Por Luis Martínez
Fenece 2019 sin que los
sectores opositores al gobierno logren el objetivo de producir un cambio en el
país y sin que hayan podido restablecer la institucionalidad democrática
demandada.
2019 nos deja una oposición
política dividida y empastelada en hechos de corrupción, sin ruta clara, ni
estrategia definida para afrontar con éxito, en el menor tiempo posible, la
derrota de un régimen que se envalentona, al extremo de dar prorroga a la seria
confrontación interna que tiene y que perdura desde hace unos cuantos años. En
gran medida la división opositora, contribuye al relajamiento del régimen.
El gobierno juega a ganar
tiempo y lo está logrando. El tiempo le permite obtener mejor escenario
para una posible confrontación electoral, aun en el contexto en el que tengan
que admitir mejores condiciones, frente a una oposición que si no logra
recomponer su fuerza en base a un criterio unitario, lo más probable es que
sería nuevamente derrotada, con todo y CNE imparcial.
En lo económico, el gobierno
ha soltado las amarras del mercado de precios y divisas, dejando que este fluya
sin contención alguna. Con esa decisión busca equilibrar los precios de productos,
disminuir la escasez y aminorar la inestabilidad de la divisa, procurando tener
una economía más equilibrada en el 2020 y darle una sensación de mejora a una
población decepcionada y sin rumbo.
El escenario de precariedad
continuara inexorablemente, pues con esa permisibilidad del gobierno, desde el
punto de vista económico, no va a producir confianza en los inversionistas y en
consecuencia no habrá reactivación del aparato productivo nacional, a excepción
quizás del sector petrolero que pudiera tener una leve recuperación, mas por el
relajamiento del bloqueo económico y la participación de tenedores de deuda,
que por una política de reactivación de la industria petrolera nacional.
Mucho menos podrá atraer
capital internacional teniendo a más de 60 países en contra del régimen, con
las principales fuentes crediticias cerradas y sin posibilidad de abrirlas, por
la precaria institucionalidad que existe en el país.
El régimen hace su tarea. No
le importa cuánto tiempo debe esperar. No le preocupa cuantos venezolanos
sufran las consecuencias de sus políticas. Tienen como objetivo permanecer en
el poder a costa de lo que sea y mientras tengan ventajas, manipularán
cualquier negociación para lograr sus objetivos.
El único factor que pudiera
incidir de manera determinante para obligarlos a medirse con riesgo de perder
el poder es que, la oposición logre la unidad estratégica necesaria para
alinear todos los esfuerzos en una sola dirección.
El 2020 puede ser el año de
la consolidación del gobierno o en contrario, el año donde se produzca el
cambio democrático definitivo. Esto depende más de la oposición política que
del propio gobierno. La gran mayoría de los venezolanos siguen repudiando a
este régimen.
La mayoría de los países
económicamente fuertes, siguen confrontando al régimen y los que no, dudan. La
Asamblea Nacional continua siendo la única institución legitima del estado
venezolano. Ahora bien, esas fuerzas, con una oposición dispersa, dividida
y sin ruta clara, disuelven cualquier posibilidad de cambio. Continuar
parcelando la estrategia opositora por apetencias personales, partidistas o por
protagonismos innecesarios, condena a la oposición, pero peor aún, hunde las
esperanzas de los venezolanos.
Por tanto, lograr la unidad
estratégica que contemple una ruta democrática clara para 2020, debe ser
la principal tarea de la oposición venezolana para producir el cambio necesario que
permita re institucionalizar al país. Unidad o agonía.
Docente universitario
04-01-20
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