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sábado, 23 de noviembre de 2019

A los hermanos seguidores del madurismo por @angeloropeza182



Por Ángel Oropeza


A confesión de partes –dicen los abogados- relevo de pruebas. Y no ha habido confesión más palmaria y reveladora en los últimos tiempos que la que viene realizando el  madurismo en actitud mendigante ante sus todavía seguidores, civiles y militares, pidiéndoles desesperadamente “lealtad” para con ellos y su administración.

En las democracias populares modernas, los gobiernos existen –por encima de cualquier otra  consideración- para  manejar los recursos disponibles con miras a resolver las múltiples demandas y necesidades de la población, administrar sus diferencias, y garantizar la paz, la libertad y la justicia para todos.  El gobierno está al servicio del pueblo, y nunca al revés.  Por el contrario, en las concepciones militaristas y fascistas de dominación, el Estado-gobierno ocupa la primacía de la pirámide social, y por tanto se sirve de las personas, antes que servirlas a ellas.  En los primeros, la gente pide resultados y los gobiernos se esmeran en rendir cuentas.  En los segundos, los burócratas le exigen “lealtad” a los ciudadanos, porque se sienten dueños y superiores de ellos.

Adicional a esta razón asociada con la naturaleza del régimen y con su concepción sobre la relación debida con el pueblo, el tema de la “lealtad” hacia el gobierno es muy recurrente en administraciones de dudosa rentabilidad y escuálido desempeño. Así, la exigencia de “lealtad” para con el establishment gobernante es un frecuente intento de eludir la responsabilidad  que  realmente importa, que es la de ser ellos leales a su deber de resolver los problemas concretos de la gente.

Supongamos por un momento que usted tiene una avería importante en el baño de su casa. Para resolverlo, busca (o se lo imponen, vaya usted a saber) a un plomero. Resulta que el tipo llega y lo que hace es hablarle por horas y horas sobre lo malo que son el resto de los plomeros del mundo, le explica hasta marearlo por qué la plomería que él practica es la única que funciona, y se explaya contándole que él es el heredero de otro tipo que también se la daba de plomero y por tanto no necesita aprender más nada. ¡Pero resulta que el individuo no sólo no le arregla el baño sino que lo pone peor!  Si antes era el sanitario que no funcionaba, ahora no sale ni agua por el grifo. Pero no contento con esto, le roba los reales que usted le había adelantado para la reparación, le amenaza si a usted se le ocurre pensar en otro plomero, y encima le pide “lealtad” para con sus supuestas “buenas intenciones” de arreglar su baño. ¿Alguien ha visto una poceta o un lavamanos funcionando a punta de lealtades para con el plomero?


La única esperanza para el plomero del ejemplo anterior es que usted caiga en la trampa de invertir las prioridades, y se convenza que lo verdaderamente importante no es que su baño funcione, sino que usted le sea fiel y leal al plomero, así el tipo sea carero, inepto y cada día peor. Usted se quedará sin baño, y el plomero se quedará feliz con su plata y con su lealtad.

Posiblemente usted dirá: ¿y habrá alguien tan ingenuo –para no llamarle estúpido, por aquello de los debidos respetos- que haga eso con su baño y su plomero? En verdad no conozco ninguno, pero sí sé de varios que lo están haciendo, no con su baño, pero sí con su país y con los responsables de administrarlo.

La trampa de exigir  “pre-lealtades” hacia los burócratas del régimen lo que busca es alejar el debate político del terreno racional de exigencia de resultados y demanda de obras concretas, y migrarlo engañosamente al campo gaseoso de los afectos intangibles y de las lealtades etéreas. Así, la discusión  se aparta de la evaluación y escrutinio del desempeño real del gobierno –tal como ocurre en los sistemas democráticos modernos- y se centra en la cuestión primitiva y típicamente bananera sobre las intenciones de quien gobierna, no importa si su desempeño es deplorable y ruin, o sobre el cuento de imaginarios enemigos que sólo sirven como pueril excusa para mentalidades cándidas.

Una última palabra a los hermanos todavía seguidores del régimen madurista,  a quienes la actual clase gobiernera busca manipular constantemente con el jueguito de las lealtades, las traiciones y demás ridiculeces.  Pocas cosas son tan convenientes para un mal gobierno como que la gente permita convertir a la política en un asunto de fe, de afectos pre-hechos y de lealtades impermeables a la exigencia de resultados.  Ese el paso buscado de transformar ciudadanos críticos en un rebaño adormecido y manso. Respétense a sí mismos, y no lo permitan.

Los millonarios del régimen gritan y repiten que aquí lo único que importa son ellos y su placentera vida de poder, corrupción y riqueza (y represión a los demás para protegerla).  Ruegan desesperadamente lealtad para con sus chequeras, y que nos los abandonen, que ellos están viviendo muy bien. La invitación es para que usted, desde su penuria particular, piense por un momento en contrario, y caiga en cuenta que lo importante es usted, es su familia, es el país, y no la fortuna de los mandatarios de turno. Y piense también que el cambio de rumbo está en sus manos. Sólo depende de usted, no de los gritos narcisistas e interesados de quienes disfrutan con una crisis que sólo les beneficia a ellos.

22-11-19




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