Ismael Pérez Vigil 20 de agosto de 2022
@Ismael_Perez
Tema
difícil de abordar, éste de la propuesta de Luis Almagro, Secretario General de
la OEA; hay que escoger cuidadosamente las palabras y medir bien lo que se
dice, para no exponerse gratuitamente a insultos y dentelladas de parte y
parte, de opositores y de adoradores del proponente, aunque se da la curiosa
situación que los adoradores de hoy fueron los opositores de hace unos meses y
viceversa. Además, tengo la impresión, por los comentarios, opiniones y
artículos vistos, que esta propuesta no va a gustar ni a tirios ni a troyanos.
No gusta a los más radicales −sospechosamente callados algunos de ellos− porque estos no aceptan nada distinto al “Chávez vete ya” y menos que alguien, sea Almagro o quien sea, que les diga que hay que “reconocer”, aunque sea “de facto”, al régimen actual y coexistir con él, eso les resulta intolerable; mucho más si se les dice empleando la palabra “cohabitar” que es el insulto favorito que nos endilgan a los que no estamos de acuerdo con sus propuestas y planteamos la vía de la negociación, para llegar a unas elecciones libres y supervisadas internacionalmente.
Y por
lo que estoy viendo, los menos radicales tenemos, cuando menos, nuestras dudas
acerca de varios aspectos de la “Propuesta Almagro”; por ejemplo, en mi caso
particular, la tengo sobre la parte final de la misma, en la que habla de
“institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos”. Tengo mis
reservas, pues no hay en Venezuela, hoy por hoy, eso que él llama “estado
compartido”, ni siquiera su posibilidad inmediata, con una oposición tan
fragmentada y debilitada. Si esto es así, entonces uno se pregunta ¿A quién
favorecería más la propuesta?, obviamente no es difícil concluir que sería al régimen
actual.
Cohabitar
y coexistir.
Creo
que lo más sensible de los términos de la “Propuesta Almagro” es que
“cohabitar” tiene entre nosotros una connotación muy peyorativa, de
complicidad, claudicación, “conchupancia”; pero, para Luis Almagro, es obviamente
otra cosa. Para él la palabra “cohabitar”, porque es un político avezado y
culto, probablemente, hace referencia a un término político, para algunos
estrenado en la Francia de Mitterrand y Chirac, que implica el reconocimiento
del rival, para convivir e incluso gobernar con él. Se podrían escribir
tratados, acerca del tema, no es el caso; y también decir muchas cosas sobre la
intención de Almagro, pero lo mejor es siempre lo más simple: A pesar de
emplear ese término, no creo que Almagro, después de lo que ha dicho en el
pasado y reafirma en su propuesta, este planteando algún tipo de claudicación o
convivencia con un régimen como el que gobierna en Venezuela.
A
pesar de las reservas que se puedan tener con su propuesta, lo importante es
que Almagro nos plantea, nos trae a la mesa, la idea de que es imprescindible
entender los límites del coexistir, de la convivencia política, el reconocer
que en Venezuela hay un gobierno que, aunque abusivamente y con todo tipo de
trampas, triquiñuelas y fraudes ha mantenido el poder, no podemos negar que aún
tiene cierto apoyo popular. Y eso no desaparecerá de la noche a la mañana, aun
cuando se dé un cambio de régimen o de poder en el país.
Con
estos argumentos por delante, paso a evaluar la propuesta, prescindiendo de
calificativos y juicios acerca de la intención de Luis Almagro; no pretendo
escudriñar en su fuero interno, cosa para la que me declaro incapaz, y tampoco
explicar porque para muchos pasó de sus posiciones iniciales sobre Venezuela en
2016, al “estrellato” de 2019 y a la desgracia, ahora, en 2022. Lo que sí se
puede afirmar es que sus planteamientos han sido siempre polémicos, pero
siempre a favor de la democracia y la libertad en Venezuela, y eso se agradece.
¿Dos
Almagro?
Por
supuesto difiero respecto a que nos encontremos frente a dos personajes, frente
a dos Almagro. Se trata del mismo de siempre; político “de raza”, valga el
término, que trata de ubicarse en la realidad que él ve y como él la entiende
para plantear una estrategia. Por ejemplo, Almagro en 2019 nos planteaba
posiciones, para mí extremas, sobre las salidas a la crisis humanitaria
compleja que padece Venezuela, como la necesidad de una intervención
internacional, con base en el principio de “responsabilidad de proteger”, el
famoso R2P que nadie logró explicar bien y que no se ha aplicado en ninguna
parte. Hoy Almagro navega en aguas aparentemente más tranquilas y tras admitir
el fracaso de la estrategia que él ayudo a trazar en 2019 −fracaso que admite
claramente en su artículo− nos propone otra vía.
