Brian Fincheltub 27 de agosto de 2022
@BrianFincheltub
Entre
las innumerables promesas que catapultaron al difunto Hugo Chávez Frías al
poder, la redistribución de la tierra ocupó un lugar central. De hecho, fue
precisamente la llamada “Ley de tierras” una de las primeras y más polémicas
medidas que marcaron el inicio de la era chavista. Pese a que en el preámbulo
de la ley se podía leer que su objetivo era “incrementar la productividad, a
través de una distribución más equitativa y justa de la tierra”; veinte años
después de su promulgación, las consecuencias de aquel instrumento legal están
a la vista.
A la Ley de tierras le siguió la “guerra contra el latifundio”, el saldo fue absolutamente devastador: más de cinco millones de hectáreas confiscadas y/o invadidas durante los regímenes de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Entre ellas, las 290 hectáreas por las que Franklin Brito, mártir de la democracia, emprendió una lucha de años por la que dio su vida.
Cuando
se trata de ganar apoyos, la promesa de quitarle a las “minorías privilegiadas”
para darle a las “mayorías desposeídas” nunca falla. En sociedades desiguales,
alimentar el resentimiento a veces resulta más fácil que alimentar la
esperanza. Chávez lo entendió así y fueron millones quienes aplaudieron que se
despojara a miles de familias no solo del patrimonio que durante años habían
traspasado de generación en generación, sino también de la única forma que
conocían de ganarse la vida: producir la tierra.
Quienes
vinieron a ocupar lo robado creían que producir era tan fácil como gritar “uh,
ah, Chávez no se va…”. En poco tiempo, cientos de miles de hectáreas
productivas se convirtieron en tierra arrasada. El país comenzó a depender cada
vez más de las importaciones, cosa que a nadie le importaba, pues transitando
la mayor bonanza petrolera de nuestra historia y con un bolívar sobrevaluado,
importar salía más barato que producir en Venezuela. Fue cuando la época de las
vacas flacas llegó que los venezolanos comenzaron a notar en los anaqueles
vacíos lo que había significado para Venezuela la política expropiatoria
chavista, sin saber aún la magnitud de la crisis humanitaria que se avecinaba.
Hoy,
los padres del desastre, los artífices de aquel pillaje pretenden, en lugar de
devolverle sus tierras a quienes se las robaron, entregarle el equivalente a la
extensión territorial del estado Táchira, un millón de hectáreas, al régimen
fundamentalista iraní, pisoteando así, una vez más, la constitución que ellos
mismos escribieron y que reza en su artículo 13 que «el territorio
nacional, no podrá jamás ser cedido, traspasado, arrendado, ni en forma alguna,
enajenado, ni aún temporal o parcialmente a estado extranjero ». ¿Se puede ser
más apátrida? Lo dudo.
Aunque
los representantes de la dictadura madurista aseguran que dichas tierras serían
usadas para el cultivo, queda claro el peligro que significa para la región y
particularmente para los Estados Unidos que un régimen patrocinador del
terrorismo controle tamaña extensión de territorio en una ubicación tan
estratégica como la que tiene Venezuela. Mientras el mundo reacciona, los
nuevos terratenientes en Venezuela hablan farsi.
Brian
Fincheltub
@BrianFincheltub
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