He dejado de escribir por algunas razones que no vienen al caso, pero lo hago hoy para contarles mi experiencia en el Metro de Caracas. Soy de los que tuvo la suerte de ser unos de los primeros usuarios de Metro de Caracas, cuando fue inaugurada la línea 1 vivía en Catia, y me di el lujo de viajar todos los días a mi trabajo en el Metro, de verdad que el subterráneo era otro mundo, y luego que me casé y me fui a vivir a la parroquia Caricuao, también fui de los afortunados que estrenamos la línea 2, me ahorraba horas de sueño.
Ya no tenía que madrugar para montarme en una buseta, temprano en la mañana tomaba el vagón y directo al trabajo, se atravesaba toda la ciudad en muy poco tiempo, daba reposo y descanso, y mayor calidad de vida, sin discusión alguna, el Metro fue para los caraqueños desarrollo y bienestar.
Al pasar de los años, y vuelto a mudar, ya las líneas del metro no me eran útiles para mis rutas diarias, por lo que dejé de usarlo por años, y debido al mal estado del transporte público superficial, preferí caminar, decidí por salud mental y física no usar el transporte superficial, y también por seguridad, recuerden que hubo un tiempo que robaban a diario dentro de las camionetas, viví dos experiencias muy desagradables, por ello mi decisión fue caminar, y luego uno de mis hijos con el tiempo me heredó una pequeña moto, para mi uso personal, con ella me desplazo a los lugares más lejanos.
Hace aproximadamente dos semanas, ya tenía varios años sin usarlo, me vi en la necesidad de utilizar el Metro, cual sería mi sorpresa, claro que estaba enterado del deterioro que ha sufrido a lo largo de los años, pero lo que viví, no fue solo el deterioro físico de sus instalaciones, lo que más me sorprendió y me impactó, fue la gente, se podía ver en sus rostros, de gente muy humilde, el dolor, la frustración, la desesperanza, trabajadores, gente de pueblo, mujeres con sus hijos tratando de llevarlos al colegio, jóvenes con rostros que no expresaban ninguna alegría, no lo puedo negar pero todos esos sentimientos me invadieron, los sentí como míos, y todo esto en medio de un bullicio de vendedores deambulando de allá para acá tratando de vender cualquier cosa, la economía del rebusque, por cierto en su mayoría jóvenes, muy agresivos entre ellos, en la disputa de los espacios para la venta.
Esa tristeza y desesperanza con la que me encontré en el Metro es mucho peor que su deterioro físico, porque la falta de una escalera mecánica se puede resolver, o la compra de un nuevo vagón, lo que no veo es cómo vamos a superar ese estado de ánimo, la tristeza, la frustración de los miles de venezolanos que pareciera no ver un porvenir mejor, la resignación, la aceptación al estado de cosas, es preocupante.
Ese transporte de nuevo mundo que conocí hace ya bastantes años, dejó de existir, como también dejo de existir, la alegría, acompañada del confort que significaba tomar el Metro.
Caracas necesita repensarse, desde que se inauguró el Metro hasta nuestros días su población se ha triplicado, el mismo ya es insuficiente, y más aún en el estado de abandono en que se encuentra, los caraqueños nos merecemos una mejor calidad de vida, no podemos conformarnos y vivir entre el caos y la basura, debemos convertirnos en constructores de ciudadanía, y eso pasa por la solidaridad y el acompañamiento de nuestros hermanos, todavía siento su dolor, la desesperanza de esos venezolanos que me acompañaron, en mi viaje, y que aún me acompaña.
Devolverles la alegría, la esperanza y el soñar con un país mejor, debe ser nuestro norte.
https://talcualdigital.com/mi-vivencia-en-el-metro-por-daniel-j-santolo-v/
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