Félix Arellano de julio de 2023
La
reciente Cumbre de Jefes de Estado de la Celac y la Unión Europea, efectuada en Bruselas
(17-18/07/2023), está generando diversas reacciones. En el plano político los
resultados se presentan poco relevantes, contradictorios y, en algunos casos,
anacrónicos; en el plano económico las expectativas quedan insatisfechas. Pero,
sobre el caso venezolano, se ha confirmado una vez más que la comunidad
internacional está atenta e interesada en apoyar la salida pacífica y
democrática de la crisis. Importante destacar que, no obstante la complejidad
de la agenda internacional, el tema venezolano se encuentra en las prioridades.
La breve reunión promovida por el presidente Emmanuel Macron de Francia, en el marco de la Cumbre, con la participación de los presidentes Alberto Fernández de Argentina, Lula Da Silva de Brasil, Gustavo Petro de Colombia y Josep Borrell Alto Representante de la UE para asuntos externos; también es objeto de diversas lecturas y polémica. Pero no podemos desconocer que tal encuentro confirma el interés de la comunidad internacional y evidencia la coherencia de los presidentes de Francia y Colombia en sus esfuerzos por contribuir en la búsqueda de soluciones.
Cabe
recordar que en el caso de Francia, en el Foro por la Paz de Paris, efectuado
en noviembre del 2022, el presidente Macron, con el apoyo de los presidentes de
Argentina y Colombia, promovió un encuentro entre las partes venezolanas;
luego, el presidente Petro, previa coordinación con las partes, organizó una
Conferencia Internacional sobre Venezuela en Bogotá (25/04/2023), con el
objetivo de dinamizar las estancadas negociaciones en México, evento que logró
la participación de unos veinte países,.
En
términos generales la comunidad internacional y, en particular la Unión
Europea, mantiene la presión para la salida pacífica y democrática de la
crisis, lo que supone avanzar en un proceso de negociación, que permita
definir condiciones electorales competitivas, trasparentes e incluyentes. Pero
las negociaciones generan resistencias, lo estamos apreciando con profundo
rigor en el caso de la guerra de invasión a Ucrania.
Resulta
difícil aceptar que la negociación conlleva concesiones de cada parte. En el
caso venezolano, el sector oficial trasmite la imagen de un desinterés para
avanzar en una negociación efectiva, la percibe como el principio del fin y no
aprecia garantías, en tal sentido, ha rechazado varios esfuerzos anteriores.
Pero en las actuales condiciones, ante un contexto internacional más complejo,
producto, entre otros, de la invasión a Ucrania, la negociación con los
gobiernos occidentales podría resultar conveniente por razones financieras.
La
invasión a Ucrania que ha conllevado fuertes sanciones a Rusia, lo que está
afectando los precios del petróleo en los mercados secundarios; adicionalmente,
el gobierno ruso está perdiendo su capacidad de operador financiero del
gobierno venezolano. Por otra parte, el gobierno chino, desde hace algunos
años, mantiene distancia por el fracaso de varios proyectos en Venezuela.
El
gobierno venezolano se enfrenta con un escenario de limitaciones financieras,
en puertas a un nuevo proceso electoral y con la popularidad debilitada; en
consecuencia, la negociación con occidente puede ser una opción. Ahora
bien, tanto los Estados Unidos, como la Unión Europea, han reiterado su
disposición de flexibilizar sanciones, siempre y cuando se logre avanzar
efectivamente en las negociaciones de la salida pacífica y democrática. La
licencia a Chevron constituye una clara evidencia de la disposición a la
flexibilización y progresivo desmonte de las sanciones.
Los
gobiernos democráticos dan señales claras de su disposición a negociar y
otorgar concesiones; empero, desde el gobierno venezolano se aprecia una posición
intransigente y recientes acciones vinculadas con el CNE, inhabilitaciones,
violencia política, reducen las posibilidades de la negociación. Pareciera que
la estrategia oficial se concentra en la conformación de una cruzada mundial
contra las sanciones, aspirando lograr «un cheque en blanco», todo a cambio de
nada.
Frente
a la rigidez que exhibe el gobierno venezolano, la comunidad internacional
insiste con la presión, estrategia que genera malestar en algunos sectores
venezolanos, que incrementan la crítica frente a las acciones, e incluso la
estrategia y, el reciente encuentro en Bruselas se asume desde la desazón que
crece en Venezuela.
Entre
las lecturas críticas a la reunión en Bruselas destaca el rechazo a los
funcionarios oficiales que participan en la negociación. Frente a ese
argumento, el equipo de negociación de la plataforma unitaria, siempre ha
destacado que no se puede construir la contraparte en la mesa de negociación,
la contraparte existe y con ella se tiene que negociar, asumir lo contrario
conlleva rechazar la negociación como alternativa de salida a la crisis.
Otros
argumentos críticos se dirigen al cuestionamiento de los gobiernos
participantes en los esfuerzos de mediación. Frente al escenario de Bruselas,
es comprensible el rechazo a la posición desequilibrada y oportunista del
presidente Lula de Brasil que, sumando sus incoherencias en el caso de la
invasión a Ucrania, está generando un amplio rechazo, tanto en la comunidad
internacional, como al interior de su país.
Pero
también debemos reconocer que los presidentes de Francia, Colombia y la Unión
Europea ha tratado un mantener un equilibrio frente a las partes en conflicto.
En este contexto, debemos destacar que el Reino de Noruega dicta catedra frente
al complejo desafío de mantener un prudente equilibrio frente a los actores en
conflicto; empero, si no existe voluntad de negociar, siempre se buscará
descalificar a los actores que intentan algún esfuerzo de mediación.
Exigir
a la comunidad internacional lo que jurídicamente no puede hacer, forma parte
de los comentarios críticos. Desde tal perspectiva se asume que la crisis se
puede resolver fácilmente, sobrestimando las posibilidades de acción de la
comunidad internacional y, en alguna medida, minimizando el esfuerzo que nos
corresponde en el plano nacional
Se
cuestiona a los organismos internacionales, como las Naciones Unidas o la
Organización de Estados Americanos, por una supuesta debilidad frente a la
profunda crisis venezolana; pero en la práctica está ocurriendo todo lo
contrario, pues tales organismos, en particular los que defienden los derechos
humanos, no han dejado de cumplir las funciones que la normativa les permite y,
mantiene un seguimiento exhaustivo de la situación venezolana.
El
sistemático rechazo del gobierno venezolano a la negociación ha generado una
legitima frustración en el país, pero la comunidad internacional no puede hacer
silencio y presentarse indiferente, las consecuencias de la crisis están
afectando a un gran número de países, por tanto, resulta fundamental que se
mantenga la presión y que los presidentes Macron, Petro y otros que se puedan
sumar, mantengan el ánimo y el ritmo.
Miraflores
enfrenta problemas y la comunidad internacional está dispuesta a participar en
las soluciones, sujeto a un proceso efectivo de negociación, en tal sentido,
los gobiernos democráticos y las organizaciones internacionales, no deben
desistir y mantener el caso venezolano en sus prioridades.
Félix Arellano
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