Por Froilán Barrios
El último trimestre de
rebeliones en Latinoamérica solo es comparable con la Primavera Árabe de 2010,
que se llevó por delante gobiernos, generando un sinnúmero de movilizaciones
por la democracia en países que jamás la habían conocido. Esta vez el
movimiento telúrico atravesó el Atlántico y arribó a nuestros confines,
demostrando una vez más la muy conocida frase que la cronología de los tiempos
se conjuga muy diferente en política, siendo otra cosa en gramática.
Lo cierto del caso es que en
Bolivia a tan solo un mes de haberse realizado elecciones presidenciales, se
concretaron sin haber mencionado en el Altiplano una sola letra, los tres pasos
del tan manoseado mantra venezolano, desalojaron del poder al usurpador Evo
Morales, constituyeron un gobierno de transición con la senadora Añez Chav, y
ya se preparan para elecciones libres y transparentes con el Tribunal Supremo
Electoral renovado con personas calificadas e imparciales para los primeros
meses de 2020.
En este contexto semanas
atrás el pueblo ecuatoriano había rechazado en forma virulenta, la receta
económica del FMI y del Presidente de Ecuador, Lenin Moreno, de eliminar el
subsidio a los combustibles, por aquello que reclaman las etnias indígenas y
resto de la población civil de ese país, de no me quites mi parte de la riqueza
nacional de forma tan atropellada, aun cuando las intenciones del mandatario
nacional fueran ordenar las finanzas públicas desarticuladas por el populismo
irresponsable de Correa.
En esa dirección lo sucedido
en Chile fue una emboscada de la historia, ya que tras la estabilidad política
e institucional de los últimos 30 años y el progreso económico ascendente, que
se identifica en la concreción de un PIB per cápita de 16.000 dólares, uno de
los más altos del continente, y un sinfín de acuerdos comerciales con economías
del mundo entero, subyacía un volcán reprimido en la sociedad chilena gestado
durante la dictadura de Pinochet, que se expresa en la exigencias al libre
acceso a la educación a todos los niveles, a la salud, a pensiones dignas,
eliminación de privilegios a los militares, en fin un reclamo de centrar la
nación en mirar más al hombre y a la democracia que al mercado.
Pues bien, haciendo honor a su
geografía se desató un sismo que ha puesto al presidente Piñera a bailar en un
tusero, que determinó abrir los cauces a la convocatoria a un referéndum
para una nueva constitución, y rodar por tierra la constitución de la
dictadura. Este caos imprevisible no justifica en grado alguno el delincuencial
vandalismo anarquista que ha destrozado su infraestructura cercana al primer
mundo.
De allí la gran pregunta de
las 64.000 lochas, ¿por qué pasan esas cosas en otras latitudes y aquí
no? Por dos razones fundamentales, la primera es que en esos países
funcionaron las instituciones En Ecuador y Chile los presidentes se
arremangaron los pantalones y llamaron al diálogo a los actores involucrados en
la crisis, en Bolivia la institución militar salió al ruedo para garantizar la
constitución y la segunda razón es la capacidad, la firmeza ética y la unidad
del liderazgo opositor.
Lamentablemente de las dos
carecemos en nuestro país, quienes gobiernan son una casta política estalinista
y criminal violadora permanente de la CRBV, con una sagacidad infinita de
manipular al adversario, desgastarlo y desacreditarlo, para luego
desprestigiado enrostrárselo al pueblo frustrado con un “recojan su gallo
muerto”, y en lo que respecta a la oposición le toca a Guaidó no malbaratar sus
últimos cartuchos, desechar los ultimatismos mediáticos y concretar el mantra
con la designación de un CNE creíble para la realización de elecciones
generales, con una condición, sin la presencia de Maduro en el poder.
El logro de estos objetivos
pasan por la unificación del país opositor más allá de las siglas partidarias,
que lucen hoy desconcertadas ante el derrumbe social e institucional que
presencia la comunidad internacional y la población venezolana.
20-11-19
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico