Adolfo P. Salgueiro 21 de octubre de 2023
@apsalgueiro1
Se
acaban de anunciar los resultados de la negociación acordada en Barbados entre
el oficialismo y la Plataforma Democrática opositora. Tal como era de suponer,
voceros de ambas partes dan distintas interpretaciones a lo acordado,
especialmente en el campo democrático donde la actuación del equipo negociador
es objeto de muchas críticas que más bien están sirviendo para ahondar
divisiones justamente a días del acontecimiento clave de mañana: las primarias.
Por
tal razón, nos permitiremos hacer algunas precisiones que, inevitablemente,
contendrán opiniones personales de este columnista cuya única ambición es el
retorno de la democracia para nuestra Venezuela sin perjuicio de nuestro apoyo
inequívoco a la candidatura de María Corina Machado.
En primer lugar, hay que estar claro en lo que es una “negociación” y lo que es una “rendición”.
Negociación
es un “tira y afloje” en el que cada una de las partes aspira a un resultado,
para el cual es necesario hacer algunas concesiones. Cada parte empieza con su
“aspiración máxima” y concluye con un resultado práctico que suele estar
ubicado más lejos o más cerca de esa aspiración máxima según sean las
condiciones de la negociación, sus fortalezas o debilidades, la
representatividad y habilidad de los negociadores, etc.
El
concepto anterior difiere sustancialmente del de una “rendición”, que es cuando
una de las partes ha conseguido una posición de predominio que le permite
dictar las condiciones que la otra debe aceptar. Lo ocurrido en Barbados es una
negociación. Lo ocurrido en Reims en mayo de 1945 y en Tokio en septiembre del
mismo año son capitulaciones impuestas por la victoria militar de una de las
partes -los “Aliados”- sobre la otra -Alemania y Japón-. No es el caso de
Barbados, donde cada parte tuvo algo que ofrecer a cambio de algo que le
interesaba.
A la
luz de la diferenciación anterior este columnista estima que los resultados
obtenidos distan de los aspirados por la oposición, pero no pueden ni deben ser
valorados como una rendición ni mucho menos una traición a los ideales
democráticos frente a un régimen dictatorial, tal como lo expresan algunos de
los análisis más fundamentalistas de lo acordado. Ni la dictadura pudo eludir
algunas de las aspiraciones de la contraparte (fecha de las elecciones,
observadores, etc.) ni la delegación opositora pudo obtener todo lo que hubiera
sido deseable. Por eso es que esto se denominó negociación, o sea, “dando y dando”.
Para
poder evaluar el éxito o fracaso de una negociación es indispensable tener en
cuenta las fortalezas y debilidades de cada parte y no solamente quién tiene la
razón o quién está del lado “bueno”. Por eso es que la caracterización de las
partes se definió como “el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela” y
por la otra “la Plataforma Unitaria de Venezuela”, lo cual implica “malgré
moi”, el reconocimiento que cada una de las partes hace de la otra. De no
ser así nada se pudiera conversar ni mucho menos acordar.
El
“gobierno” tiene fortalezas difíciles de ignorar: la estructura estatal, el
control de los poderes públicos, de los recursos, de la fuerza etc. La
oposición cuenta con un apoyo popular determinante; pero, por encima de todo,
cuenta con la posibilidad de convenir en la suavización de las sanciones
internacionales, especialmente las de Estados Unidos que son las más gravosas.
Valga aclarar que este último punto –nuestra fortaleza fundamental– no depende
solo de nuestros negociadores sino de la aceptación por parte del gobierno de
Estados Unidos, que, a través de su Departamento del Tesoro, es el que
mantiene, flexibiliza o levanta las sanciones. Ya en las primeras horas ha
podido comprobarse que esta realidad (nuevas licencias petroleras etc.)
ha estado presente para el logro de las modestas concesiones obtenidas.
