Juan Fernández 02 de septiembre de 2022
@JFernandeznupa
I. La
crisis global
Soplan
nuevos tiempos. Estos se caracterizan a nivel global por la incertidumbre y la
volatilidad. Son variados los factores que nos han conducido a esta situación
durante este 2022, por lo que la atención general se centra en la búsqueda de
soluciones a los impactos económicos que crean la inflación, la recesión, el
suministro de petróleo y gas y la forma de conducir el proceso de sustitución
en el tiempo de energías fósiles por las energías renovables. Además, la
sustentabilidad de las democracias occidentales como las hemos conocido hasta
hoy se ven amenazadas en el marco de las tensiones globales, entre ellas la
guerra en Ucrania, el latente conflicto de China y Taiwán. Por tanto, el mundo
de hoy y las democracias occidentales se centran en la búsqueda de soluciones a
sus problemas internos; y dentro de este contexto la prioridad a la solución
política de una crisis como la que agobia a nuestro país, no es necesariamente
la prioridad e inclusive la potencial importancia como proveedor de petróleo ha
dejado de ser una consideración a tomar en cuenta, por el riesgo que representa
invertir en nuestro país bajo las actuales condiciones políticas y económicas.
II. La supuesta revolución
Dentro
del contexto descrito anteriormente, la supuesta revolución sigue impulsando su
estrategia de continuar afianzándose en el poder y se apoya, dentro de la
complicada geopolítica, en regímenes como los de Rusia, Irán y Cuba, quedando
por ver cómo se desarrollará la relación con el presidente Petro.
Simultáneamente, observamos el acercamiento de la administración Biden con el
régimen de Maduro, en busca de una solución negociada a la crisis general que
sufre nuestro país y cuya preferencia es mediante un proceso electoral. Sin
embargo, la impresión que uno tiene desde afuera es que el interés real de la
supuesta revolución es mantenerse en el poder y ser reconocido, lo cual
conllevaría a su legitimación. Hasta ahora lo observado indica que
aparentemente ha sabido manejarse para obtener algún beneficio. A la par de
estos encuentros, el régimen anuncia el otorgamiento de 1 millón de hectáreas a
Irán para actividades agrícolas; sin duda una provocación inconstitucional,
cuyas implicaciones están por conocerse en su verdadera dimensión e impacto en
la región. La economía nacional está nuevamente enmarcada en una alta inflación
de hasta tres dígitos y un nuevo proceso de devaluación monetaria ya en marcha,
la propaganda del régimen profundiza el engaño a la población, bajo el lema de
‘’Venezuela se arregló’’, justificándose por un crecimiento económico luego de
mas de 15 años de continua caída del PIB. La realidad es que la brecha de la
desigualdad se ha incrementado y ampliado, la pobreza y un país sin futuro,
empuja a millones de compatriotas a buscar destinos distintos, transformando a
nuestra población en la mayor diáspora del mundo. Como todos sabemos, la
supuesta revolución destaca por la corrupción en la gestión de lo público. Hoy
vemos cómo las denuncias que durante años se han hecho, por ejemplo con
respecto a Pdvsa bajo la gerencia de Rafael Ramírez, el régimen hoy solicita su
captura internacional. Sin embargo, tanto es el daño institucional que se ha
hecho en estos últimos 20 años, que vemos esta acción como una revancha más que
el hacer justicia a uno de los directos responsables por la situación de robo
al patrimonio nacional y de Pdvsa, pero no es el único. Todo lo anterior se
sostiene y maneja con la fuerza un aparato de control social, judicial, militar
y mediático, para mantenerse en el poder. Siendo un objetivo estratégico de
corto plazo legitimarse en un proceso electoral en 2024, cuyas condiciones
actuales son las mismas de la usurpación.
III.
La oposición
En
cuanto al liderazgo político opositor y su actividad para lograr una vía que
permita la salida del régimen, es conocido y así lo confirman las encuestas,
que la gente hoy en día está desconectada de lo político y de la credibilidad
en sus lideres. A esto se suma la debilidad intrínseca de los partidos
políticos, las divisiones internas, las denuncias de corrupción y la falta de
una coherente estrategia. Lo que nos lleva a señalar el hecho de que todos los
partidos políticos opositores no alcanzan atraer una mayoría, cuando existe 80%
de rechazo a Maduro y su gestión. Por otro lado, un grupo de partidos políticos
ejerce un proceso de toma de decisiones con una representatividad la cual deja
de lado el consenso y a la par resulta contradictorio el reclamo de la unidad
como mecanismo para la solución a la crisis. En este marco contradictorio, el
accionar político opositor se embarca en dos acciones: una relacionada con la
negociación en México cuyo objetivo busca un proceso electoral que haga renacer
y unificar las diezmadas fuerzas opositoras, pero que al mismo tiempo legitima
a Maduro y su régimen y la otra es la repetición de la búsqueda de un candidato
único a través de un proceso de selección con la participación ciudadana.
De
nuevo es importante resaltar, como lo dicen las encuestas, que el venezolano
siente desesperanza, resignación y se dedica a vivir el día a día. No hay una
conexión emocional que entusiasme al ciudadano, que le genere la aspiración a
luchar y ser parte del país de futuro que debe ser Venezuela.
IV.
¿Qué hacemos?
