El Tiempo 24 de septiembre de 2023
Solo el cruce de migrantes en lanchas
entre Necoclí y Acandí genera más de $ 3.000 millones diarios.
Bienvenidos
al Darién, esperamos que lo disfruten, le gritan al grupo de 60 migrantes que
acaban de arribar, con niños en brazos y maletas, en mototaxis y motocarros al
lugar, en las afueras de Acandí, donde queda la entrada a esta inhóspita selva.
A la derecha hay un cultivo de plátano, y a la izquierda, un camino destapado que se pierde en la maleza. En el medio están unos hombres uniformados con camisetas rosadas, que llaman asesores y ordenan al grupo, que son marcados con brazaletes que usan en los parques de diversiones, mientras unos metros atrás ocho hombres armados, que se mueven en 4 camionetas Toyota Hilux, vigilan que no haya contratiempos. Ellos son los que controlan ese camino de barro, que es la única entrada al llamado Tapón del Darién, que lleva de Colombia a Panamá en ocho días de travesía a pie. Es el punto de no retorno para los migrantes que entran a Colombia en busca de conseguir el sueño americano. Pasar por allí tiene un precio alto, ya sea en dólares o con la vida. Pero por acá no se migra, se es traficado.
Era la
1:10 de la tarde del domingo 17 de septiembre. Apenas bajamos y dimos unos
pasos a la entrada del primer campamento en el poblado chocoano, nombrado el “albergue”,
los de camisa rosada nos hacen pasar pero luego se percatan que somos
periodistas, nos sacan y nos llevan a una plataforma con techo en la entrada.-¿quién
eres? ¿Quién te dio permiso de venir acá? - Nos dijo un hombre alto, con sobrepeso,
canoso y un corazón tallado con cuchilla en su parietal derecho.
-Buenas
tardes, estimado, somos periodistas y vinimos a hablar con los migrantes -Le
decimos.
-Ahh,
periodista, pero tú no sacaste permiso para venir acá.
Negro,
llámame a “Maradona” para ver si los atiende -Responde el hombre, que viste
camiseta polo negra y carga un bolso Gucci negro en cuero, donde guardaba el
arma con la que nos iba a volver a preguntar si no decíamos la verdad.
Mientras
esperamos afuera 15 minutos a que “Maradona” apareciera, unos 500 migrantes más
llegaron al campamento, eso era hora pico en el flujo de migrantes.
“Bienvenidos
al Darién”, les repetían sonrientes los “asesores”.
Al
fondo hay cuatro casonas donde en unas venden comida y artículos de
supervivencia, como creolina, carpas, botas y condones, que sirven para
proteger el celular y el dinero de la lluvia, y en otras duerman los “asesores”
y los de seguridad.
Los
migrantes, que en el día se pelean por la sombra de un árbol del albergue,
deben dormir en el suelo o pagar 10 dólares por una hamaca. Tienen las caras
largas y marcas de picaduras de mosquito. Unos hablan por teléfono mientras otros
hacen fila para sacar dólares de una oficina de Western Union, que opera en
este recóndito lugar.
Los
migrantes que negociaron el paso cargando droga o haciendo favores a la red de
trata duran un día en el albergue; los que llegaron inocentes, muchas veces
engañados por familiares o amigos que pasaron antes, deben esperar hasta 5 días.
No pueden salir, están prácticamente secuestrados, y quien quiera abandonar
antes de empezar, debe dejarlo todo para salir del perímetro asegurado por las
autodefensas, el cual está marcado por grafitis de pintura negra sobre carteles
y paredes: AGC.
Tal es
la desesperanza para los extranjeros en Acandí, que habitantes del pueblo
aseguraron que algunos han salido de allí y terminan suicidándose en el muelle.
El camino
para llegar a este recóndito lugar del Golfo de Urabá no ha sido fácil, a
cuesta cargan una cruz de meses. La primera parada es Necoclí. En este punto es
cuando empieza a operar a toda marcha la bien aceitada maquinaria delictiva.
Los
reciben los “guías turísticos” o “asesores”, la forma para referirse a los “coyotes”
en el pueblo, quienes los agrupan según sus nacionalidades. Enrique*, un coyote
que instruye a los migrantes y que pide no dar su nombre real, confiesa que
todo el proceso está cuidadosamente estudiado y ejecutado por los cabecillas de
las AGC para destruir el espíritu de los migrantes y llevarlos a un callejón
sin salida.
