Luisa Quintero 28 de julio de 2023
Michael Penfold ve las
primarias opositoras, previstas para el 22 de octubre, como un primer estadio
de camino a las presidenciales de 2024, unas elecciones para las cuales ninguno
de los actores políticos venezolanos tiene el camino allanado. El chavismo
apela a la división estratégica del electorado, mientras que la oposición debe
superar el ‘embrujo’ del voto duro
La
reciente reunión al margen de la cumbre UE-Celac, donde los presidentes de
Francia, Argentina, Brasil y Colombia abogaron por acordar unas elecciones presidenciales justas para Venezuela,
se suman a los esfuerzos de negociación que maneja la administración de Nicolás
Maduro para levantar sanciones y la insistencia de la oposición venezolana para
que se retorne al diálogo en México.
Sobre la base de la negociación, y especialmente de la puesta en marcha del fondo social, cuya ejecución está paralizada desde noviembre de 2022, se debe trabajar para destrabar el conflicto y conseguir garantías electorales suficientes y necesarias para las presidenciales de 2024.
Así
opina Michael Penfold, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de
Columbia, que actualmente promociona su segundo libro El país que se
muerde la cola, editado y publicado por Editorial
Dabhar y que se puede conseguir en las principales librerías, vía web
o Amazon.
«Es
muy importante crear las condiciones para poder retomar ese proceso lo antes
posible. Lo que sí no es posible es seguir dilatando una negociación
que realmente no es que es una alternativa, es la única alternativa que tiene
el país. Los partidos, los políticos, tienen muchas alternativas a esa
mesa de negociación, pero Venezuela no tiene alternativas. Esa es la realidad»,
afirma Penfold en conversación con TalCual.
Ya
lo advierte el analista en su libro, el país atraviesa un ciclo y un conflicto
político que ha generado un costo social y económico muy alto, que no ha vivido
una guerra civil pero ha visto el desmantelamiento sistemático de sus
instituciones y, en fin último, la democracia.
El
libro no solo explica cómo se generó ese ciclo, sino también «cómo el chavismo
ha logrado resistir en el poder y por qué la oposición, cada vez que ha logrado
acumular un poder político importante, también pasa por un ciclo que va de
participación a abstención a esfuerzo básicamente de tratar de generar un
quiebre que al final nunca llega, y que termina cohesionando nuevamente al
chavismo en el poder en medio de todo ese proceso de deslave económico y social
que hemos vivido los venezolanos».
De
primarias y sus obstáculos
Las
primarias opositoras enfrentan, además de la inhabilitación de tres de sus
candidatos (María Corina Machado, Henrique Capriles y Freddy Superlano), la
amenaza de un Tribunal Supremo de Justicia y los retos propios de un evento de
este tipo, que pretende garantizar la participación de una parte del electorado
opositor pero sin los recursos o la capacidad técnica que puede exhibir un
Consejo Nacional Electoral, actualmente en reestructuración tras la renuncia de su
directiva.
Con
estos comicios, algunos sectores también buscan poner fin a la crisis de
liderazgo que enfrenta una oposición que no logra conectar con una parte de la
población, cansada de la crisis política y que atiende su supervivencia.
Penfold
rescata la reunión del lunes 17 de julio entre los 14 candidatos, «una reunión
que debió haber ocurrido antes de la convocatoria a las primarias» y que busca
resolver el dilema de qué hacer con el escenario de un ganador
inhabilitado.
«Me
parece fundamental que esté sucediendo para entender que al final,
indistintamente de quién gane esas primarias, la oposición tiene varios retos:
el primero es ponerle un rostro a esa candidatura esté o no esté inhabilitado
en ese proceso de elección primaria», señala el doctor en Ciencias
Políticas.
El
segundo reto, avizora, es poder hablarle a un país «que no está participando en
las primarias, que yo creo que es el mayor de los retos porque hay grupos muy
importantes del electorado que ven todavía con mucho escepticismo su
participación y que al final del día sin esos votos difícilmente se va a poder
generar un proceso de cambio político en el país».
El
tercer reto, a juicio de Penfold, pasa por la creación de un liderazgo y un
equipo que le permita a la gente tener confianza más allá de las individualidades en
un grupo de personas, en organizaciones que no solo son políticas, sino que
incluyen a la sociedad civil venezolana.