El
diagnóstico de Almagro.
Sin
embargo, a pesar de su −para algunos− atenuada propuesta, hay que reconocer y
destacar que Almagro reafirma de manera impecable su diagnóstico sobre
Venezuela, sus criterios y sus críticas. Hay en Venezuela, dice Almagro, una
crisis humanitaria, violación sistemática de derechos humanos, crímenes de lesa
humanidad, una crisis migratoria como no se había visto nunca en el hemisferio,
ejecuciones extrajudiciales, torturas a detenidos, presos políticos,
inhabilitación arbitraria de candidatos, desnutrición y mortalidad infantil,
imposibilidad de la población para acceder a medicamentos, dificultades para
obtener alimentación. Resalta además el profundo proceso de
desinstitucionalización, que ha llevado al gobierno a ser incapaz o
insuficiente para resolver necesidades básicas de derecho a la salud de la
población, para resolver los temas de violencia y criminalidad que afectan al
país, incapacidad de la FFAA para atender el control territorial del país y la
protección de la integridad territorial del mismo.
Todo
eso y mucho más, está presente en el diagnóstico que acompaña la propuesta de
Almagro, y añade que todo ello esta además refrendado y confirmado por agencias
internacionales de derechos humanos.
Almagro,
tras admitir que Venezuela está hoy en una situación algo diferente a la que
vivió en años anteriores, pues está viviendo, dice, una “burbuja
económico-financiera”, agrega que ésta en realidad “ha traído una lógica
exacerbación de las desigualdades” y que a pesar de todos esos “cambios”, que
lo llevan a él a cambiar su óptica y su propuesta de estrategia, reafirma que
“Venezuela continúa por el sendero de destrucción, de falta de garantías, de
falta de opciones de vida para la gente. Todavía contamos presos políticos,
torturados, ejecuciones extrajudiciales, actividades criminales como
narcotráfico, minería ilegal, contrabando, corrupción.”
Una
propuesta distinta.
Almagro,
entonces, no claudica en su concepción sobre el régimen venezolano, solo que,
tras admitir el fracaso de la estrategia anterior, propone una salida política
distinta a la que favoreció y propugnó en el pasado, que hizo tan felices a los
sectores radicales venezolanos −y a los menos radicales, militantes, como ya
dije del “Chávez vete ya” −. En efecto, Almagro afirma, y ese es el núcleo de
su propuesta, que “…el diálogo sigue siendo la única esperanza… (y que)
… esto implica cohabitación…implica un ejercicio de diálogo político real, de
institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos” (Negrillas
mías)
Antes
de continuar con el contenido de su propuesta, debo decir que −en opinión de
muchos− parece haber aquí un salto en el discurso de Almagro y creo que en la
parte final de su planteamiento, en la frase anterior, se deja llevar por el
deseo y el optimismo un tanto excesivo, pues como ya dije, no hay en Venezuela,
hoy por hoy, un “estado compartido”, ni siquiera su posibilidad inmediata;
desgraciadamente, no hay en Venezuela dos fuerzas similares enfrentándose por
el poder del Estado; hay una fuerza, la del régimen; y la otra, la de la
oposición, está apenas por construir.
Los
contrapesos
Pero,
volviendo de lleno al tema, Almagro recoge un tanto −o mucho− sus velas, se
coloca límites y advierte claramente la necesidad de definir “contrapesos”,
que, sin ellos, la “cohabitación” que plantea se transformaría en complicidad:
“Compartir es contrapesar. La cohabitación sin contrapesos puede transformarse
en complicidad. El esquema de cohabitación a discutir en un proceso de diálogo
debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario
será una frustración más.”