“Los
chinos se hospedan en los hoteles que tienen en la ciudad los principales
funcionarios y líderes comunitarios del pueblo que trabajan, como casi todos,
con los jefes (el “clan del Golfo”). A los haitianos, que antes eran mayoría,
los llevan a las casas que ya tienen cuadradas en el barrio El Caribe, donde
les explican el siguiente paso. Y a los venezolanos los mandan para la playa,
ellos no importan al principio”, revela Enrique.
La frontera
entre el paraíso turístico y el averno es un puente de tres metros de largo que
divide a la Necoclí antioqueña de la Necoclí venezolana, como llaman al barrio
El Caribe, un sector de 48 manzanas que es el epicentro del tráfico de migrantes
y la explotación sexual.
En la
primera hay turismo, en la otra hay cientos de venezolanos acampando en la
arena.
En El
Caribe, bien temprano en la mañana o tarde en la noche se pueden ver pasar las
procesiones de haitianos. Son menos que hace un año y los ocultan muy bien.
Cifras
de la Defensoría del Pueblo emitidas en abril de este año dan cuenta de que
desde 2021, cuando comenzó la diáspora de haitianos por El Darién, el flujo de
estos migrantes ha disminuido notablemente, pasando de 80 mil a 20 mil en 2022
y 16 mil este 2023.A estos haitianos los hospedan en las casas de El Caribe,
donde les cobran 10 dólares a cada uno por cada noche que están ahí y les
explican cómo van a cruzar la frontera.
”Lo
primero es contarle el proceso regular de los 350 dólares y lo que les espera
en Acandí. Les explicamos todo lo más horrible posible para que se asusten y
acepten cruzar de la otra forma, que dura solo 3 días si nos llevan una
mercancía (droga)”, detalla Enrique.
El
coyote explica que a los que no quieren hacer el trato no se les obliga, pero
cuando les toque pasar por los muelles del barrio no habrá consideración, y
menos al llegar a Acandí.
Los
que sí acceden a llevar la droga salen de las casas a medianoche en motocarros
contratados por los jefes de las zonas, entre ellos se destaca un pastor
cristiano que en cuestión de un año convirtió su casa en ruinas en un edificio
de 3 pisos donde alberga a cientos de haitianos, también los hospeda en las
casas de sus vecinos, pagándoles una parte de lo que les cobra por noche a cada
haitiano.
Los motores
pequeños rugen cuando el reloj marca el cambio de día y pasan las olas de
haitianos por las calles del pueblo. En un tramo pasan a una cuadra del cuartel
de la Policía Nacional.
Un
funcionario del gobierno local asegura que lamentablemente todas las instituciones
en Necoclí están contaminadas por las AGC.
”Aunque
no quieran deben trabajar para ellos, quien se opone desaparece”, dice.
Los
haitianos llegan hasta un muelle escondido a la salida de Necoclí, suben a lanchas
y viajan 5 horas hasta un punto desconocido de la selva donde el “clan del
Golfo” los recibe, les quitan la droga y los requisan hasta en las vías anales.
Los que pasen el denigrante filtro caminan tres días hasta Bajo Chiquito, en primer
pueblo panameño sobre la frontera. Ese trayecto, dominado por pandillas del
vecino país, es el más peligroso de la travesía.
Pero
la peor parte de este tráfico humano la viven los venezolanos. La frase de “la
basura se queda en la playa” la dijo el mismo coyote cuando se refirió a ellos.
“Los “venecos”
que llegan casi siempre están sin plata y no quieren colaborar, entonces toca
debilitarlos”, dice.
Lo
primero es que se queden en la playa para que vivan las inclemencias del clima.
De día un sol inclemente y de noche, si llueve, unos vientos que se llevan
volando sus carpas, a veces hasta con niños pequeños dentro.
Pero
los venezolanos apenas llegan al sector comienzan a averiguar cómo seguir hacia
Acandí, entonces es cuando les ponen cuotas altísimas que los desaniman.
“De
entrada les pedimos hasta 500 dólares, pero siempre les bajamos a 350 porque
sino nunca van a poder pasar y el negocio no es ese. Muchos ya vienen con esos
350, otros duran meses en conseguirlos y otros saben que nunca lo van a lograr,
pero esos son los que más nos interesan”, dice.
