2023 es para la plástica un año muy particular. Se conmemora el centenario de varios maestros de la plástica venezolana: Soto, Cruz Diez, Vigas. Gabriela Benaím decidió exponer una muestra de las obras de Oswaldo Vigas, en los espacios de GBG Arts. A Ricardo Báez la curaduría le exigió un año de trabajo, para elegir y conocer a fondo un conjunto de obras representativas de las mejores épocas del maestro Oswaldo Vigas.
Es un polo de atracción para que los caraqueños admiren el trabajo de este artista plástico, cuyas obras también pueden observarse en la Universidad Central de Venezuela. A pesar de la estrechez y la crisis del país, Gabriela Benaím* no se ha dormido en los laureles. A principios de año reunió, en un evento único, a representantes de diversas iniciativas culturales que están cambiando y transformando la ciudad, de Petare a La Pastora, de un extremo a otro. El arte puede llevarnos a un encuentro, a la necesidad de entendernos, a un punto en el que podamos dialogar y pensar a Venezuela.
Hija y nieta de galeristas. ¿La trayectoria de su familia se hizo en Venezuela?
Completa. Mi abuelo, Rafael Ginnari, fundó hace muchísimos años la Galería Li, que apoyaba la Escuela de Caracas. Vendía las obras de ese movimiento vanguardista (que rompió con la pintura costumbrista del siglo XIX). Editó una pequeña biblioteca, con cada uno de los pintores venezolanos (Fabiani, López Méndez, entre otros). A lo largo del tiempo organizó muchas exposiciones que sirvieron, además, para difundir la obra de estos artistas. Si la memoria no me falla, tuvo su galería, primero en Los Chaguaramos y luego en el Centro Plaza. Toda mi familia está vinculada con el arte de alguna manera. Mi abuelo Roberto Benaím, publicista de Ars, era un coleccionista. Su casa era, prácticamente, una sala de exhibición. Mi madre es artista, estudió en la Escuela Cristóbal Rojas y mi padre en el Instituto Neumann.
En su caso, ¿cuál es su relación con el mundo del arte y las galerías?
Yo me crié en los museos, mis padres me llevaban todos los fines de semana a las exposiciones. Si no era un museo era una galería. Así que no me costó mucho introducirme en los talleres de los amigos de mi papá y otros artistas. A los 21 años tuve a mi primer hijo y también me gradué de chef, pero era muy difícil hacer las dos cosas al mismo tiempo. Así que regresé a la plástica y comencé a vender obras de Sigfrido Chacón, Alfredo Herrera, Patricia Van Dalen, Alberto Cavalieri, entre muchos otros.
¿Cómo se vende una pintura?
Lo primero que tienes que tener es conocimiento de la obra. ¿Cómo se realiza? ¿Cómo son los procesos creativos del artista? Además, tienes que saber cuál es su trayectoria. ¿Qué espacios ha transitado? ¿Cómo lo va llevando el mercado? ¿Cree que la proyección internacional es fundamental? Hace 20 años, las páginas web eran bancarias o de líneas aéreas. Fue, en ese momento, en que yo hice la primera página web (de artes plásticas). Entonces, di un paso adelante en lo que era la tecnología. Mi página estaba bien armada y la gente comenzó a acercarse, a interesarse, por las obras que estaban en la página web. Ahí empecé a incursionar, poco a poco, en el mercado del arte. También funcionó el boca a boca, una visita del coleccionista o del inversionista al taller del artista, donde podía elegir lo que quería. Una vez que vendí a estos artistas consagrados, mi motivación también era trabajar con artistas jóvenes. Comencé a frecuentar la Escuela Reverón y a interesarme, más como un trabajo de investigación, en sus obras. Diría que fue un proceso simultáneo. Yo me fui formando como galerista y ellos como artistas.
¿Ha montado exposiciones en otros países?
Sí. Me contactaron para participar en la Feria de Seúl, en el pabellón Latinoamericano. No incurrí en gastos y lo agradezco porque las ferias son muy costosas. Descubrí la cultura de ese país y también hice muy buenas relaciones. En otra ocasión, me invitaron a colaborar en la curaduría del Primer Festival del Arte Latinoamericano, también en Seúl. Fue toda una expedición, asistieron 25 artistas de distintas edades, la mayoría jóvenes. Hicimos un circuito, fuimos a Francia, logramos ver la Bienal de Venecia y nos regresamos. Así he tenido contactos con diferentes países del mundo. En España he hecho alianzas, en los Estados Unidos, en Perú.
