Paulina Gamus 30 de julio de 2023
“Yo
no corrompí a nadie, ellos ya eran corruptos”
Marcelo
Odebrecht al ser liberado tras dos años y medio en prisión.
El
escándalo por los multimillonarios sobornos que la empresa brasilera Odebrecht
repartió casi urbi et orbi, provocaron destituciones, encarcelamientos, fugas,
extradiciones y hasta suicidios. Según el Departamento
de Justicia de Estados Unidos, Venezuela es el país que más dinero recibió
en sobornos por parte de Odebrecht; entre 2006 y 2015. Once obras públicas
fueron contratadas por esta constructora y están paralizadas.
El Departamento de Justicia sostiene que el gobierno de Venezuela recibió al menos 98 millones de dólares en sobornos. Los 98 millones estarán depositados por sus anónimos beneficiarios en paraísos fiscales o en los bancos que se han prestado para blanquear operaciones delictivas. Los delincuentes son como se llama a los ladrones en Italia, Il soliti ignoti (los desconocidos de siempre).
Al
hablar del destino o destinos del producto del saqueo a que ha sido sometida
Venezuela durante los 24 años de gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro,
me viene a la memoria una presentación que le hizo al Comité Ejecutivo de
Acción Democrática (CEN) a principios de 1998, una empresa norteamericana de
consultoría sobre cómo mejorar el ejercicio democrático. La consultora había
sido contratada por el gobierno de Rafael Caldera II. No recuerdo mucho de lo
que dijeron los demás expositores pero se me quedó grabado lo dicho por el más
joven del grupo: «los corruptos colombianos invierten en Colombia, los
corruptos venezolanos sacan el dinero fuera del país».
El
diario El País, de España del 14 de este mes de julio, ha
publicado la siguiente noticia: «Corrupto en Colombia, héroe en su pueblo:
“El Ñoño Elías es un ladrón, sí, pero robó para nosotros», dice convencida una
mesera de un restaurante en Sahagún, Córdoba, ante la pregunta de por qué el
domingo ella y cientos de personas más recibieron con devoción a uno de los
principales responsables del escándalo
de Odebrecht en Colombia. Las imágenes de la multitudinaria caravana
de bienvenida del Ñoño en su tierra natal se hicieron virales y generaron el
rechazo y la indignación de opinadores y políticos en Bogotá. «¿Cómo es posible
que cientos de personas salgan a recibir como a un héroe a un hombre que fue
condenado (6 años) por concierto para delinquir, lavado de activos, cohecho
propio y tráfico de influencias», se preguntaba Juan Pablo Calvás este lunes en
una columna en El País.”
«La
respuesta comienza el Día de la Madre de 2007, cuando Bernardo Miguel Elías,
hoy con 47 años, reunió en la antigua sede del Club Campestre de Sahagún a
miles de mujeres pobres. Les regaló lavadoras, neveras, televisores, planchas,
ollas a presión y muchos otros electrodomésticos. El evento se repitió todos
los Días de la Madre durante los años en los que Ñoño fue congresista del
Partido de la U, liderado por el expresidente Juan Manuel Santos. Primero llegó
como representante a la Cámara entre 2006 y 2010, y después fue uno de los
senadores más votados de Colombia por dos periodos, 2010 – 2014 y 2014 hasta el
10 de agosto de 2017, cuando la Corte Suprema de Justicia ordenó su captura por
recibir sobornos multimillonarios de Odebrecht. «
Además,
el Ñoño regalaba balones de fútbol y útiles escolares en el día del Niño, bonos
en el día del Maestro y diversos regalos en navidad. Patrocinaba ferias,
eventos deportivos y conciertos. Regalaba dinero para comprar medicamentos y
para materiales de construcción.
Los
habitantes de Sahagún ignoraban que la plata que les regalaba en las navidades
venía de las coimas de Odebrecht. Sin embargo, ahora que todo el país lo sabe,
a los seguidores del Ñoño parece no importarles mucho que su líder sea un
corrupto. A quienes critican por ignorancia a sus adoradores un maestro del
pueblo les responde: «No es ignorancia, es hambre. El primer paso para reclamar
dignidad es tener el estómago lleno».
Imaginemos
por un momento al «Tuerto» Andrade (conste que no me burlo de su discapacidad)
utilizando los cientos de millones que le quedaron después de los confiscados
por EEUU, para crear una fundación que sufrague trasplantes de córneas en el
país cuyo régimen le permitió hacerse billonario. Pensemos a Rafael Ramírez
creando una empresa sin fines de lucro para evitar los derrames petroleros que
ocurren a cada momento en el Lago de Maracaibo y los permanentes incendios en
las semidestruidas refinerías consecuencias de la destrucción de Pdvsa. O a
Haiman El Troudi, patrocinando una Fundación que ayude a reparar algunos de los
desastres que su ruinosa gestión le ocasionó al Metro de Caracas, por ejemplo
una campaña de comportamiento cívico como aquella que desarrollo Renny Ottolina
antes de la inauguración del subterráneo.
Los
Bolichicos de Derwick: Leopoldo Alejando Betancourt López, Francisco Convit
Guruceaga, Domingo Guzmán López y Orlando Alvarado, que viven como reyes entre
España y Nueva York, podrían ser recibidos en hombros si regresan a Venezuela,
con solo crear una Fundación que reponga lavadoras, secadoras, neveras,
televisores, computadoras y todos los electrodomésticos dañados por los
incesantes apagones y bajones del servicio eléctrico.
Claro
que los antes nombrados no son los únicos ladrones que dejaron al que era su
país en la inopia. La lista es larga y lo robado alcanzaría para la
reconstrucción total de Venezuela. Pero por algo se empezaría si algunos de
ellos quisieran reencarnar el espíritu de Robin Hood «El Príncipe de los
Ladrones».
Paulina
Gamus
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