ELÍAS PINO ITURRIETA 26 de julio de 2023
@eliaspino
“Es tan evidente la desolación que ha
reinado desde la llegada del teniente coronel Chávez y se ha incrementado
durante el régimen de su sucesor, que resulta inverosímil que no sea el eje de
la campaña de quienes pretenden sacarlo del juego en la próxima oportunidad que
la ley facilite. Por consiguiente, el discurso de los contendientes de la
Primaria debe considerar esa destrucción, realizada hasta extremos
apocalípticos, como esencia y preferencia”.
Los precandidatos que presentan su opción en la Primaria de la oposición se han ocupado de hablar de cómo sacarán a Venezuela del caos, sin profundizar en el tema de la opresión que ha impuesto su dominio en la sociedad. Parece sensato que las personas que se presentan como salvadores traten de referir sus planes para el futuro, pero no deja de ser curioso que los planteen sin el desenmascaramiento del régimen.
La
sugerencia de cómo será el mañana cuando salgamos de los problemas de la
actualidad tiene sentido cuando se participa en un pugilato como los de la
democracia representativa, como los procesos electorales llevados a
cabo a partir de 1958 y hasta el surgimiento del chavismo, pero la realidad de
nuestros días no aconseja la repetición de tal conducta. La pavorosa postración
del país no permite la conformidad de unos planes como los que se asomaban
antes, sino la presentación pormenorizada de la calamidad que ha destrozado a
la sociedad en las dos décadas últimas.
“¿Se
va a salir del mortífero dragón, sin hacer antes su descripción más irrebatible
ante lo que queda de sus víctimas?”
Es
tan evidente la desolación que ha reinado desde la llegada del teniente coronel
Hugo Chávez y se ha incrementado durante el régimen de su sucesor, que resulta
inverosímil que no sea el eje de la campaña de quienes pretenden sacarlo del
juego en la próxima oportunidad que la ley facilite. Si el futuro se piensa o
se debe pensar desde el desastre del madurismo, ningún proyecto asentado en la
tierra convertida en desierto puede eludirlo. Porque no es una pelea como
las viejas entre adecos y copeyanos con compañía masista, sino entre los
descendientes de ellas y los destructores de lo que fue un modelo de
convivencia digno de reconstrucción, o de memoria.
Por
consiguiente, el discurso de los contendientes de la Primaria debe considerar
esa destrucción, realizada hasta extremos apocalípticos, como esencia y
preferencia. No solo porque conviene mostrarla con los testimonios del
caso, con las pruebas más evidentes de cómo el chavismo convirtió una república
decente y manejable en un agujero de injusticia, depredación y mediocridad;
sino también porque, de lo contrario, propios y extraños pudieran pensar que
no han sucedido tragedias de peso como para conducir al experimento
de un sufragio preliminar entre fuerzas exhaustas como el que está sucediendo
entre tumbos en la actualidad.
Las tragedias
de peso se han experimentado en este lapso tenebroso, se sienten en cada vida
personal y en millones de frustraciones, pero un intento serio de
captación de apoyos debe registrarlas y referirlas para que nadie dude de su
existencia, o para que nadie las observe en sentido relativo. Un horror de
estatura tan gigantesca debe estar necesariamente presente en el discurso
de los candidatos, no solo porque se precisa un catálogo pormenorizado de los
días más oscuros de la República sino porque, de otra manera, se torna banal o
inconsistente el trajín de la Primaria. La Primaria es el intento contra un
enemigo oprobioso que aparece en su desfile como un esbozo, como una pieza
menor que no deja de eludirse. ¿No es algo inexplicable, o inaudito?, ¿se va a
salir del mortífero dragón, sin hacer antes su descripción más irrebatible ante
lo que queda de sus víctimas?
Quizá
la explicación de la omisión radique el hecho de que se vea en la Primaria una
posibilidad de selección parecida a las sucedidas durante la democracia
representativa, cuando la mayoría de los rivales era manejable y los
equilibrios mantenían su precedencia, pero aquello está muerto y
enterrado. No hay emulación susceptible de rescate cuando la mayoría
de las opciones se distingue por la fragilidad, a menos que esa fragilidad se
vuelva fortaleza mediante la exhibición del ogro, a menos que el conjunto de
las denuncias específicas en torno a un desfile de situaciones monstruosas
encuentre el sendero de la fortaleza, a menos que todos adquieran de veras la
conciencia de la necesidad de encontrar apoyos masivos partiendo de
la existencia de un enemigo mortal que pretende engordar con la carne que le
queda a los líderes de la oposición. Una pretensión de la dictadura con todo el
fundamento del mundo, desde luego, porque siente que apenas se la persigue por
la tangente.
Hay
una posibilidad de explicar la omisión, que debe preocupar de veras a todos.
¿Acaso los precandidatos no se ven principalmente como enemigos, como
defensores a ultranza de su parcela, y por eso prefieren la peleíta y el
debatico, el artificio y la chuchería? No sé si la pregunta tenga sentido para
el lector, pero tal vez perturbará la comodidad del oficialismo.
ELÍAS
PINO ITURRIETA
@eliaspino
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