Trino Márquez 16 de mayo de 2024
@trinomarquezc
Desde
hace varios años, el Gobierno se ha equivocado en la forma de enfrentar a la
oposición y anticipar escenarios. Creyó que podía repetir la experiencia de
2018, cuando, después de cierto tiempo –con paciencia y jugando al desgaste de
los opositores internos y foráneos- logró sortear, aunque con numerosas
dificultades, el impacto tan negativo que le produjo, especialmente en el plano
internacional, las fraudulentas elecciones convocadas por la Asamblea
Constituyente presidida por Diosdado Cabello.
En esa oportunidad, los sectores adversos al régimen se dividieron en torno al dilema de participar o no en esos comicios. Henry Falcón, el candidato que obtuvo el mayor apoyo de los ‘participacionistas’, no logró concitar suficiente entusiasmo entre los electores y terminó siendo derrotado con comodidad por Nicolás Maduro, quien renovó su mandato en enero de 2019. La respuesta de la oposición parlamentaria –mayoría en la Asamblea Nacional- frente a la arbitrariedad del régimen, consistió en crear el ‘Gobierno interino’ presidido por el entonces diputado Juan Guaidó, presidente de la AN. Pasada la primera etapa de euforia, el interinato se desinfló. La oposición, parecía volver a encontrarse sin rumbo.
Sin
embargo, de esa experiencia tan cuestionada por distintos bandos, quedaron
algunos aprendizajes y resultados positivos. Uno de los aspectos que mostró el
tránsito de Guidó por el escenario internacional fue la precaria legalidad del
gobierno madurista, lo cual condujo a su desprestigio y la aplicación de un
abanico de sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea. Esa tenaza
obligo al régimen a sentarse a dialogar y negociar con la Plataforma Unitaria
Democrática (PUD), alianza creada por la oposición para encarar con mayor
eficacia a Maduro.
La
ronda de conversaciones se inició en Oslo y terminó, hasta ahora, con los
acuerdos de Barbados. En todos los encuentros celebrados estuvo presente,
además de otros asuntos cruciales, el tema de recuperar las elecciones como
instrumento para legitimar los poderes públicos. Del escozor provocado en el
régimen por el cuestionado ‘Gobierno’ de Guaidó, las sanciones y las
negociaciones con respaldo y supervisión internacional, surgió la conveniencia
de conferirles a los comicios de 2024, establecidos en la Constitución, la
mayor legitimidad posible. Para los participantes en el ciclo lucía
indispensable evitar que se repitiera la farsa de 2018, cuando Maduro montó un
tinglado con el fin de reelegirse sin que su continuidad corriera ningún
peligro serio.
Colocado
ahora ante la obligación de convocar unas elecciones que cumplan con algunas de
las normas mínimas de la democracia, el Gobierno optó por levantar una amplia
variedad de obstáculos: torpedeo la Primaria de octubre de 2023; impidió el
apoyo del CNE al proceso; mantuvo la inhabilitación de María Corina Machado y
de otros importantes dirigentes opositores; y amenazó a sus organizadores
y a quienes fuesen a votar.
Cuando
ya era imposible desmontar la Primaria, el Gobierno apostó al fracaso de la
convocatoria; insistió en que a la cita solo concurriría un puñado de votantes,
pues terminaría por imponerse la incompetencia de la PUD. Al ser electa María
Corina por la inmensa mayoría de los participantes en un evento que concitó el
apoyo de millones de ciudadanos, el régimen optó por oficializar a través del
TSJ su inhabilitación. Luego bloquearon de manera caprichosa a Corina Yoris. Al
final, cuando el atropello estaba adquiriendo ribetes obscenos, Maduro aceptó
como candidato de la PUD, la inscripción de Edmundo González Urrutia, hasta ese
momento completamente desconocido. Maduro pensaba que al enfrentarse a un
personaje anónimo podría obtener un triunfo holgado.
Esta
última táctica la combinó con una operación que viene ejecutando desde hace
años: estimular la atomización opositora mediante el despojo, vía judicial, de
los partidos adversarios más importantes y el fomento de candidatos fantoches
que le den cierta complejidad a la elección presidencial, reduzcan la
importancia del aspirante de la Unidad y despolaricen el enfrentamiento con la
PUD.
Todos
esos movimientos han terminado en rotundos fracasos: La PUD no se desintegró,
sino todo lo contrario, hoy se encuentra más fuerte y cohesionada que antes; en
vez de haber acabado con MCM, el régimen la ha fortalecido como líder nacional
con proyección internacional; la oposición no cuenta con un solo candidato,
sino con dos figuras que forman una llave perfecta; la oposición no se
fragmentó en macropartículas, sino que se consolidó en el polo
representado por la Plataforma Unitaria, María Corina y Edmundo González
Urrutia. Los que tienden a desintegrarse son los partidos judicializados y los
candidatos títeres. El fracaso de las maniobras de Maduro se evidencia en las
cifras. Todas las movilizaciones de calle y las encuestadoras serias muestran
una clara ventaja de María Corina y del ‘desconocido’ Edmundo González Urrutia
sobre el ampliamente conocido Nicolás Maduro.
La
oposición avanza hacia el 28 de julio cohesionada. Cuenta con una dirección
coherente y una alianza organizativa: la PUD; con una líder, María Corina
Machado, convertida en imán para las grandes mayorías; con un candidato que
transmite confianza: Edmundo González Urrutia; y con un sólido reconocimiento y
apoyo internacional.
Las
previsiones del Gobierno han sido erradas. La Unidad ha sabido sortear las
dificultades. Existen muchas y poderosas razones para ser optimistas.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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