—Hay
un camino muy importante de cara a unas elecciones que tienen muchísimos
riesgos, muchísimos obstáculos de frente. Ya hemos visto básicamente el
desmantelamiento de un CNE que había surgido de un proceso de negociación muy
importante, que había permitido la entrada de la misión europea a Venezuela
después de más de 10 años sin que pudiesen ser monitoreadas internacionalmente
las elecciones en el país y, además un proceso donde vemos que las
inhabilitaciones están al orden del día y plantean dilemas claramente que
buscan tronchar los derechos políticos de todos esos candidatos y claramente
van a plantear dilemas en la medida que 2024 se acerque cada vez más.
—¿No
deben resolver primero una posición común sobre el fin de las primarias?
—El
chavismo tiene muy claro lo que necesita para poder emerger triunfante en un
ámbito como el que se está dibujando actualmente en el país. Contrario a muchos
países de América Latina, Venezuela no tiene dos vueltas, no tiene el balotaje
y, por tanto, la oposición tiene que poder ganar en una sola vuelta y el
chavismo tiene que poder ganar en una sola vuelta.
Para
que el chavismo pueda ganar, como ha ocurrido en otras oportunidades, con una
tercera parte de la votación tiene que ineludiblemente dividir a la oposición
no en dos, sino en tres partes para poder asegurar que sea ese tercio pueda
imponerse, como se impuso Caldera, por cierto, en las elecciones presidenciales
de comienzos de los años 90 y que le permitió llegar a la presidencia con 28%
de los votos. Entonces básicamente esa es la primera condición que el chavismo
va a buscar generar para poder emerger triunfante allí en ese proceso.
El
segundo elemento, evidentemente, es ponerle todo tipo de obstáculos a la
primaria; porque la primaria de facto opera como un balotaje, o sea, como una
primera vuelta dentro de la oposición, buscando una segunda vuelta que sería
una presidencial que todavía no sabemos cuándo podría llegar a ser.
Para
el chavismo pasa a ser muy estratégico eliminar ese proceso para que esa
primera vuelta no se dé. En ese sentido, se debe buscar una alternativa que
resuelva ese problema de coordinación electoral para poder, a su vez, coordinar
nuevamente el voto.
El
tercer elemento es la inhabilitación. Las inhabilitaciones pasan a ser un
recurso fundamental para el chavismo para poder escoger no solamente con quién
se enfrentan sino cómo fragmentan el liderazgo opositor. Ese es un elemento
central.
El
último punto pasa por desmovilizar al votante, es decir, la abstención. El voto
opositor y, sobre todo, de aquellos que aún no participando en la primaria
podrían hacerlo en las presidenciales y decidan abstenerse. Con ello el
chavismo incrementa sus probabilidades de ganar esa elección
presidencial.
Finalmente
está un tema clave, que tiene que ver con el gasto. El chavismo necesita poder
gastar en un contexto electoral, por eso han estado tratando de negociar de
manera fuerte el levantamiento de las sanciones.
El
chavismo es una minoría importante, tiene 24% de aceptación en promedio de las
encuestas venezolanas, pero para poder ganar con una tercera parte de los votos
o con más del 30% de los votos necesita incrementar el gasto público de una
forma sustantiva. Eso de alguna manera también pasa por un proceso de
negociación que en este momento está no solamente envuelto el mundo opositor
sino también diversos países a nivel internacional.
—Además
de ese gasto público que debe hacer el chavismo, ¿también pueden conseguir una
base importante de votos a partir del voto identitario?
—En
el pasado lo han hecho. Venezuela no tiene un electorado movilizado
políticamente a través de la iglesia evangélica como lo puede tener Brasil o algunos países
centroamericanos, pero sin duda es un grupo de votantes muy relevante. Evidentemente,
el esfuerzo de tratar de segmentar no solamente al nivel de liderazgos sino de
segmentar desde la base, con los electores, es parte de esa misma estrategia de
poder dividir en la mayor cantidad de pedazos el voto para que no pueda ser
coordinado.
Las
primarias enfrentan muchos retos, ese es uno, pero el principal es que de ese
proceso de primarias emerja un liderazgo que impida precisamente esa
fragmentación del voto y que pasa por un esfuerzo de coordinación no solamente
de las organizaciones o los liderazgos, sino una coordinación también de los
electores. Que los electores perciban que lo que emerge de allí tiene
posibilidades de materializar el cambio político en Venezuela.