Es en
ese punto de desesperanza absoluta cuando los guías turísticos” les ofrecen
opciones de trabajo.
“Si en
la familia hay una niña bonita, les ofrecen que la prostituyan y así se gana rápido
su plata para cruzar, aunque a veces ellas lo hacen solitas. Si la familia
tiene muchos niños les ofrecen pasar droga con los niños, porque en la selva a
esos niños los cuidamos y eso les da seguridad a los padres, y si son puros
hombres los ponemos a trabajar en el camino cargando a los niños o el equipaje
de los que sí pagan”, precisa el coyote.
Sobre
el precio de los pasajes, el director de Migración Colombia, Carlos Fernando
García, señala que la funcionaria local -encargada de verificar que no existan
abusos a los migrantes- les informó que eran 40 dólares, sin embargo el cobro
se hace por diversas vías. La funcionaria es solo una y no da abasto para
verificar todo, y frente a ella se cuentan los fajos de dólares sin que pueda
intervenir de ninguna manera.
El
alto funcionario manifestó que entiende la condición en la que está Necoclí y
sabe que no se puede confiar en las empresas locales de transporte por la
presencia de las AGC en la zona. Además, señala que el poco control por parte
de la institución es a nivel nacional por cuestión de infraestructura, pero que
ya están trabajando en un plan para “apretar el control migratorio en el municipio”.
Ese día
hay unos 800 venezolanos en la playa de “El Garra”, como la llaman.
Entre
ellos está Martín, un niño de 11 años.
“Ya
estoy listo para quemarme”, dice, al referirse que está preparado para cruzar
el Darién. Su mamá ya pagó 1.050 dólares para que, junto a su esposo, los tres
pudieran salir al amanecer a Acandí.
Mientras
los migrantes pagan ese valor, a los colombianos les cobran el valor real del
viaje: 75 mil pesos. Si no tienen cédula nacional, el precio es en dólares.
Martín ve todo como una aventura, dice que tienen la creolina lista para las
culebras y que ha estado entrenando para cargar su maleta y la de su mamá por
el camino.
“Ya
levanto como 20 kilos”, comenta el niño, que no pesa más de 25 kilos, mide
menos de 1,1 metros de altura y se le marcan casi todas las costillas.
El niño
estaba esperando que llegara la comida que unas monjitas les iban a dar, la
cual nunca llegó, había demasiadas bocas que alimentar y poca comida.
Horas
después, Martín estaba pidiendo comida entre lágrimas en el restaurante El
Ganadero. Le dieron dos patacones y un trozo de tilapia. La cara le cambió y se
fue corriendo entre carcajadas a encontrarse con sus papas, que le quitaron la
comida y lo mandaron a otro restaurante de la plaza del pueblo a aplicar la
misma estrategia. Ya ese plan estaba afinado, llevaban 2 meses ejecutándolo.
Apenas
sale el sol comienzan a zarpar del puerto de Necoclí las lanchas para cruzar
casi en línea recta hacia Acandí.
El
servicio es de las empresas Katamaranes del Darién o El Caribe S.A.S, quienes
pasan reporte a Migración Colombia de cuantos llevan a diario. Son unos 2 mil
por día. Los migrantes, casi todos venezolanos, esperan a la izquierda del
muelle, y los turistas a la derecha. Salen 77 migrantes por lancha al menos 16
veces por día. Es decir, por cada lancha reciben 26.950 dólares (107 millones
de pesos aproximadamente). Avianca, por ejemplo, gana 61 millones por viaje,
aproximadamente, en 2022. Lo primero que entra a la lancha es el equipaje en
bolsas negras para que no se moje, luego las familias.
“Héctor
Varón, 12 pasajeros”, dicen por un micrófono y aparecen Héctor y sus 12
familiares y amigos caminando hacia el muelle para subir a la lancha de 4 motores
Suzuki 300.Unos niños van felices y otros lloran y son prácticamente
arrastrados por sus padres mientras gritan que no se los lleven, que se queden
ahí. Una vez que todos tienen sus chalecos salvavidas salen a la mar.
El
lanchero acelera a fondo los propulsores y desde el muelle sueltan la frase: “Les
deseamos un feliz viaje a la libertad”. “Feliz viaje” sí, claro, “mamahuevo”,
dice un migrante del grupo. En 100 minutos se llega a Acandí.
