Orlando Viera-Blanco 23 de agosto de 2022
@ovierablanco
“Los
tenedores de discursos fragmentarios, infames, dilusivos, ególatras-vengan de
tiranos o demócratas-destruyen la unidad de lucha, la posibilidad de establecer
relaciones y rescatar o redimir el poder”
Me gusta rescatar episodios de la historia para ilustrar la condición humana [dixit Hanna Arendt]. Epistemológicamente la verdad se afianza en los hechos y el conocimiento se palma en las realidades validadas en el tiempo, mediante el buen uso del discurso, del verbo, de la palabra.
La
unidad de acción es esencial [si es que podemos hablar de la esencialidad
humana]. La acción totalitaria aniquila la justicia a partir del pensamiento
absoluto, que liquida la libertad de acción. Veamos el caso de Aldred
Dayfrus, capitán judío acusado falsamente de alta traición [1894], por
los servicios de contraespionaje (Service de Renseignements) del
Ministerio de la Guerra francés. Un documento dirigido al agregado militar
alemán en París, Schwartzkoppen, lo convierte en el envite de
traición. El caso hizo aflorar el antisemitismo de la III República y dividió
al país por décadas. [Dreyfus] fue una acusación y condena con
pruebas falsificadas. La justicia militar francesa se negó a rectificar y
declarar la inocencia del acusado. Fue la palabra lo que desmintió todo. La
acción libre y unida cuya fuerza [inteligente] derrotó el totalitarismo
mundano, venció a Goliat.
La
justicia es ciega cuando los hombres hablan unidamente,
coherentemente, racionalmente, por lo que [la justicia vendada], escucha. Y se
impone el cerebro, la razón, la acción buena sobre la fuerza, el
sable y la mentira.
Carta
al presidente de la república francesa de Emile Zola.
La
filosofía y la historia son las ciencias humanas que nos permiten alumbrar
verdades, admitir realidades, encender o apagar miedos y alegrías. Cuando
el pasado parece acordarse de nosotros, nos retrata y nos alecciona, si lo
queremos ver. Pero la arrogancia nos obnubila.
El
15/10/1894, Dreyfus es arrestado, juzgado por un consejo de guerra y declarado
culpable de alta traición. Pese a las declaraciones de inocencia del acusado
(que no se hacen públicas), se condena a Dreyfus a la degradación militar
[1895] y cumplir cadena perpetua en la isla del Diablo en la Guayana francesa
[…] Durante el juicio, el general Mercier, Ministro de Guerra,
comunica a la prensa y al tribunal “que existen pruebas abrumadoras de la
culpabilidad de Dreyfus, que no puede mostrar porque pondrían en peligro la
seguridad de la nación…” [subrayado]
Escandalizado,
Zola decidió asestar un golpe. Publicó en primera página de L’Aurore, un artículo
de 4500 palabras en seis columnas, en forma de carta abierta al Presidente Félix
Faure. Lo tituló: «J’accuse…!». Vendiendo
habitualmente treinta mil ejemplares, el periódico editó ese día trescientas
mil copias. El artículo fue un ataque directo, explícito y nominal. Se
denunció a todos los que conspiraron contra Dreyfus, incluido el Ministro de
Guerra y el Estado Mayor. El objetivo del novelista se logró: la
apertura de un debate público a las bases. Era la acción unida,
consciente, en movimiento, que desmiente, que dignifica, que inspira…Zola fue
enjuiciado, condenado a prisión y multa. Escapó a Inglaterra, pero regresó en
el marco del restablecimiento de la inocencia de Dreyfus. En junio de
1899, el Tribunal de Casación anuló el veredicto de 1894 y decidió que
Dreyfus compareciese ante un nuevo consejo de guerra.
La
verdad en marcha, el poder del discurso…
Hanna
Arendt en su obra La Condición Humana divide la historia en “tres
actos”: Laborar, trabajar [Homo Faber] y accionar [Homo Ratio]. Laborar es
cooperar en el proceso cotidiano, biológico, natural de vivir. Los esclavos-en
esta etapa-se justifican por ser como “animales domésticos”. Luego el
hombre que trabaja y le da valor de uso [Marx] al producto
terminado. Se enaltece al hombre-fábrica sin el cual la
productividad [era industrial] no existe. Surge la lucha de clases…Y finalmente
el hombre-racional, organizado, inteligente, unido. No busca su
utilidadde las cosas sino la suma de la felicidad [Constant], que es la
suma de placer que derrota el dolor.
“El
poder sólo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las
palabras no están vacías y los hechos no son brutales; donde las palabras no se
emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no
se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas
realidades” [Hanna Arendt, ob.cit]…Los tenedores de discursos
fragmentarios, infames, dilusivos, ególatras-vengan de tiranos o
demócratas-destruyen la unidad de lucha, la posibilidad de establecer
relaciones y rescatar o redimir el poder.
El
totalitarismo domina al hombre del montón, al hombre-masa, al hombre aislado,
carente de relaciones sociales e identidad, porque su fuerza es el aislamiento.
Concluye Arendt: «El totalitarismo busca, no la dominación despótica sobre
los hombres, sino un sistema en el que los hombres sean superfluos […] El
totalitarismo se aplicará sistemáticamente a la destrucción de la vida privada,
al desarraigo del hombre respecto al mundo, a la anulación de su sentido de
pertenencia al mundo. A la profundización en la experiencia de la soledad”.
Al totalitarismo lo apuntala el cooperante sibilino, el superfluo, que actúa
por utilidad propia, convertido en parvenus [asimilados,
igualado], “impávidos a la insaciable voracidad del mal y la tristeza”
[…] Como Eichmann-brutalmente, banalmente-exterminando judíos…
El “Yo
acuso” de Zola apuntó a los sectarios y también a los generadores de
opinión pública. “Hemos visto a los periódicos populares, los
periódicos baratos, los que se dirigen a la inmensa mayoría y crean la opinión
de las masas, cómo alimentaban pasiones atroces, cómo promovían furiosamente
una campaña sectarista, anulando toda generosidad de nuestro amado pueblo de
Francia, todo deseo de verdad y de justicia”. Ajustando los tiempos, son
los parvenus de las RRSS. Un vedetismo insaciable e
incontenible, que sustituye el buen discurso, la acción unida a cambio de los
superfluos. A eso se reduce la historia de la cofradía decía
Zola, quien sentenció: “Sí, pertenezco a esa cofradía de los hombres llenos
de buena voluntad, de verdad y equidad, salidos de los cuatro extremos de la
tierra, y espero que todos los franceses decentes quieran pertenecer a ella”.
Tocqueville
predijo que «el pasado ya no ilumina el porvenir, el espíritu humano camina
entre tinieblas». El pasado, parece acordarse de nosotros decíamos
citando a Arendt…Vale decir entonces, yo acuso, condenó
a los superfluos, a los hombres-mentiras, al Homo-brutus,
dominados por el ego y su utilidad que, por verse tanto en sus espejos pierden
su inteligencia, su gracia, su razón.
Apelo
a que el futuro se acuerde de nosotros, por haber sido hombres
unidos que cerramos filas por trabajar en pro de la salvación y la honestidad […]
Dreyfus vivió hasta 1935 y murió ocupando un elevado cargo en el Consejo de
Guerra francés…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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