—¿Cree
que se concreten las primarias? Se inscribieron más de 300 mil personas en el
exterior, hay dificultades para garantizar su amplitud dentro del país,
amenazas del TSJ
—Hasta
ahora lo que veo es que el chavismo, frente al acercamiento de un proceso
electoral presidencial sin haber logrado un levantamiento realmente mayor de
las restricciones internacionales que enfrenta, más allá de lo de Chevron, está
tratando de replegarse buscando decirle tanto a la oposición como a algunos
actores internacionales, en particular a los Estados Unidos, que está dispuesto
a cerrarse, que está dispuesto a cerrar la arena electoral e incluso que está
dispuesto a emular el escenario que se parezca no solamente al de Nicaragua,
sino incluso a lo que estamos empezando a ver en Guatemala.
Pero
al mismo tiempo el chavismo tampoco le ha cerrado la puerta al proceso de
negociación, es decir, no ha dejado de reunirse con los Estados Unidos por
ejemplo en Catar, que supimos que hubo una reunión importante allí; no ha dejado de reunirse
en Bruselas y no ha dejado de haber una comunicación directa con la Casa Blanca
en torno a múltiples temas que no se inscriben únicamente al tema electoral y
político.
Al
mismo tiempo la oposición tampoco ha dejado de reunirse. El proceso de negociación
está estancado. Creo que buena parte de ese estancamiento tiene que ver con el
fondo social, un fondo que se creó como un intento de confianza entre las
partes. Sin embargo, ese proceso ha encontrado tantas trabas de lado y lado
para poder implementarse que ha generado una enorme desconfianza entre las
partes sobre la capacidad de poder avanzar en la negociación.
Más
allá del estancamiento y el fracaso en la implementación del fondo social,
ninguna de las partes se ha levantado. Por un lado el chavismo está mostrando
que tiene alternativas al proceso de negociación, que la alternativa pasa por
un cierre del proceso electoral o por lo menos de un proceso electoral que no
va a atender los requerimientos de la oposición o de actores internacionales
relevantes; y está diciendo que está abierto a negociar siempre y cuando ellos
logren conseguir su objetivos principales en ese proceso, que pasan por
garantías, incremento de su capacidad de gasto y el desmontaje de las sanciones
e incluso su propio reconocimiento político.
Esta
reunión en Bruselas termina con un mensaje de los presidentes donde hablan
curiosamente de unas elecciones justas e inclusivas. Básicamente lo que uno
empieza a avizorar allí es que más allá de que todo el mundo está jugando su
carta alternativa, la del gobierno es cerrar el sistema. La carta alternativa
de la oposición es insistir en las primarias, todavía nadie ha cerrado las
puertas a la negociación. Eso es importante y relevante.
—Incluso
al oficialismo se le ponen ciertas trabas dentro de la comunidad internacional.
Decía el presidente Lula que se garanticen las elecciones para el levantamiento
de sanciones
—La
posición de una parte de los presidentes de izquierda en la región,
fundamentalmente los presidentes (Gustavo) Petro y (Gabriel) Boric, son
bastante sensatas. Lo que dicen es que esas inhabilitaciones no son
permisibles, que en Venezuela hay una situación en materia de derechos humanos
que tiene ser atendida, y que cualquier proceso electoral deben cumplir un
mínimo y unos estándares que permitan en el marco de una negociación proveer de
garantías a todos los actores y destrabar un conflicto político que tiene un
costo para la región gigante.
En
el caso de Lula es diferente. Ha tomado una posición, lo que llama él «cambio
de narrativa» en el caso venezolano, pero que en esta reunión de París empieza
a aceptar que la situación es un poco más compleja y que esas elecciones sí
deben cumplir un mínimo porque sin una negociación previa ese proceso electoral
va a tener muchísimas dificultades.
Lastimosamente
veo el hecho de que el fondo social no se haya podido implementar como algo que
hay que resolver cuanto antes. Si no somos capaces de resolver el problema
humanitario, que nos afecta a todos, la construcción de confianza para poder
empezar a estructurar las garantías judiciales, electorales y políticas que
permitan llevarnos a un proceso electoral que sea aceptable internacionalmente,
que es algo que no solo quieren los Estados Unidos o países europeos sino
incluso la propia izquierda como Lula, Petro o Boric.
—Entonces,
¿es posible el retorno efectivo a México o el chavismo se inclina más a
negociar individualmente con algunos países bajo la anuencia de la Plataforma
Unitaria?
