Américo Martín 25 de noviembre de 2019
Los ex presidentes de las FCU de las universidades
expresamos la mezcla de consternación y rechazo que causó la sentencia 0324
2019, dictada por el cuestionado TSJ-SC. Dada la gravedad, de ese acto, se hizo
imperativo organizar un Frente De Salvación de la Universidad Autónoma, la
Libertad académica y la democracia, que la sentencia se propone destruir contra
la voluntad del país y especialmente la de los perseguidos sin pausa, que no
por azar son los más entrañablemente identificados con nuestra abrumada
Venezuela De hecho, en muchos momentos críticos las universidades han sufrido
agresiones escandalosas.
No obstante, puede afirmarse que en ninguno de esos
momentos las consecuencias fueron tan peligrosas como las encerradas en la
mencionada sentencia. Tan oscuras sordideces se reflejaron en forma inesperada
en la cristalina conciencia alerta de la comunidad universitaria. Fue tan
satisfactorio, tan fulgurante y de contagioso entusiasmo el brindado al documento
de los ex presidentes y a sus portavoces que necesariamente se interpretó como
una condena amarga al hecho que los causó y un elogio a los autores de la
iniciativa y hasta cierto punto está muy bien, siempre que no se exagere la
nota.
Por lo que a mí respecta me sentí muy bien servido
porque aprecié altamente que era una firme defensa de los fueros de la razón
contra los zarpazos de la sinrazón.
Por “razón” quiero decir lo históricamente racional,
lo civilizado, modernidad concepto de civilización, la modernidad o puesta al
día de la verdad. Todo lo cual cabe en dos palabras: Modernidad y progreso o
progresismo[1]Incidentalmente se menciona la modernidad en el documento de los
ex presidentes de las FCU, para subrayar que el alma indicar que el alma de
ellas fue el Iluminismo, que en el siglo XVIII alzó el vuelo con la
obra de figuras fundamentales como los enciclopedistas Dider1111ot, D´Alemberty por
los llamados filósofos de la naturaleza, Rousseau, Montesquieu, Voltaire y ya
cerca de finalizar tan fecundo siglo, Cesare Becaría, quien introdujo cambios
históricos en la justicia, tales la presunción de inocencia, la
proporcionalidad entre delitos y penas y la drástica erradicación de la
venganza propia de la monarquía absoluta que ordenaba desmembrar a los que
osaran burlarse de un monarca. A tales extremos de inhumana barbarie comenzó el
Iluminismo, cuyo top creativo lo coronaron Rousseau (El Emilio, La Nueva
Eloísa, Las Causas de la Desigualdad entre los hombres y sobre todo El Contrato
Social), Montesquieu (Las Cartas Persas y El Espíritu de Las Leyes) y Becaría
(De los delitos y las Penas), frente al sombrío abismo que nos colocan
sentencias sediciosas como la 0324.
¿Y qué relación puede haber entre la modernidad
progresista de esos brillantes autores y sus luminosas obras frente al profundo
retroceso, en pleno siglo XXI, y sentencias como la 0324 del cuestionado
Tribunal que la dictó?
Diría que la relación es muy cercana y obvia, además.
El espíritu que anima a las universidades viene de una historia Casi épica
aparte de única que, habiendo comenzado en una pequeña y extremadamente
conservadora de arraigada influencia religiosa, se puso a la cabeza de las más
avanzadas universidades de Argentina y de allí en más se expandió como reguero
de azogue encendido por la América Hispana. Entre 1928, fecha de la Reforma
Universitaria de Córdoba y la Semana del Estudiante protagonizada en Venezuela
por la generación del 28, transcurrieron diez años oscuros, dominados por la
dictadura de Gómez, tiempo en la que la Reforma no floreció en nuestro país,
sin beneficiarnos de las creativas polémicas despertadas en la Región.
En 1928, ya lo sabemos, tomó fuerza el cambio y en
diciembre-enero del 36 la cultura democrática asombra por su rápido desarrollo.
El emblema de Córdoba fue su Reforma Universitaria y
el de tan profundo cambio paradigmático, la Autonomía, al abrigo de la cual
prosperan el autogobierno y la elección de autoridades. La autonomía y la
libertad académica son firmes cimientos del pluralismo, la diversidad y la
convivencia civilizada de todas las corrientes del pensamiento. Cada uno de
esos derechos es parte de la integridad del concepto. Sin autonomía no hay
pluralismo ni libertad académica
Y créanme: mejor salvar el país y sus universidades
retirando la lamentable sentencia que hundirlos solo por el prurito de
mantenerla.
Américo
Martín
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