Vargas Llosa, en una ocasión, se lamentó de que los latinoamericanos no hayamos alcanzado en la política y en la economía, realizaciones tan elevadas como en la plástica, la literatura y, en general, en las otras manifestaciones del arte. ¿Qué diría alrededor de este planteamiento?
Es así. Totalmente. Tenemos grandes creativos. En distintos museos, en distintas galerías internacionales vas a ver artistas de la región. Hay muchísimo talento. Los venezolanos, en particular, no tienen nada que envidiarles a los artistas internacionales. Eso viene en la sangre, lo creo totalmente, pero también obedece a todos los procesos que se han vivido, digamos, desde lo que es la modernidad. Entonces, hemos tenido grandes exponentes, grandes realizaciones, la Universidad Central de Venezuela, el Museo de Arte Contemporáneo. Los venezolanos siempre han sido coleccionistas y eso también ha contribuido al desarrollo de nuestro talento. Estoy hablando de las décadas de 1960 y 1970. Lo que sin duda constituye un patrimonio.
En aquella época donde se podían hacer esas cosas —en la primera década de este siglo, dijo usted—. Actualmente, es mucho más complicado. Pero más allá, ¿cuál es la disposición, la actitud, para trabajar con los jóvenes artistas jóvenes venezolanos? ¿Cómo se lucha contra la corriente?
No es fácil, vamos a ver momentos buenos y momentos malos. Pero en mi caso, yo no quiero vivir en otro lado que no sea mi país. Quiero profundizar la posibilidad de hacer alianzas, de ir poco a poco creciendo, de encontrar y entender cómo es el mercado internacional, llegar a un nivel más alto, a pesar de las grandes dificultades. Quizás vendiendo una obra de un artista consagrado pueda abrirse la posibilidad de apoyar a un artista joven. Nunca voy a dejar de tener interés en apoyar a los artistas. Me consta, porque soy hija de artistas visuales, las dificultades que, a lo largo del tiempo, han enfrentado los artistas para mantenerse.
¿Eres una marchante?
Comencé como una marchante, pero ahora soy más galerista. Cuando no tienes un espacio físico, te toca hacer la labor de marchante. Pero como galerista tratas de exhibir las obras, te involucras en una labor de formación, haces alianzas para que los artistas conozcan otras realidades, otros mercados. O invitas a un investigador para que hable de su trabajo desde la crítica. Eso no lo hace un marchante.
En el recorrido que hicimos por las instalaciones, usted habló de unos talleres que se dictaron en la galería. ¿De qué va esa iniciativa?
En realidad, fue un taller puntual que se hizo a comienzos de año. A mí me gustaría que siguiera. Hice un panel para que vinieran diferentes espacios y galeristas caraqueños. La idea fue que se conocieran entre sí a través de una presentación que hizo cada uno. El movimiento cultural de San Blas, en Petare, ellos mostraron todo el cambio que se hizo en el barrio; la Macolla Cultural, de La Pastora, que hace una residencia para los artistas y también es un espacio de transformación. Ellos han hecho una labor maravillosa y con las uñas. A mí me gustaría que estuviéramos mejor organizados todo lo que es la comunidad cultural. También vino Maquina 3 de La Lagunita. Actualmente, las disciplinas se están mezclando cada vez más.
Hablando de mezclas, tenemos la exposición Una=Todas, del Proyecto Creadoras, cuyas obras se exponen en la Galería de Arte Nacional. ¿Podría decir en qué consiste esta iniciativa?
En principio es una motivación de la CAF, cuyo objetivo es patrocinar proyectos culturales. Ellos establecieron contacto con Ana Volante, de Volante Estudio; ella nos llamó a nosotros GBG Arts y, a su vez llamamos a Lorena González. Se concibió un proyecto, a nivel de las artes visuales, para visualizar a la mujer en el plano nacional. Se realizaron foros sobre el tema de la igualdad y más recientemente esta exposición a la que te refieres, donde participaron más de 500 artistas y exponen 90, de distintas edades y trayectorias, en diversas disciplinas. Es una muestra de lo que está sucediendo hoy en Venezuela.
