- Una colección con 705 ejemplares de peces que son patrimonio para Venezuela y la humanidad está resguardada en Caracas, en la Fundación La Salle de Ciencias Naturales.
- Sin embargo, esta importante colección corre el riesgo de perderse debido a la falta de recursos.
- Los problemas de transporte y la dificultad para llegar hasta las zonas de investigación son también uno de los principales obstáculos para la Fundación.
- A pesar de la adversidad, un equipo de dos investigadores lidera la evaluación del estado de conservación de más de 90 especies de peces para la Lista Roja de la IUCN y trabaja para salvar la enorme colección de especies.
Lasso-Alcalá tiene más de 50 años y el cabello grisáceo recogido en una coleta. Mira sobre sus lentes de aumento y camina pausadamente entre las estanterías del Museo de Historia Natural La Salle de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales, en Caracas, Venezuela, como lo ha hecho desde hace 33 años. Es español, pero tiene más de 40 años viviendo en el país que considera su hogar. Repasa la fórmula para la preservación de las especies: Siete partes de alcohol etílico al 70 % por tres partes de agua. Revisa sus estanterías y se da cuenta que el alcohol etílico se ha evaporado de algunos frascos y no tiene cómo reemplazarlo.
Peces preservados en alcohol encontrados en el Río Guaire, un afluente contaminado que atraviesa el Valle de Caracas en Venezuela. Foto: Valeria Pedicini.
El investigador Lasso-Alcalá es el único curador de una colección biológica de 250 000 ejemplares, 32 000 frascos con 1800 especies de peces de toda Venezuela y otros nueve países. Aproximadamente 705 ejemplares de esos peces son patrimonio para el país y la humanidad.
A su equipo se suma un colaborador: el explorador e investigador asociado Ivan Mikolji. Los dos custodian un registro único de especies acuáticas procedentes de todas las cuencas hidrográficas y ecorregiones marinas de Venezuela. La colección a su cargo también reúne 15 500 ejemplares representativos de unas 100 especies, provenientes de cuencas hidrográficas de otros nueve países: Colombia, Brasil, Bolivia, Argentina, Guyana, Perú, México, Estados Unidos y España.
“Cuidamos y mantenemos el acervo biológico, lo custodiamos y recuperamos porque siempre ha estado allí. Siempre lo hemos estado protegiendo. Todos los ejemplares que hemos registrado son prueba de que hay muchas especies que existieron y desaparecieron de ciertos lugares o que son especies introducidas. Estos no son animales botados ahí en estanterías sin uso, son una prueba de la biodiversidad que tenemos dentro y fuera del país”, señala el curador.
Esta colección de peces se extiende y colabora además con otras estaciones y centros de investigación de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales en Venezuela, como lo son el Museo Oceanológico Hermano Benigno Román en la Estación de Investigación Marina de Margarita (EDIMAR), la Estación de Investigaciones Hidrobiológicas de Guayana (EDIHG) y la Estación Andina de Investigaciones Ecológicas (EDIANDINA).
El patrimonio biológico para la humanidad
Durante mucho tiempo, la importancia del conocimiento científico generado a partir de estas colecciones biológicas existentes en el Museo de Historia Natural La Salle ha sido documentada en libros, monografías y artículos científicos y divulgativos. Sin embargo, esta colección ha sido golpeada por la crisis económica y sociopolítica venezolana. Necesita recursos financieros para su mantenimiento y conservación. De lo contrario se perderá, aseguran los expertos.
El investigador Lasso-Alcalá busca un frasco en su amplia colección de peces de agua dulce que están divididos en varios grupos, siendo el principal las sardinas de agua dulce. Foto: Valeria Pedicini.
Esta colección de peces se extiende y colabora además con otras estaciones y centros de investigación de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales en Venezuela, como lo son el Museo Oceanológico Hermano Benigno Román en la Estación de Investigación Marina de Margarita (EDIMAR), la Estación de Investigaciones Hidrobiológicas de Guayana (EDIHG) y la Estación Andina de Investigaciones Ecológicas (EDIANDINA).
El patrimonio biológico para la humanidad
Durante mucho tiempo, la importancia del conocimiento científico generado a partir de estas colecciones biológicas existentes en el Museo de Historia Natural La Salle ha sido documentada en libros, monografías y artículos científicos y divulgativos. Sin embargo, esta colección ha sido golpeada por la crisis económica y sociopolítica venezolana. Necesita recursos financieros para su mantenimiento y conservación. De lo contrario se perderá, aseguran los expertos.
