Opus Dei 27 de agosto de 2022
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Evangelio del 22.º domingo del Tiempo
ordinario (Ciclo C). "Todo el que se ensalza será humillado; y el que se
humilla será ensalzado". Jesús es quien se puso de verdad en último lugar,
el del servicio a los demás y la entrega generosa hasta la cruz.
Evangelio
(Lc 14,1.7-14)
Un
sábado, entró él a comer en casa de uno de los principales fariseos y ellos le
estaban observando.
Proponía
a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros
puestos, diciéndoles:
—Cuando
alguien te invite a una boda, no vayas a sentarte en el primer puesto, no sea
que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él y, al llegar el que
os invitó a ti y al otro, te diga: «Cédele el sitio a éste»; y entonces
empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. Al contrario, cuando te
inviten, ve a ocupar el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó
te diga: «Amigo, sube más arriba». Entonces quedarás muy honrado ante todos los
comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla
será ensalzado.
Decía
también al que le había invitado:
—Cuando
des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la
invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete,
llama a pobres, a tullidos, a cojos y a ciegos; y serás bienaventurado, porque
no tienen para corresponderte; se te recompensará en la resurrección de los
justos.
Comentario
Durante
su ministerio público Jesús aceptó con cierta frecuencia las invitaciones de
distintas personas para comer en sus casas, incluso de quienes la sociedad
consideraba gente de vida poco recta. Fue tal la actitud acogedora de Jesús,
que algunos hipócritas lo tacharon de “comilón y bebedor, amigo de publicanos y
pecadores” (Lc 7,34). En esta ocasión, Jesús es recibido en casa de uno de los
principales fariseos y, escribe san Lucas que muchos de ellos lo observaban.
Pero a Jesús le mueve el afán de salvar a todos por encima de la opinión pública
y las habladurías. Como dice san Cirilo, “aunque el Señor conocía la malicia de
los fariseos, aceptaba sus convites para ser útil a los que asistían a ellos
con sus palabras y milagros”[1].
Al
notar Jesús cómo los fariseos iban eligiendo los primeros puestos, les propuso
una parábola ambientada en un banquete de bodas. En principio, todo parece un
sencillo consejo humano de etiqueta social para quedar bien ante la gente. Sin
embargo, la imagen esconde un mensaje mucho más trascendente sobre la virtud de
la humildad, que queda condensado en la famosa sentencia paradójica: “Todo el
que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado”.
La
tradición de la Iglesia ha insistido mucho en el papel fundamental que
desempeña la virtud de la humildad de la que habla Jesús en casa del fariseo.
Muchos Padres de la Iglesia coinciden en definir esta virtud como hizo san
Gregorio: “Madre y maestra de todas las virtudes”[2]. Jesús da a
entender al fariseo que no es fácil acertar con la actitud adecuada que hemos
de adoptar, según la verdad de nosotros mismos en cada situación. Es fácil
creerse más de lo que uno en realidad es. Por eso sugiere Jesús considerarse
siempre inferior a lo que cabría esperar; ponerse “en el último lugar”.
En
realidad, Jesús es quien ha sabido ponerse en último lugar y ha sido después
exaltado. Como explica Benedicto XVI, “esta parábola, en un significado más
profundo, hace pensar también en la postura del hombre en relación con Dios. De
hecho, el “último lugar” puede representar la condición de la humanidad
degradada por el pecado, condición de la que sólo la encarnación del Hijo
unigénito puede elevarla. Por eso Cristo mismo “tomó el último puesto en el
mundo —la cruz— y precisamente con esta humildad radical nos redimió y nos
ayuda constantemente” (Deus
caritas est, 35)”[3]. Jesús es
quien se puso de verdad en último lugar, el del servicio a los demás y la
entrega generosa hasta la cruz. Por eso luego fue exaltado a la diestra del
Padre. En cierto sentido, el propio Jesús escuchó la frase de la parábola de
hoy: “Amigo, sube más arriba”. La virtud de la humildad resulta por tanto una
condición necesaria para que Dios nos pueda exaltar, porque “a pasos de
humildad es como se sube a lo alto de los cielos”, comentaba san Agustín[4].
Por
último, Jesús sugiere al fariseo vivir la caridad con los demás, que es también
señal de humildad. Por eso el Maestro anima a su anfitrión a que invite a su
banquete precisamente a todos aquellos que cualquiera pondría en último lugar y
no en el primero, “a pobres, a tullidos, a cojos y a ciegos”, que no tienen
para corresponder. Esta actitud generosa que da importancia y valor a los
humildes, es premiada y exaltada por Dios que como dice Jesús “recompensará en
la resurrección de los justos”. Porque como explica san Juan Crisóstomo, “si
convidas al pobre, tendrás por deudor a Dios, que nunca olvida”[5]. Y entonces
oiremos nosotros también la invitación del anfitrión: “Amigo, sube más arriba”.
[1] San Cirilo, in Cat. graec. Patr.
[2] San
Gregorio Magno, Moralia, 23,23.
[3] Benedicto
XVI, Ángelus, 29 de agosto de 2010.
[4] San
Agustín, Sermón sobre la humildad y el temor de Dios.
[5] San Juan Crisóstomo, hom. 1 in Ep. ad
Col.
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/2022-08-28/
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