Por Ángel Oropeza
A confesión de partes –dicen
los abogados- relevo de pruebas. Y no ha habido confesión más palmaria y
reveladora en los últimos tiempos que la que viene realizando el madurismo
en actitud mendigante ante sus todavía seguidores, civiles y militares,
pidiéndoles desesperadamente “lealtad” para con ellos y su administración.
En las democracias populares
modernas, los gobiernos existen –por encima de cualquier otra consideración-
para manejar los recursos disponibles con miras a resolver las múltiples
demandas y necesidades de la población, administrar sus diferencias, y
garantizar la paz, la libertad y la justicia para todos. El gobierno está
al servicio del pueblo, y nunca al revés. Por el contrario, en las
concepciones militaristas y fascistas de dominación, el Estado-gobierno ocupa
la primacía de la pirámide social, y por tanto se sirve de las personas, antes
que servirlas a ellas. En los primeros, la gente pide resultados y los
gobiernos se esmeran en rendir cuentas. En los segundos, los burócratas
le exigen “lealtad” a los ciudadanos, porque se sienten dueños y superiores de
ellos.
Adicional a esta razón
asociada con la naturaleza del régimen y con su concepción sobre la relación
debida con el pueblo, el tema de la “lealtad” hacia el gobierno es muy
recurrente en administraciones de dudosa rentabilidad y escuálido desempeño.
Así, la exigencia de “lealtad” para con el establishment gobernante es un
frecuente intento de eludir la responsabilidad que realmente
importa, que es la de ser ellos leales a su deber de resolver los problemas
concretos de la gente.
Supongamos por un momento
que usted tiene una avería importante en el baño de su casa. Para resolverlo,
busca (o se lo imponen, vaya usted a saber) a un plomero. Resulta que el tipo
llega y lo que hace es hablarle por horas y horas sobre lo malo que son el
resto de los plomeros del mundo, le explica hasta marearlo por qué la plomería
que él practica es la única que funciona, y se explaya contándole que él es el
heredero de otro tipo que también se la daba de plomero y por tanto no necesita
aprender más nada. ¡Pero resulta que el individuo no sólo no le arregla el baño
sino que lo pone peor! Si antes era el sanitario que no funcionaba, ahora
no sale ni agua por el grifo. Pero no contento con esto, le roba los reales que
usted le había adelantado para la reparación, le amenaza si a usted se le
ocurre pensar en otro plomero, y encima le pide “lealtad” para con sus supuestas
“buenas intenciones” de arreglar su baño. ¿Alguien ha visto una poceta o un
lavamanos funcionando a punta de lealtades para con el plomero?
La única esperanza para el
plomero del ejemplo anterior es que usted caiga en la trampa de invertir las
prioridades, y se convenza que lo verdaderamente importante no es que su baño
funcione, sino que usted le sea fiel y leal al plomero, así el tipo sea carero,
inepto y cada día peor. Usted se quedará sin baño, y el plomero se quedará
feliz con su plata y con su lealtad.
Posiblemente usted dirá: ¿y
habrá alguien tan ingenuo –para no llamarle estúpido, por aquello de los
debidos respetos- que haga eso con su baño y su plomero? En verdad no conozco
ninguno, pero sí sé de varios que lo están haciendo, no con su baño, pero sí
con su país y con los responsables de administrarlo.
La trampa de exigir
“pre-lealtades” hacia los burócratas del régimen lo que busca es alejar el
debate político del terreno racional de exigencia de resultados y demanda de
obras concretas, y migrarlo engañosamente al campo gaseoso de los afectos
intangibles y de las lealtades etéreas. Así, la discusión se aparta de la
evaluación y escrutinio del desempeño real del gobierno –tal como ocurre en los
sistemas democráticos modernos- y se centra en la cuestión primitiva y
típicamente bananera sobre las intenciones de quien gobierna, no importa si su
desempeño es deplorable y ruin, o sobre el cuento de imaginarios enemigos que
sólo sirven como pueril excusa para mentalidades cándidas.
Una última palabra a los
hermanos todavía seguidores del régimen madurista, a quienes la actual
clase gobiernera busca manipular constantemente con el jueguito de las
lealtades, las traiciones y demás ridiculeces. Pocas cosas son tan
convenientes para un mal gobierno como que la gente permita convertir a la
política en un asunto de fe, de afectos pre-hechos y de lealtades impermeables
a la exigencia de resultados. Ese el paso buscado de transformar
ciudadanos críticos en un rebaño adormecido y manso. Respétense a sí mismos, y
no lo permitan.
Los millonarios del régimen
gritan y repiten que aquí lo único que importa son ellos y su placentera vida
de poder, corrupción y riqueza (y represión a los demás para protegerla).
Ruegan desesperadamente lealtad para con sus chequeras, y que nos los
abandonen, que ellos están viviendo muy bien. La invitación es para que usted,
desde su penuria particular, piense por un momento en contrario, y caiga en
cuenta que lo importante es usted, es su familia, es el país, y no la fortuna
de los mandatarios de turno. Y piense también que el cambio de rumbo está en
sus manos. Sólo depende de usted, no de los gritos narcisistas e interesados de
quienes disfrutan con una crisis que sólo les beneficia a ellos.
22-11-19
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