Para evitarlo, el equipo de científicos está desarrollando alianzas de colaboración con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para la identificación de especies y otros proyectos como la elaboración de catálogos de “Material Tipo”, un trabajo que es básico para la descripción de especies.
El Material Tipo es uno o varios ejemplares de la especie que sirven como base física para la descripción de una nueva especie. En base a él se determinan las diferencias morfológicas, cromáticas y genéticas, datos que justifican el nombre científico de la especie y permite la comparación entre varios ejemplares existentes.
Cuando el equipo determina que una especie es nueva para la ciencia (no cuenta con nombre y descripción) a su primer ejemplar se le determina “Holotipo”. Luego se procede a compararla con otros ejemplares de características similares, conocidos como “Paratipos”. Si luego del estudio se determina que hay pocas o ninguna semejanza con las especies ya registradas, se puede considerar que esta especie es única y nueva para la ciencia. A partir de ahí, estos ejemplares Tipo (holotipo y paratipos) pasan a ser parte del museo como Patrimonio Biológico de la Humanidad, ya que representan una prueba física de la historia y la diversidad de la vida en nuestro planeta.
La colección de Material Tipo del Museo de Historia Natural La Salle es de las más importantes de América Latina, conformada por 705 ejemplares, de aproximadamente 72 especies nominales descritas desde 1949 hasta la fecha y, para el investigador Lasso-Alcalá es uno de los principales motores que impulsa la investigación. El último trabajo de esta categoría fue elaborado a finales de la década de los noventa, hasta hoy el número de especies se duplicó y es necesario publicar un nuevo inventario de este tipo.
El investigador sostiene una muestra genética de un pez conservada en congelado. Generalmente estas muestras son pequeños pedazos de aletas o escamas. Foto: Valeria Pedicini.
El Material Tipo es uno o varios ejemplares de la especie que sirven como base física para la descripción de una nueva especie. En base a él se determinan las diferencias morfológicas, cromáticas y genéticas, datos que justifican el nombre científico de la especie y permite la comparación entre varios ejemplares existentes.
Cuando el equipo determina que una especie es nueva para la ciencia (no cuenta con nombre y descripción) a su primer ejemplar se le determina “Holotipo”. Luego se procede a compararla con otros ejemplares de características similares, conocidos como “Paratipos”. Si luego del estudio se determina que hay pocas o ninguna semejanza con las especies ya registradas, se puede considerar que esta especie es única y nueva para la ciencia. A partir de ahí, estos ejemplares Tipo (holotipo y paratipos) pasan a ser parte del museo como Patrimonio Biológico de la Humanidad, ya que representan una prueba física de la historia y la diversidad de la vida en nuestro planeta.
El científico Oscar Lasso- Alcalá, toma medidas y características taxonómicas de algunos peces que están en su colección. Foto: Valeria Pedicini.
La colección de Material Tipo del Museo de Historia Natural La Salle es de las más importantes de América Latina, conformada por 705 ejemplares, de aproximadamente 72 especies nominales descritas desde 1949 hasta la fecha y, para el investigador Lasso-Alcalá es uno de los principales motores que impulsa la investigación. El último trabajo de esta categoría fue elaborado a finales de la década de los noventa, hasta hoy el número de especies se duplicó y es necesario publicar un nuevo inventario de este tipo.
Son más de 15 las especies nuevas para la ciencia que falta describir, pero para hacerlo se requieren muchos estudios y recursos, explica Lasso-Alcalá. Por otro lado, el experto agrega que es crucial sacar a la luz pública el catálogo de Tipos que los investigadores documentan en el museo, para mostrar a la comunidad científica y en general que se trata de un material que es patrimonio biológico de la humanidad. Eso permitiría levantar fondos para que la colección siga existiendo.
“Sin tener fondos propios, necesitamos ayuda nacional e internacional para custodiar y salvaguardar las colecciones de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales”, dice Lasso-Alcalá, puesto que “sin los recursos y el personal adecuado, las instalaciones y equipos se perderán”, asegura.
Una alianza por la conservación
En Venezuela, solamente hay dos organizaciones que colaboran con la UICN: Provita, una organización para la evaluación y conservación de los ecosistemas de Venezuela y Vitalis, una asociación civil para el desarrollo de soluciones socioambientales de los recursos naturales del país. En parte porque es necesario pagar una cuota anual en dólares, y la crisis económica lo hace difícil.