Entonces,
lógico es preguntarse ¿qué hacemos?, ¿habrá manera de encontrar solución,
avivar la esperanza, activar a la gente? Siempre hemos mantenido, porque así la
historia lo dice, como el poder de la gente es la acción que logra cambiar el
curso de países con gobiernos totalitarios y dictaduras militares. Por cierto,
es precisamente la gente el mayor temor de la supuesta revolución. Sometiendo a
la pobreza a la ciudadanía ejerce su control y sabe que si la población despierta
y es conducida por un liderazgo auténtico y reconocido, su hegemonía en el
poder se tambalea y cualquier proceso sucesivo lo conduciría a su fin.
En
nuestra opinión, para salir de la crisis que vive nuestro país se debe pasar
por un período de transición, a fin de lograr asentar bases para un
cambio político sostenible que haga funcionar la democracia y las
instituciones, mediante la separación de los poderes públicos, es decir, volver
a la normalidad democrática. Este proceso de cambio político
también implica el desarrollo de las reformas para un cambio de modelo
económico, en donde la participación del sector privado será clave, y donde
además el modelo rentista del petroestado sea reemplazado. De esta manera
podremos desarrollar la potencialidad económica de todos nuestros recursos y
ventajas competitivas. En el campo energético, el petróleo de corto plazo será
clave para continuar generando recursos necesarios para la expansión de otros
sectores y capear las urgentes necesidades sociales de la población. No
obstante, debemos recuperar nuestra máxima capacidad hidroeléctrica y promover
el uso intensivo de la Gasificación a nivel de las ciudades, su uso
substitutivo de la quema de líquidos en la generación eléctrica y en la
industrialización nacional. Todo ello como hemos mencionado, con la inversión
nacional e internacional en condiciones fiscales competitivas. La arquitectura
legal debe adaptarse y ser de apoyo para las reformas y cambios. Las leyes
deben elaborarse como instrumentos de apoyo al crecimiento económico, al logro
de un estado del bienestar aceptable para todos los ciudadanos, bajo la
rendición de cuentas y el indispensable balance de los poderes públicos.
Este período
de transición debe tener de corto plazo capacidad de respuesta
inmediata a lo siguiente: en primer lugar, ante el inmenso pasivo social que
heredamos de la supuesta revolución. en segundo lugar, la
reinstitucionalización de órganos y entes claves del Estado, como lo son la
Fuerza Armada Nacional, la Policía Nacional, las policías regionales y los
cuerpos de seguridad del Estado. En tercer lugar, una importantísima tarea será
la reforma y reinstitucionalización del Poder Judicial a través de los
mecanismos establecidos en la Constitución, como el Consejo de la Judicatura,
encargado de asegurar la independencia de los tribunales y jueces.
Para
lograr un gobierno que sea capaz de realizar todas estas tareas y finalizar
este período transitorio con un nivel aceptable de equilibrio económico y
de normalidad democrática, proponemos pensar no en un gobierno de
un presidente, sino en el gobierno de un equipo que, con una dirección y
liderazgo compartido, así como un plan de desarrollo, realice estas tareas. La
organización del Ejecutivo debería estar orientada, a un proceso de decisiones de
consenso y en donde la participación de gente proveniente de la sociedad civil
para su conformación será indispensable y necesaria. Cumplido este periodo de
transición equivalente a un periodo presidencial seria tiempo suficiente para
entrar en normalidad democrática, y permitiría además a los
partidos políticos fortalecerse y consolidarse en sus estructuras, necesarias
para garantizar y dar continuidad a la democracia.
La
propuesta de una elección de candidato único para un período de gobierno, sin
las consideraciones de un proceso necesario de transición, el cual requiere del
consenso y de una gerencia de lo público que será muy compleja y con altos
costos desde el punto de vista de los partidos políticos, nos hace pensar que
el proceso anunciado para la selección del candidato unitario es
conceptualmente divisionista, pues se trata de una contienda entre ofertas de
los diferentes candidatos, y la garantía del consenso necesario, como hemos
vivido desde 2019, estará subordinado al interés del o de los partidos
políticos.
Si
estamos de acuerdo quienes nos oponemos al régimen actual y a la oposición
complaciente y de conveniencia en que Venezuela debe de buscar como objetivo un
período de transición, de cambio, de reformas y asentamiento institucional, lo
cual será una palanca para dar un camino de esperanza a la gente, debemos
movernos hacia la normalidad democrática. ¿Por qué no pensar en
consecuencia en una alternativa de consenso, promovida y apoyada por la
sociedad civil? Será necesario organizar la participación de ciudadanos con
experiencia y pericias políticas, y a su vez se incluyan ciudadanos
provenientes de la sociedad civil para conformar un equipo, cuya única
aspiración es participar para el período de transición hacia la normalidad
democrática.
Los
recursos tanto de tiempo como monetarios que implica el proceso actual de la
selección de un candidato unitario bien podrían ser destinados para enfocarse
en la construcción del proyecto de consenso, un equipo de gobierno de consenso
y obviamente el establecimiento de condiciones para el cambio político. Con
estas acciones políticas y ciudadanas se crea una oferta a la gente que le
indica una ruta para cambiar a nuestro país, que bien despertaría la esperanza,
la conexión y sobre todo el apoyo mayoritario de la gente, pues tendríamos un
liderazgo que priva el interés nacional sobre el particular.
La
decisión del cambio de nuestro país está en nosotros, la Gente, tanto los que
están en Venezuela como la diáspora, el poder de la gente actuando
siempre decide. Las palabras dichas por Kennedy, son guía para nuestro actuar:
“No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú
por tu país”.
Juan
Fernández
@JFernandeznupa
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