—Creo
que ese proceso hay que ir construyéndolo para poder retomarlo. También creo
que parte del problema principal que ha tenido México tiene que ver con dos
factores. El primero, es que los Estados Unidos no son una parte formal de este
proceso pero en la práctica terminan siendo un actor muy principal en cuanto a
acuerdos. Eso lo digo de cara a lo que me parece que México tiene que hacer
ahora, que es hacer cumplir los acuerdos que ya se han firmado.
Hay
dos acuerdos que ya se hicieron. Uno en septiembre de 2021 poco después del
inicio de ese proceso, que era la creación de una comisión social para abordar
el tema humanitario. Nunca fue creada y me parece fundamental su
funcionamiento. La segunda es un trabajo público conjunto entre chavismo y la
oposición, que no tiene que ser privado, que debe mostrar una capacidad
conjunta de poder realmente implementar ese fondo social.
Al
final al chavismo le importan las sanciones, pero le importa más el poder. Y la
oposición se mantiene muy escéptica de este proceso de negociación porque cree
que el chavismo nunca va a aceptar los requerimientos mínimos para poder
avanzar en una solución electoral. Creo que ese fondo social es un elemento
central. En la reunión de París y también de Bogotá aparece ese tema, y creo
que un esfuerzo en esa dirección, desinteresado de todas las partes, es
fundamental. Sin eso difícilmente vas a poder retomar México y va a pasar lo
que está ocurriendo, que hay canales alternativos de negociación que se han ido
tejiendo para tratar de llegar a acuerdos que no necesariamente van a
tener el respaldo de todos los actores.
Sin
eso podemos ir a unas elecciones presidenciales, pero van a ser unas
presidenciales que se avizoran como lo que estamos viendo, que van a ser tremendamente
conflictivas y donde el proceso va a generar muchísimas desconfianza y no va a
poder ser validado internacionalmente.
—¿Ninguno
de los actores tiene el camino allanado para 2024?
—Ninguno
de los actores hoy tiene ese camino allanado, pero ninguno de los actores
tampoco ha renunciado a buscar soluciones a ese problema. Eso es relevante. En
los últimos procesos de negociación un actor u otro se levantaba de la mesa,
como el caso de la primera negociación de Oslo a pesar de que se había avanzado
bastante en la agenda. Creo que el hecho que todos los países, no solo Estados
Unidos, sino Francia, Colombia, Chile, Brasil, Argentina, reconozcan que ese
proceso es fundamental, es lo único que nos garantiza a nosotros no solamente
una elección sino empezar una reinstitucionalización del país que me parece
fundamental para Venezuela.
—¿Cómo
la oposición puede conectar con esas personas que no votarán en primarias o
están totalmente alejadas de la política?
—En
el pasado han votado entre 10% y 14% del voto opositor en las primarias. Según
las encuestas que he visto, ese promedio está básicamente en los mismos
niveles. Para mí el reto no son solo las primarias, porque al final del día
tienes que ganar el voto opositor fuera de las primarias y ese voto es más
heterogéneo de lo que nosotros imaginamos, que es lo que mostraron las
elecciones de 2021. No son elecciones equiparables a una presidencial,
evidentemente, pero sí nos dicen que si no hay una unidad o alianza amplia, que
vaya más allá del voto duro opositor, la capacidad de ganar o perder es muy
alta.
En
las regionales se perdieron 15 gobernaciones y decenas de alcaldías porque
ningún candidato logró, aún obteniendo la nominación, coordinar más allá del
voto duro. Eso es fundamental.
Hablan
del caso de Barinas. Es muy interesante, algunos dicen que muestra una
coordinación opositora. Sí, es cierto. Es una condición necesaria mas no
suficiente. Lo que mostró Barinas es que hubo apoyos de grupos particulares que
manejaban cerca del 17% de voto duro fuera de la oposición, que decidieron
apoyar a Sergio Garrido y junto con el acuerdo opositor fue que se permitió que
Barinas se ganara cómodamente.
No
es solamente un acuerdo entre opositores, es salir más allá del voto duro entre
opositores. Eso el chavismo lo entiende perfectamente y va a hacer lo imposible
porque eso se dé al fragmentar, no en dos, sino en tres o cuatro partes, lo
mayor posible para poder ganar incluso esa elección en una sola vuelta con una
minoría de votos. La tarea de la oposición es impedir que eso suceda, algunos
de esos impedimentos son por vía institucional, por vía de una negociación,
pero otros son estrictamente de carácter político, es decir, de poder llegar a
acuerdos más allá de los jugadores tradicionales.
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