Sin embargo, la UICN tiene otro tipo de integrantes que son las redes de expertos conformadas por científicos voluntarios de todas partes del mundo. Entre ellos está el equipo del doctor Lasso-Alcalá que, durante los últimos dos años, han trabajado en catalogar más de 90 especies para la Lista Roja de la UICN, procedentes de las cuencas hidrográficas del Lago de Maracaibo, Lago de valencia, Mar Caribe, Orinoco, Cuyuní y Golfo de Paria, así como de numerosas cuencas de otros países como Guyana, Surinam, Guyana Francesa y Norte de Brasil. Algunos de estos ecosistemas han sido afectados por la contaminación y acción humana de una forma sin precedentes en la historia de Venezuela.
Jon Paul Rodríguez, ecólogo venezolano y presidente de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN, en entrevista con Mongabay Latam, señala que a los voluntarios les pagan por su trabajo las propias instituciones de las que forman parte. “Todos sus conocimientos y su análisis para la UICN los hacen sin costo para nosotros o a veces por un monto simbólico. Entonces imagínate eso, el trabajo que hacen en La Salle, creo que es heroico”, comenta.
A través de mapas de distribución, registros de colecciones, información taxonómica, de hábitat y abundancia, aspectos de las amenazas y conservación, el equipo de ictiólogos del Museo de Historia Natural La Salle ha logrado enviar a las sedes de revisión de la UICN, en Londres, al menos 75 especies clasificadas. “Nosotros estamos haciendo evaluaciones que tienen 15, 20 y hasta 30 páginas por especie, entonces imagínate, desarrollamos desde hace dos años más de 90 artículos científicos a la vez, una locura”, explica indica el investigador Lasso-Alcalá.
Aunque en Venezuela existe un Libro Rojo de la Fauna Amenazada, liderado por la organización Provita, que permite clasificar a una escala nacional el estado de las especies y sus ecosistemas, para el equipo científico es muy importante el aval internacional de la UICN. Consideran que es la mejor forma de lograr financiamiento extranjero y así llevar a cabo planes de conservación de las diferentes especies que han estudiado en el país. Eso, esperan, les ayudará a desarrollar proyectos que involucren a las comunidades en temas como la reintroducción de especies.
“Hay una idea arraigada en el mundo de la ciencia, se piensa que para que una especie sea prioritaria hay que estar en una alta categoría de riesgo, pero eso es peligroso porque compromete la objetividad científica. Por eso es tan importante el trabajo que están haciendo estos científicos en Venezuela, porque fomenta la idea de que todas las especies merecen conservación, incluso aquellas que no están tan amenazadas”, dice Rodríguez.
La investigación que ya no llega a las comunidades
Hace aproximadamente 10 años, la Fundación La Salle de Ciencias Naturales y el Museo de Historia Natural La Salle trabajaba activamente en el campo. Sólo el investigador Lasso-Alcalá cuenta con más de 250 expediciones científicas, campañas y salidas de campo desde el río Orinoco hasta el Golfo de Paria y con salidas a la Isla de Aves para hacer inventario y biodiversidad de peces. Los investigadores trabajaban en proyectos junto con las comunidades, involucrándolas directamente en las expediciones. Una de estas iniciativas ocurrió en la localidad de El Ramal de Calderas, en piedemonte de los Andes del Estado Barinas, al occidente del país, donde predominan biomas de bosque húmedo con múltiples afluentes de agua que desembocan en pequeñas lagunas y quebradas.
Enmanuel Araujo, docente y agricultor del caserío La Laguna, parroquia Calderas, recuerda haber colaborado con el investigador Lasso-Alcalá en el año 2010: “Estuvimos recorriendo el bosque nublado, fue ahí donde el profesor Oscar hizo dos descubrimientos de la presencia de peces como el corroncho pelado de Calderas y la pelada de calderas. Fue para él una alegría y para nosotros también, como caldereños, saber que aquí había esas especies nuevas para la ciencia”.
También comenta que estos descubrimientos y las investigaciones que se hacían en la región contribuyeron a que se declarara el Parque Nacional Ramal de Calderas, también conocido como el Parque Nacional Doctor José Gregorio Hernández.
