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jueves, 28 de noviembre de 2019

La democracia venezolana en los escritos del historiador Manuel Caballero por @prodavinci



Por David Ruiz Chataing


Manuel Caballero nace en Caracas, el 5 de diciembre de 1931. Se crió, como lo dice con mucho orgullo, en la ciudad de Barquisimeto, estado Lara. Caballero se considera “guaro” y un ateo creyente en los milagros de la Divina Pastora. Murió el 12 de diciembre de 2010. Egresó de la Escuela de Historia de la UCV en 1966 y estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París. Entre sus profesores se cuentan Maurice Duverger y Pierre George. A partir de 1979 estudia en la Universidad de Cambridge un doctorado en filosofía, bajo la tutoría de Leslie Bethell. Su tesis doctoral sobre la Internacional Comunista y la revolución latinoamericana fue el primer libro publicado por un venezolano en la imprenta de esa prestigiosa universidad. Fue profesor y director de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela; individuo de número de la Academia Nacional de la Historia (2005), Premio Nacional de Periodismo (1979) Premio Nacional de Historia (1994) y Premio Bienal de la Universidad Simón Bolívar al mérito Académico (2001). Miembro activísimo de la Fundación Rómulo Betancourt. También fue militante político: primero en Acción Democrática de 1948 hasta 1952, del Partido Comunista de Venezuela, entre 1953 y 1971, y luego del Movimiento al Socialismo, de 1971 hasta los años noventa.

Manuel Caballero defiende el estudio de lo contemporáneo. Considera a los venezolanos del siglo XX tan héroes como los soldados de la época emancipadora. Los conterráneos de tiempos recientes fundaron la paz, la democracia y la modernidad. Caballero se acoge a la recomendación del historiador inglés Lord Acton según la cual hay que estudiar problemas o temas y no períodos. Así, se dedicó entonces a estudiar los orígenes, desarrollo y colapso de la democracia representativa en Venezuela. ¿Por qué este tema? Porque se preocupó por la peligrosa posibilidad de que una dictadura totalitaria destruyera los logros alcanzados, justamente, por los venezolanos en el siglo XX, entre ellos la democracia. Para Caballero la democracia es más que división de poderes o mantenimiento de garantías ciudadanas, aunque sin duda también es eso. La democracia se manifiesta cuando un pueblo toma conciencia de que su acción civil, ejercida sin miedo, puede obligar a un régimen político a cambiar de rumbo. La democracia es voluntad social.

Para que se pudiera constituir la democracia se requerían ciertas bases como las que, en nuestro caso, proveyeron las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Los primeros gobiernos de la hegemonía andina condujeron al fin de las guerras civiles, a la paz y a la integración territorial. También a la centralización política y administrativa. Se edificaron las primeras instituciones modernas: el ejército, la cancillería y la hacienda pública. En Europa –sostiene Caballero– la nación construyó el Estado; en América Latina, y en especial en Venezuela, el Estado edificó la nación. En cierta forma, a partir del gomecismo comenzamos a ser realmente venezolanos. La explotación petrolera facilitó la superación de la precariedad y la pobreza, lo que permitiría, asimismo, el surgimiento de nuevos grupos sociales.  En este lapso se intensificó la migración campo-ciudad.


El nacimiento de la democracia en Venezuela se puede resumir en una cronología básica: la semana del estudiante de febrero de 1928, el 14 de febrero de 1936, el 18 de octubre de 1945 y el 23 de enero de 1958. La conocida como “Generación de 1928” formada esencialmente por estudiantes, reaccionó contra el absolutismo gomecista; el 14 de febrero de 1936 el pueblo se lanza a la calle en protesta contra las medidas decretadas por el gobierno lopecista y contra figuras gomeras incluidas en el alto gobierno. López Contreras se ve obligado a retirar de sus cargos a las personas rechazadas y a formular el “Programa de febrero” una línea de acción oficial liberalizadora y democratizante. El 18 de octubre de 1945 la alianza de una logia militar y de algunos altos dirigentes del partido Acción Democrática realiza un golpe de Estado contra el Presidente General Isaías Medina Angarita. Este golpe se convierte en “revolución” cuando se establece el sufragio universal directo y secreto. Se incorporan a la vida pública nacional las mujeres y los analfabetas. Se trata de una apertura a la participación política que cierra la etapa oligárquica del Estado venezolano. Con esto se completa la nación venezolana.