Ya en
este poblado, que pertenece a Chocó, se separan los migrantes de los locales y
turistas. Todos hacen un transbordo en un muelle flotante a dos kilómetros del
pueblo. Los segundos se bajan en el muelle de Lucas y pueden seguir al pueblo,
los migrantes se adentran mucho más a un muelle escondido donde los esperan
directamente los motocarros que los lleva de inmediato al “albergue”.
En el
lugar hay unos 500 migrantes sentados en el suelo con las miradas perdidas. Ahí
están los “guías” de rosado y les comienzan a explicar cómo pasarán el Darién,
el dinero que deben dar y las formas de conseguirlo. La mayoría con los
bolsillos vacíos empiezan a hacer cuentas.
Un plato
de comida con arroz, fríjoles y carne molida cuesta 15 dólares, una botella con
agua 5, dormir en hamacas cuesta 10 y cuando les permitan pasar a la selva la
cruzada del primer río cuesta 40 dólares más. Al final, cada migrante puede
gastar entre 600 y 800 dólares para cruzar la selva.
Pero
con tantos cobros se les va el dinero a la mayoría de ellos, y cuando se quedan
sin efectivo se ven obligados a acudir a los mismos criminales que ofrece el
grupo armado.
“Nos
tienen bajo el sol y la lluvia, no nos ayudan con nada y todo nos lo cobran. La
comida, todo. Vendimos todo lo que teníamos en Venezuela para llegar hasta acá,
y llevamos dos días que no comemos”, dice una joven venezolana muy delgada con
una bebé de tres meses en brazos, que arde en fiebre, que no tiene plata para
la consulta médica que tienen allí y sale a pedir ayuda.
Los
que completan el dinero para el cruce le ponen sus manillas y los llevan a la
entrada de la selva, donde los despiden con el sarcástico “Bienvenidos al Darién,
esperamos que lo disfruten”.
El
camino comprende 4 campamentos sin contar el albergue, se llaman según su
nombre numérico y en todos ellos la infraestructura es similar a la del
albergue, solo sin oficinas de Western Union.
En el
camino a quienes se les acaben los dólares deberían unirse a los que desde
antes están pasando droga o cargando equipajes o niños.
Deben
cruzar ríos en cadenas humanas para que las corrientes no los arrastren y
desaparezcan, deben lidiar con mosquitos con malaria, fiebre amarilla y dengue,
tarántulas y serpientes venenosas.
En el
camino muchos encuentran los restos de migrantes que perecieron en la travesía
o que no se “adecuaron” a las reglas del “clan del Golfo”.
Según
cifras de Organización Internacional para la Migración o (OIM, por su sigla en
inglés) solo en el 2022 fueron 141 personas muertas o desaparecidas, casi
triplicando las 51 del 2021.
En el
cuarto campamento, los que se quedaron sin dólares y recibieron “ayudas” deben
cumplir con su última parte del pacto criminal con el “clan del Golfo”. “Los
compañeros les piden que les escriban a todos sus familiares y amigos contándoles
que el paso es tranquilo y seguro, y que ellos ya coronaron y les van a mandar
plata para que crucen, que les avisen cuando estén en Necoclí”, cierra el
coyote.
Es de
esta forma que cada vez se amplía la red de tráfico humano en el Darién en
manos del “clan del Golfo”, pues por cada migrante que cruzaron les llegan 3 o
4 más. Es por este modus operandi que -de acuerdo con estadísticas oficiales-
más de 250.000 personas atravesaron la peligrosa zona en el 2022 y, según un
informe de Naciones Unidas, ya van 330.000 este 2023, y serían medio millón a
fin de año, muchos bajo engaños.
“Antes
de venir acá una prima en Estados Unidos me dijo: “Yo me voy en avión, solos
los animales van por la selva”. Me dio rabia y no le he vuelto a hablar. Pero
creo que sí tenía razón”, fue lo último que nos dijo Héctor el día antes de
salir de Necoclí, pues ya sabía lo que aguardaba por él y su familia en Acandí.
Invitamos
a suscribirse a nuestro Boletín semanal, tanto por Whatsapp como vía correo
electrónico, con los más leídos de la semana, Foros realizados, lectura
recomendada y nuestra sección de Gastronomía y Salud. A través del correo
electrónico anunciamos los Foros por venir de la siguiente semana con los
enlaces para participar y siempre acompañamos de documentos importantes,
boletines de otras organizaciones e información que normalmente NO publicamos
en el Blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico