y
al mismo tiempo hacer ver y experimentar que crece el bienestar social y el
reconocimiento de los venezolanos como un “nosotros” que empujamos en la misma
dirección para lograr el bien común.
Luis
Ugalde, s.j.
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