La
“Propuesta Almagro” si bien habla, como vemos, de unos “contrapesos”, sobre los
mismos nada o muy poco dice; pero, los insinúa en el contexto y en todo caso,
no es difícil imaginar cuáles podrían ser: Apertura de la economía, respeto a
los DDHH, respeto e independencia de las instituciones del Estado, libertad de
los presos políticos, cese de las persecuciones, y un largo etc. que cuando uno
lo lee o contempla lo que se espera del gobierno, no puede dejar de pensar que
se está proponiendo que el régimen deje de ser lo que es, conscientemente, y se
vuelva exactamente su contrario. Esta es la utopía de Almagro, su buen deseo,
que −aun estando plenamente de acuerdo, como lo estoy yo, con la vía del
diálogo y la necesidad de coexistir en una Venezuela donde realmente quepamos
todos− eso es algo que hoy no se puede dejar de contemplar con un ojo abierto y
uno cerrado.
Necesidad
de atenuar su propuesta.
Creo
también que, vista la fuerza omnímoda de un lado −control de la fuerza armada y
de la administración de justicia− y la debilidad del otro, la estrategia
opositora debe incluir la consideración de que la supuesta apertura del
régimen, la llamada “voluntad democrática” de la “élite” gobernante, no sea más
que una farsa.
Pero,
además de considerar que éste es hoy un cambio utópico, a favor de su propuesta
hay que decir que lo que nos propone Almagro es precisamente el “camino largo”
que nos falta recorrer, el final del juego al que debemos llegar, del que
todavía estamos lejos, pero es la dirección a la que hay que apuntar.
Viendo
su propuesta, aunque algunos mantengan su escepticismo, debemos reconocer, que
hoy como ayer Luis Almagro nos ha puesto a pensar en un tema que hemos
preferido evadir; y personalmente le agradezco la ruta que hoy nos propone
diálogo y coexistencia, mucho más que la que nos propuso en años recientes, con
la que nunca estuve de acuerdo. Es decir, reitero que, aunque no estuve de
acuerdo con su propuesta estratégica, si le agradezco, como hoy lo hago, que
puso a Venezuela en el mapa del mundo y alertó acerca de los desmanes que aquí
se cometían y cometen y la vía totalitaria que el régimen estaba recorriendo y
recorre.
¿A dónde
nos lleva Almagro?
Pero,
¿A dónde nos lleva la “Propuesta Almagro”? De llegar a concretarse, nos lleva a
un camino que tampoco agrada a muchos: Cuando tengamos la fuerza, que hoy no la
tenemos, habrá que negociar una transición, habrá que hacer concesiones de
parte y parte y aunque sabemos claramente cuáles son las que pediremos, no
sabemos bien que tendremos que dar a cambio, pero algo tendremos que dar a
cambio. Ni la palabra “negociar, ni la palabra “concesiones”, agradan a
muchos”.
Pero
es claro que el gobierno democrático que surja, será eso, democrático, no puede
ser igual al que estamos dejando atrás; quienes asuman el poder tienen que
ejercer su mandato, exactamente, de manera opuesta a como se ha ejercido en los
últimos 23 años: habrá límites, habrá controles populares, ejercidos a través
de las instituciones −Asamblea Nacional, poder verdaderamente ciudadano,
tribunales independientes del poder central, etc. – habrá responsabilidad de
los funcionarios en el ejercicio de sus funciones, de las que rendirán cuentas,
porque se tomará en cuenta que los ciudadanos sí existen y controlan al poder
que eligen.
Conclusión.
A
pesar de algunas consideraciones y reservas, creo que debemos agradecer a Luis
Almagro que no cese de considerar y recordar la situación que vive Venezuela;
debemos rescatar de su propuesta su acertado y duro diagnóstico sobre
Venezuela; y también que haya admitido el fracaso de una estrategia que no nos
condujo a ninguna parte y que ahora nos haya puesto sobre el tapete la
necesidad de considerar y discutir la importancia de dialogar y coexistir, para
crear un país incluyente.
Si
hemos criticado, entre muchas otras cosas, que el actual régimen no es más que
el reemplazo de una élite en el poder y la destrucción de los valores de la
sociedad en que se basaba el sistema democrático, lo que en el fondo Almagro
nos plantea y con lo que estoy de acuerdo, es con que el que vamos a construir
no se puede basar en esa misma conducta, en el falso principio del mero
reemplazo de una élite y continuar la destrucción de los valores. Para decirlo
en otros términos, el gobierno, el sistema democrático que se cree, tiene
también una tarea educativa, tiene que ser en sí mismo un sistema de educación
democrática, cívica, ciudadana; repito, no es solo cambiar el sistema político,
es contribuir a cambiar la mentalidad del venezolano.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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