No
debe dejar de tenerse en cuenta el asunto de la fecha en que los anuncios se
han hecho. Una negociación que ha venido gestándose desde hace tiempo solo se
anuncia días antes de las elecciones primarias, lo cual no puede interpretarse
solo como una coincidencia sino -en nuestra opinión- como una estrategia del
gobierno para producir precisamente lo que se está produciendo: discrepancia
entre el bando opositor acerca de la bondad o no de los acuerdos alcanzados.
Bueno sería pulsar la opinión de Roland Carreño, Requesens y demás presos hasta
ahora liberados frente al apresurado otorgamiento de licencias de
flexibilización expeditamente firmadas por la administración norteamericana.
Muy
cierto es el hecho de que la delegación de la Plataforma Unitaria dista mucho
de ser representativa del bando democrático cuando sus integrantes –que
pudieron a lo mejor tener legitimidad en la etapa de México (2021)– hoy
juntos no acumulan ni 10% del electorado, mientras la opción ultramayoritaria,
María Corina Machado, concentra alrededor del 60% según casi todas las
encuestas y también teniendo en cuenta que algunos integrantes de la tal
Plataforma Unitaria han sido o son saboteadores abiertos o encubiertos
del proceso de primarias sabiendo que su resultado no favorecerá a sus
candidatos. De allí pues que MCM haya puesto sus más que razonables reclamos.
También
es cierto que las reiteradas invocaciones a la “Constitución y la ley” que
arropan las promesas hechas por el gobierno lucen como un “saludo a la bandera”
siendo que la interpretación de ellas queda en manos de poderes que no son el
Ejecutivo, pero que sí obedecen perrunamente a las órdenes de Miraflores, lo
cual, de paso, revela sin rubor alguno lo que irán a ser dichas
interpretaciones. Estimamos que en un verdadero “Estado de Derecho” tal
monstruosidad no pudiera ni ser soñada, pero… en la Venezuela de hoy no
existe el “Estado de Derecho”, lo cual expone todo lo acordado a unas interpretaciones
que se expresarán a tenor de los dictados del régimen. Eso solo hace que este
columnista dude más que razonablemente de la voluntad del gobierno de cumplir
nada de lo acordado. Ya lo han hecho antes, varias veces. Las infames
declaraciones de Jorge Rodriguez ofrecidas a poco de la firma del acuerdo así
lo anuncian.
Para
quienes estiman que nuestra opción democrática no logró mucho, vale la pena
tener en cuenta que el tema de las sanciones tampoco lo controla la dictadura,
sino que es el gobierno de Estados Unidos el que las administra, que la
flexibilización o reinstalación de las mismas es a seis meses y sujetas a
re-evaluación según el cumplimiento del calendario político y electoral
acordado. Aquí vale la pena estar claros que esta decisión dependerá del
interés de Washington, no del de Caracas y está claro que en la misma
administración Biden hay duros (Blinken, Nichols,etc. y “ blandos” (Juan
González); y también que con el estallido de la violencia en el Medio Oriente
Venezuela ha dejado de ser el centro de la preocupación norteamericana.
En
cuanto a las inhabilitaciones este columnista opina que el gobierno hará todo
lo posible, e imposible, por mantenerlas, pues de levantarlas y enfrentar una
elección libre su salida de Miraflores luce inevitable. En este punto también
queda evidente que su solución dependerá de la evaluación que los distintos
actores, incluyendo el gobierno norteamericano, hagan en cada etapa.
Por
último, quede claro -desafortunadamente- que en esta situación no es suficiente
tener la razón sino combinarla con las circunstancias. El gobierno, como es
obvio, no quiere facilitar nada porque, si lo hace, sale de Miraflores
como “corcho de limonada” listo para que sus referentes tengan que enfrentar al
pueblo, a la justicia nacional e internacional y a la historia, en ninguno de
cuyos planos saldrá bien parado.
Para
la oposición, sin perjuicio de las opiniones más diversas, no está de más saber
que por los momentos “esto es lo que hoy hay”,aunque lo deseable hubiera sido
mejor. Así pues, opinamos que lo que todos debemos hacer es unirnos en torno a
los escasos logros obtenidos y no dividirnos por lo que pudo haber sido.
Adolfo
P. Salgueiro
@apsalgueiro1
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