En la inauguración, escuché a varias personas decir que ese día fue su primera vez en la GAN. No se trata de una exposición convencional lo que, comúnmente, uno ve en esa sala.
Hubo una curaduría importante y participaron muchísimas personas. Es una exposición que, a lo mejor, tiene un corte curatorial más actualizado a lo que se hace tradicionalmente. Es una tendencia de lo que se debe exhibir en los museos y una inquietud por subir el nivel de las exposiciones.
¿Y el tema de exponer en un espacio literalmente gubernamental?
Yo estuve mucho tiempo en la generación de no ir a los museos, pero poco a poco entendí que nosotros tenemos que hacer presencia en esos espacios. No podemos dejar que no suceda nada. Los artistas están haciendo su oficio, su trabajo y tiene que haber un espacio donde no haya tanta pugnacidad. La cultura está traspasando los conflictos. Tenemos que buscar la transformación a través del arte.
Creo que la polarización nos hizo mucho daño. Tal vez, tengamos que vernos con otra actitud y en otras dimensiones. ¿Cómo lo ha vivido personalmente? ¿Cómo lo ha visto en artistas de otra generación?
Son pocas las galerías y las que hay no nos damos abasto. Los artistas necesitan espacios para exponer. Tiene que haber un encuentro y en la inauguración se sintió una apertura. Gente que nunca había ido a la GAN, hacían el circuito, miraban la exposición de Soto y se iban caminando. Creo que los que visitamos los museos somos iguales, no tiene que haber ninguna diferencia. Nosotros tenemos que crear condiciones, estimular la curiosidad, para que otros públicos vengan a las galerías. Así es que se va haciendo un país, poco a poco.
De alguna manera el arte interpreta la realidad. Dialoga con la realidad y la cambia. Varias de las obras reflejaban los tiempos que estamos viviendo. Me llamó la atención que un espacio como la GAN se haya atrevido a exponer miradas que son distintas, que son cuestionadoras. ¿Usted qué piensa?
Desde un comienzo nos comprometimos con los artistas, con la exposición y en caso de que vetaran alguna obra, no íbamos a participar. Pero nunca lo tuvimos que decir, eso ni siquiera se planteó. Aceptaron todas las obras. Nunca tuvimos ese problema. Lo importante es que la gente vaya a los espacios, sin importar que lo que se diga allí tenga la menor importancia. Se pueden impartir cursos, se pueden proponer actividades que generen recursos para los museos. Me pareció importante que se expongan esas obras. Los artistas estaban contentos, satisfechos. Es que nunca hubo omisión de una obra. Había dos jurados, uno de selección y otro de premiación. Nos pareció que esas eran las obras que tenían que estar, con todo tipo de contenidos. Y claro, crear espacios de sensibilidad.
Lo que si extrañé fue el aíre acondicionado y en días sucesivos la gente no pudo entrar a la exposición por la falta de agua. Es decir, que no había condiciones mínimas, lo que no deja de ser preocupante. A fin de cuentas… ¡Esta es la Galería de Arte Nacional!
Sí, estoy de acuerdo. Totalmente. ¿Qué te puedo decir? Para esta exposición se hizo un trabajo de impermeabilización de todo el techo, se trajeron lámparas nuevas, y eso cuesta muchísimo, muchísimo dinero. Pero sí, tiene que haber las mejores condiciones.
Los museos deberían encarnar lo mejor de los espacios públicos
Estoy de acuerdo, al cien por ciento.
En una de sus intervenciones dijo que el país tiene la necesidad de un encuentro. Imaginemos, lo que podría suceder si, efectivamente, ese encuentro cristaliza. Veamos un poco más allá. ¿Qué haría usted, por ejemplo, para que se consoliden espacios de civilidad?
Sería profundizar lo que hemos hecho, a raíz de esta experiencia. Desarrollar vínculos con sectores privados para elevar la programación y el nivel de las exposiciones, de tal forma que los museos puedan tener más recursos. Lo que tiene que haber es una programación que motive a la gente a visitar esos espacios. Todos tenemos que ir, seamos de un lado o del otro. Tiene que haber mesas para que la gente dialogue y puedan explorar ideas de cómo se hace un país. Yo no estoy ahí. A mí me llamaron para este proyecto en específico. Pero estoy dispuesta a participar en iniciativas similares.
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*Galerista y promotora cultural
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