La democracia significa responsabilidad y participación de todos. Es revolucionario que quienes dan el golpe de Estado contra Medina se prohíben, mediante decreto, postularse a las elecciones que se darían próximamente; es revolucionario el gasto social en educación y en cultura. También, la lucha contra el peculado, mala costumbre caudillesca, castrense y dictatorial.

Sin embargo, a partir del 24 de noviembre de 1948 se retrocede a una nueva dictadura. Caballero se activa en la resistencia antidictatorial bajo las banderas de Acción Democrática, es detenido y obligado a exiliarse.

No obstante, la voluntad democrática del pueblo venezolano se demuestra cuando sabotea las elecciones de 1952 y el plebiscito de 1957: la de Pérez Jiménez es la dictadura más corta que había padecido Venezuela desde la muerte de Gómez. Una de las características del venezolano del siglo XX es que es democrático: a partir de 1958 se establece un régimen político que ha durado más que las hegemonías caudillescas o las dictaduras. Al fin se establece la democracia representativa, la cual muestra logros como la masificación educativa, la industrialización, la reforma agraria, etc. Entre sus cargas deficitarias destacan no romper el rentismo petrolero ni el populismo, ni lograr construir una economía completamente moderna, eficaz y competitiva.

Al agotarse el modelo económico inaugurado en 1958 volvió la pobreza. Dos fechas clave del colapso de la democracia representativa son el 18 de febrero de 1983, el famoso “Viernes negro”, donde se evidencia la crisis económica; y el 4 de febrero de 1992, cuando quedó claro que el apoyo de las fuerzas armadas al régimen democrático no era unánime, lo que puso además en evidencia el desgaste del bipartidismo como soporte del sistema político democrático. En todo caso la situación económica, social y política resulta el pretexto para lo que Caballero caracteriza como “voluntarismo militar”. Los jefes pretorianos pretenden someter a la sociedad a un modelo castrense de obediencia ciega y culto a un supuesto mesías hacedor de milagros.

Desde el momento del estallido militar, Caballero se dedica a denunciar el carácter autocrático y personalista del movimiento bolivariano del teniente coronel Hugo Chávez Frías. Ningún hombre del pasado o del presente es tan importante como para designar un movimiento histórico ni la acción social de un período. Por eso rechaza las denominaciones de “bolivariano” o “chavista”. Encuentra gran pobreza intelectual en las propuestas de los militares insurreccionados. Los golpistas pretenden montar, con un patriotismo de escuela primaria –aduce el historiador–, un Estado confesional sustentado en la santísima Trinidad de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. De este modo se pretende manipular, distorsionar la historia. Se rehace completamente el pasado para preparar el advenimiento del salvador. Así, se pretende mantener a la población en una suerte de infancia mental. Caballero acusa de fascista al chavismo y, con base en Umberto Eco, encuentra en el movimiento militar rasgos de mitificación de la tradición (en especial de la guerra de independencia y de Bolívar), odio a la modernidad, exaltación del irracionalismo, desprecio de la democracia representativa, apoyo en grupos de desclasados a los que se fanatiza con una jerga elemental. Rasgos todos estos presentes en los movimientos nazi y fascista.

Caballero contempla la democracia como un proceso constituyente: este no se reduce a un tema político y jurídico, sino que se inicia cuando se lanzan a discusión pública (14 de febrero de 1936) ideas que pasarán a constituir programas políticos: el proyecto nacional sintetizado en una Constitución, la de 1961, por ejemplo. Considera legítimas las constituyentes de 1947 y el proceso que condujo a la de 1961. Estas establecieron el poder civil, la democracia el sufragio universal. Rechaza la de 1999 porque se convocó exclusivamente para dar más poder al Ejecutivo.

La democracia como ruptura significa un cambio profundo para un país que sólo había conocido de jefes guerreros o rudos dictadores. O de libertades concedidas como en tiempos de López y Medina Angarita. Caballero caracteriza a la democracia venezolana como una revolución burguesa: nacionalización, destrucción del latifundio, industrialización, saneamiento, educación y libertades. Un esfuerzo político colectivo, acaso el más importante del siglo XX venezolano.

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Referencias
Caballero, Manuel. Gómez, el tirano liberal. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1993.
Caballero, Manuel. La gestación de Hugo Chávez. Cuarenta años de luces y sombras de la democracia venezolana. Madrid: Catarata, 2000.
Peña Rojas, Vanessa. Manuel Caballero. Militante de la disidencia. Caracas: Los libros de El Nacional, 2007.

26-11-19





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