El profesor Araujo, quien también se desempeña como guía de ecoturismo en la región, lamenta que ya no haya fondos para seguir financiando regularmente expediciones científicas en la zona: “Es triste que hoy no existan los recursos necesarios para seguir adelante con estos proyectos de investigación científica porque eso ayudaría a conservar las cuencas. Si las comunidades conocieran más a fondo las especies de peces que hay aquí y la importancia que tienen, quizás eso ayudaría a tomar prácticas de conservación, más que todo en las orillas de las cuencas de las principales afluentes de la zona”.
Un explorador
Uno de los colaboradores del Museo de Historia Natural La Salle, Iván Mikojli, no se da por vencido. Mikolji es explorador, fotógrafo y ahora investigador Asociado del Museo de Historia Natural La Salle, con más de 15 años de experiencia documentando la biodiversidad subacuática alrededor del mundo y quien por iniciativa personal comenzó a fotografiar, documentar y recolectar ejemplares de peces entre Colombia y Venezuela para mostrárselos al investigador Oscar Lasso-Alcalá en Caracas.
“Estos trabajos de publicación que hago, en alianza con la fundación, son en su mayoría todas nuevas especies que ni siquiera tienen nombres científicos y están aún evaluándose. Nuestro problema es que no se puede preservar algo que no se sabe que existe, por eso además desarrollé proyectos como el libro Peces del Orinoco, donde creemos en que la empatía puede ayudar a conservar”, indica el explorador.
El equipo también se encuentra trabajando en un libro sobre las plantas terrestres y acuáticas que han encontrado en sus últimas expediciones por la cuenca del río Orinoco. “Desde la cima de los Andes en el noroeste, hasta el mundo perdido cubierto de tepuyes en el sureste (Escudo de Guayana) y a través de las sabanas inundadas, seguiremos fotografiando plantas y peces de agua dulce en famosos ríos como el río Atabapo en el Amazonas”, concluye Mikojli.
Resiliencia frente a la adversidad
Uno de los mayores temores de Lasso-Alcalá es que las colecciones queden abandonadas por completo, ya que algunas de ellas se han ido quedando sin resguardo por falta de personal. Los problemas de logística e infraestructura también son graves puesto que el ambiente para preservar las muestras debe ser muy específico y controlado.
“En el año 2021, medí el impacto y el interés de mi trabajo. Tres evaluaciones para la UICN y cuatro artículos científicos fueron descargados 14 700 veces tan sólo en ese año, eso fue un récord”, dice el investigador, quien asegura que eso es lo que realmente le importa: “Que a las personas no científicas les interese el trabajo que hacemos, no sólo la sociedad científica. El artículo sobre el coral invasivo “Unomia”, que se publicó en mayo del 2021, se ha citado en 18 estudios científicos internacionales y se ha descargado más de 8000 veces. Además, el Astronotus Mikolji, publicado en la revista Zookeys, a la semana tenía 4500 descargas entre la revista y el portal de Researchgate y eso fue un récord. Y bueno, en la editorial se dieron cuenta de eso y nos entrevistaron sobre el tema”, comenta.
El investigador Oscar Lasso-Alcalá tiene una postura radical frente a la importancia de la protección de la historia biológica y ecológica de Venezuela y se mantiene inquebrantable frente a la misión de no sólo preservar la memoria en la fundación sino seguir encontrando, clasificando y conservando nuevas especies en el territorio.
“Sin tener fondos propios, necesitamos ayuda nacional e internacional para custodiar y salvaguardar las colecciones de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales”, dice Lasso-Alcalá, puesto que “sin los recursos y el personal adecuado, las instalaciones y equipos se perderán”, asegura.
Oscar Lasso-Alcalá sonríe en las fachadas de la institución científica Fundación La Salle de Ciencias Naturales en Caracas, Venezuela.Foto: Valeria Pedicini.
Una alianza por la conservación
En Venezuela, solamente hay dos organizaciones que colaboran con la UICN: Provita, una organización para la evaluación y conservación de los ecosistemas de Venezuela y Vitalis, una asociación civil para el desarrollo de soluciones socioambientales de los recursos naturales del país. En parte porque es necesario pagar una cuota anual en dólares, y la crisis económica lo hace difícil.
