GEHARD CARTAY RAMÍREZ 01 de julio de 2023
@gehardcartay
“Nuestra actual tragedia exige una toma de
conciencia colectiva. No admite tampoco ejercicios de populismo demagógico, ni
de poses histriónicas, mucho menos de frivolidades y engaños. El candidato presidencial
de la oposición democrática -cualquiera que sea el elegido en las primarias del
22 de octubre próximo- cuenta con una clara opción de triunfo en las elecciones
del año que viene. No será fácil salir con éxito de esta colosal crisis
-insisto-, y eso debieran tenerlo muy claro quienes aspiran a conducir la
transición”.
Hay
que insistir -cada vez que se pueda- sobre la responsabilidad histórica de la
mayoría de la oposición democrática venezolana: lo que nos espera no es cualquier
cosa y se debe hacer un esfuerzo de realismo político, inteligencia y
habilidad como pocas veces antes.
Y hay que hacerlo porque nuestra actual tragedia exige una toma de conciencia colectiva, por encima de diferencias ideológicas y más allá de las mezquindades y egoísmos que son tan comunes en la clase política y en el género humano. Por supuesto que esa toma de conciencia no admite tampoco ejercicios de populismo demagógico, ni de poses histriónicas, mucho menos de frivolidades y engaños. Lo que viene es muy serio.
Por
eso mismo, esa toma de conciencia debe estar precedida por una exacta
comprensión de nuestra dolorosa encrucijada histórica actual, la que, al propio
tiempo, sólo puede ser enfrentada si se tienen altura de miras, patriotismo y
capacidad de sacrificio. Pareciera, por cierto, que algunas de estas cualidades
no abundan entre ciertos dirigentes opositores, para no referirme a la cúpula
del régimen -donde no existen valores y principios-, ni a quienes han transado
su papel de “oposición” de acuerdo a las conveniencias del chavomadurismo.
“Es
muy importante el discurso de cada precandidato. Deberían cuidarse de no
incurrir en promesas incumplibles o absurdas”
No
será fácil salir con éxito de esta colosal crisis -insisto-, y eso debieran
tenerlo muy claro quienes aspiran a conducir la transición. Habrá que negociar
esa salida y cuando utilizo ese vocablo lo hago en el mejor sentido del
término. Porque negociar resulta para muchos un concepto obsceno y maligno, sin
llegar a entender que en el curso de la historia ha implicado llegar a acuerdos
razonables cediendo cada parte en sus posiciones. Por supuesto que estoy
persuadido de que esa posibilidad no goza de amplia aceptación entre los
sectores intolerantes de ambos lados, como también lo estoy que esas posiciones
cada día se reducen más.
A este
respecto, vale la pena recordar un hecho ocurrido en las postrimerías de la
dictadura perezjimenista, al cual me refiero en mi libro Caldera
y Betancourt, constructores de la democracia, segunda edición,
Editorial Dahbar, 2017 (páginas 173 y 174). En 1985 el abogado Miguel Moreno
-quien fue el secretario de la junta militar de gobierno que derrocó al
presidente Rómulo Gallegos en 1948- le dijo en una entrevista al
periodista José Suárez Núñez que Rómulo Betancourt había procurado un
diálogo directo con Marcos Pérez Jiménez en 1957. Con tal propósito,
el líder adeco buscó a Moreno a fin de hacerle llegar una misiva al dictador
“instándolo al diálogo político, para que abriera un juego electoral que no
fuera excluyente de nadie y que Pérez Jiménez siguiera en el poder por un lapso
aceptable, estableciéndose la convivencia de todos los venezolanos”. No se
produjo, sin embargo, aquel contacto. Moreno sugirió entonces que Betancourt lo
buscó presumiendo que podía ser una conexión segura con el dictador.
“Desafortunadamente,
no era así”, afirmó el abogado tachirense en esa entrevista, publicada en El
Diario de Caracas del miércoles 23 de enero de 1985.
¿Están
convencidos todos los precandidatos presidenciales de la oposición democrática
sobre el carácter de la transición que se avecina y los necesarios acuerdos con
el régimen para asegurar que sea pacífica, una vez que se alcance la victoria
el próximo año?, ¿saben que esa transición va más allá de los discursos
extremistas y del populismo electoral que sólo dice lo que alguna gente quiere
escuchar, sin tener el coraje de hablar sobre asuntos frente a los cuales una
supuesta mayoría no parece dispuesta siquiera a tolerar?
(Dentro
del régimen tampoco pareciera existir un sector moderado y realista dispuesto a
negociar una salida democrática y civilizada, a partir de las elecciones
presidenciales de 2024. Todos, o casi todos -vaya usted a saber la
verdad-, están engolosinados con el poder, sin ninguna disposición a
aceptar el hecho incontrastable de que se han convertido en una minoría
repudiada por los venezolanos y que por su propio bien deberían facilitar una
solución al drama que ellos mismos han creado en estas dos desgraciadas décadas
del chavomadurismo en el poder. Tampoco dentro de la cúpula castrense se
observan indicios para facilitar una transición democrática y pacífica, cuando
en verdad casi todos estos procesos históricos en diversos países los han
propiciado precisamente los jefes militares o, al menos, han contado con su
respaldo, tal como lo señalé en un artículo
publicado en La Gran Aldea en mayo de 2022).
Por
supuesto que, si como todo parece indicarlo, el candidato presidencial de
la oposición democrática -cualquiera que sea el elegido en las primarias
del 22 de octubre próximo- cuenta con una clara opción de triunfo en
las elecciones del año que viene, nadie más que él debería ser el primer
interesado en prepararse no sólo para ganar y cobrar su victoria, sino,
fundamentalmente, para hacer realidad su acceso a la Presidencia, con todo lo
que esto implica. No creo que valga la pena insistir en que el cuadro
“institucional” que va a conseguir estará en su contra, lo cual dificultará su
tarea, a menos que demuestre condiciones excepcionales para negociar y
dialogar, y que los agentes del régimen derrotado accedan igualmente a hacerlo.
En
esta materia es muy importante el discurso de cada precandidato. Deberían
cuidarse de no incurrir en promesas incumplibles o absurdas. No puede decirse
una cosa hoy y luego de ser electo salir con otra muy distinta. Esa es una
experiencia que suele ser trágica, como le ocurrió a CAP cuando, electo
presidente en 1988, cambió radicalmente su oferta de volver a la abundancia de
su primer gobierno por un paquete de medidas económicas y sociales que
anunciaban todo lo contrario. Ya sabemos lo que trajo consigo aquella actitud.
Resulta
fundamental entonces la actitud de cada precandidato sobre la manera cómo
afrontará la transición, una vez que gane y cobre su seguro triunfo electoral
en 2024. Tiene que estar preparado para esa compleja eventualidad y lo que diga
antes en la campaña electoral será muy importante una vez que obtenga
la victoria, a los fines de no deparar sorpresas ingratas a sus electores, ni
corra el riesgo de ser acusado de traición. Hay que hacer todo lo que sea
necesario para salir de esta tragedia y la dirigencia opositora debe estar
convencida de que el diálogo y los acuerdos son elementos importantes a tales
efectos. Si la cúpula del régimen no quiere aceptar la realidad de los hechos,
esa será su responsabilidad ante la historia, pero hay que buscarle una
salida urgente a un drama que cada día nos afecta más y que puede poner en
peligro la seguridad y hasta la existencia de la nación.
Gehard
Cartay Ramírez
@gehardcartay
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