Sin embargo, la UICN tiene otro tipo de integrantes que son las redes de expertos conformadas por científicos voluntarios de todas partes del mundo. Entre ellos está el equipo del doctor Lasso-Alcalá que, durante los últimos dos años, han trabajado en catalogar más de 90 especies para la Lista Roja de la UICN, procedentes de las cuencas hidrográficas del Lago de Maracaibo, Lago de valencia, Mar Caribe, Orinoco, Cuyuní y Golfo de Paria, así como de numerosas cuencas de otros países como Guyana, Surinam, Guyana Francesa y Norte de Brasil. Algunos de estos ecosistemas han sido afectados por la contaminación y acción humana de una forma sin precedentes en la historia de Venezuela.
La colección de peces marinos, aproximadamente 12 000 frascos en conservación, en el Museo de Historia Natural La Salle. Foto: Valeria Pedicini.
Jon Paul Rodríguez, ecólogo venezolano y presidente de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN, en entrevista con Mongabay Latam, señala que a los voluntarios les pagan por su trabajo las propias instituciones de las que forman parte. “Todos sus conocimientos y su análisis para la UICN los hacen sin costo para nosotros o a veces por un monto simbólico. Entonces imagínate eso, el trabajo que hacen en La Salle, creo que es heroico”, comenta.
A través de mapas de distribución, registros de colecciones, información taxonómica, de hábitat y abundancia, aspectos de las amenazas y conservación, el equipo de ictiólogos del Museo de Historia Natural La Salle ha logrado enviar a las sedes de revisión de la UICN, en Londres, al menos 75 especies clasificadas. “Nosotros estamos haciendo evaluaciones que tienen 15, 20 y hasta 30 páginas por especie, entonces imagínate, desarrollamos desde hace dos años más de 90 artículos científicos a la vez, una locura”, explica indica el investigador Lasso-Alcalá.
Oscar Lasso- Alcalá muestra un grupo de especies conservadas en alcohol, en su colección biológica en el Museo de Historia Natural La Salle. Foto: Valeria Pedicini.
Aunque en Venezuela existe un Libro Rojo de la Fauna Amenazada, liderado por la organización Provita, que permite clasificar a una escala nacional el estado de las especies y sus ecosistemas, para el equipo científico es muy importante el aval internacional de la UICN. Consideran que es la mejor forma de lograr financiamiento extranjero y así llevar a cabo planes de conservación de las diferentes especies que han estudiado en el país. Eso, esperan, les ayudará a desarrollar proyectos que involucren a las comunidades en temas como la reintroducción de especies.
“Hay una idea arraigada en el mundo de la ciencia, se piensa que para que una especie sea prioritaria hay que estar en una alta categoría de riesgo, pero eso es peligroso porque compromete la objetividad científica. Por eso es tan importante el trabajo que están haciendo estos científicos en Venezuela, porque fomenta la idea de que todas las especies merecen conservación, incluso aquellas que no están tan amenazadas”, dice Rodríguez.
Hace aproximadamente 10 años, la Fundación La Salle de Ciencias Naturales y el Museo de Historia Natural La Salle trabajaba activamente en el campo. Sólo el investigador Lasso-Alcalá cuenta con más de 250 expediciones científicas, campañas y salidas de campo desde el río Orinoco hasta el Golfo de Paria y con salidas a la Isla de Aves para hacer inventario y biodiversidad de peces. Los investigadores trabajaban en proyectos junto con las comunidades, involucrándolas directamente en las expediciones. Una de estas iniciativas ocurrió en la localidad de El Ramal de Calderas, en piedemonte de los Andes del Estado Barinas, al occidente del país, donde predominan biomas de bosque húmedo con múltiples afluentes de agua que desembocan en pequeñas lagunas y quebradas.
Enmanuel Araujo, docente y agricultor del caserío La Laguna, parroquia Calderas, recuerda haber colaborado con el investigador Lasso-Alcalá en el año 2010: “Estuvimos recorriendo el bosque nublado, fue ahí donde el profesor Oscar hizo dos descubrimientos de la presencia de peces como el corroncho pelado de Calderas y la pelada de calderas. Fue para él una alegría y para nosotros también, como caldereños, saber que aquí había esas especies nuevas para la ciencia”.
Catálogo a mano realizado por el investigador para registrar cada muestra de pez que llega al museo. Allí escribe todas sus características morfológicas y geográficas. Foto: Valeria Pedicini.
También comenta que estos descubrimientos y las investigaciones que se hacían en la región contribuyeron a que se declarara el Parque Nacional Ramal de Calderas, también conocido como el Parque Nacional Doctor José Gregorio Hernández.
El profesor Araujo, quien también se desempeña como guía de ecoturismo en la región, lamenta que ya no haya fondos para seguir financiando regularmente expediciones científicas en la zona: “Es triste que hoy no existan los recursos necesarios para seguir adelante con estos proyectos de investigación científica porque eso ayudaría a conservar las cuencas. Si las comunidades conocieran más a fondo las especies de peces que hay aquí y la importancia que tienen, quizás eso ayudaría a tomar prácticas de conservación, más que todo en las orillas de las cuencas de las principales afluentes de la zona”.
Un explorador
Uno de los colaboradores del Museo de Historia Natural La Salle, Iván Mikojli, no se da por vencido. Mikolji es explorador, fotógrafo y ahora investigador Asociado del Museo de Historia Natural La Salle, con más de 15 años de experiencia documentando la biodiversidad subacuática alrededor del mundo y quien por iniciativa personal comenzó a fotografiar, documentar y recolectar ejemplares de peces entre Colombia y Venezuela para mostrárselos al investigador Oscar Lasso-Alcalá en Caracas.
“Estos trabajos de publicación que hago, en alianza con la fundación, son en su mayoría todas nuevas especies que ni siquiera tienen nombres científicos y están aún evaluándose. Nuestro problema es que no se puede preservar algo que no se sabe que existe, por eso además desarrollé proyectos como el libro Peces del Orinoco, donde creemos en que la empatía puede ayudar a conservar”, indica el explorador.
Peces arrastrados por el crucero exploratorio Nansen en 1988, a más de 1000 metros de profundidad. Resaltan peces trípodes y sardinas de profundidad. Foto: Valeria Pedicini.
El equipo también se encuentra trabajando en un libro sobre las plantas terrestres y acuáticas que han encontrado en sus últimas expediciones por la cuenca del río Orinoco. “Desde la cima de los Andes en el noroeste, hasta el mundo perdido cubierto de tepuyes en el sureste (Escudo de Guayana) y a través de las sabanas inundadas, seguiremos fotografiando plantas y peces de agua dulce en famosos ríos como el río Atabapo en el Amazonas”, concluye Mikojli.
Resiliencia frente a la adversidad
Uno de los mayores temores de Lasso-Alcalá es que las colecciones queden abandonadas por completo, ya que algunas de ellas se han ido quedando sin resguardo por falta de personal. Los problemas de logística e infraestructura también son graves puesto que el ambiente para preservar las muestras debe ser muy específico y controlado.
“En el año 2021, medí el impacto y el interés de mi trabajo. Tres evaluaciones para la UICN y cuatro artículos científicos fueron descargados 14 700 veces tan sólo en ese año, eso fue un récord”, dice el investigador, quien asegura que eso es lo que realmente le importa: “Que a las personas no científicas les interese el trabajo que hacemos, no sólo la sociedad científica. El artículo sobre el coral invasivo “Unomia”, que se publicó en mayo del 2021, se ha citado en 18 estudios científicos internacionales y se ha descargado más de 8000 veces. Además, el Astronotus Mikolji, publicado en la revista Zookeys, a la semana tenía 4500 descargas entre la revista y el portal de Researchgate y eso fue un récord. Y bueno, en la editorial se dieron cuenta de eso y nos entrevistaron sobre el tema”, comenta.
El investigador Lasso- Alcalá señala la entrada del Museo de Historia Natural La Salle, ahí se encuentra preservada la colección de aproximadamente 250 000 ejemplares de peces. Foto: Valeria Pedicini.
El investigador Oscar Lasso-Alcalá tiene una postura radical frente a la importancia de la protección de la historia biológica y ecológica de Venezuela y se mantiene inquebrantable frente a la misión de no sólo preservar la memoria en la fundación sino seguir encontrando, clasificando y conservando nuevas especies en el territorio.
“Para este 2023 tenemos más de 120 estudios por realizar, donde estamos evaluando más de 90 especies para UICN. Esto es una forma de vida, si lo viera como un trabajo hubiera renunciado en los primeros cinco años. Uno no se va a hacer millonario, tener dinero, tener seguridad de ir al campo y otras cosas, pero hay que continuar. Es un sacrificio muy grande, pero las colecciones están en riesgo. Tenemos que seguir investigando, las generaciones futuras se lo merecen”, concluye.
Tomado de:
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