Por Carlos Vecchio, 09/12/2014
Exilado Político
Han pasado 10 meses desde que tuvo lugar el inicio de las protestas en
Venezuela debido a la profunda crisis política, social y económica que vivía el
país. Venezuela había culminado el 2013 teniendo la inflación más alta del
mundo, el año más violento de su historia, una escasez de productos jamás vista
y una restricción de libertades al extremo.
El régimen de Nicolás Maduro reaccionó con una brutal represión y una
persecución sin precedentes: 43 fallecidos impunemente, más de 3.000
detenciones arbitrarias y alrededor de 150 casos de tortura denunciados. El
líder nacional Leopoldo López se encuentra preso y la diputada María Corina fue
removida ilegalmente de su cargo y tiene prohibición de salida del país. Del
mismo modo hay diversos activistas perseguidos y exiliados. El mensaje de
terror fue: “Si protestas, mira lo que te puede pasar”.
Diez meses después, el escenario es mucho peor: 80% de la población
evalúa negativamente la situación del país. La popularidad de Maduro se vino al
piso al caer por más de 20 puntos y ubicarse solo en el 24 %. Este año
nuevamente terminaremos con la inflación más alta del mundo, con mayor escasez
(no hay papel toilette, jabón, acetaminofén etc.), mucha más violencia y menos
libertades. En otras palabras, la crisis es mucho más profunda. A lo anterior
se suma un elemento que es determinante: la falta de liderazgo político de
Maduro para conducir la crisis y la fractura interna del partido oficial.
Maduro ha optado por seguir el guion cubano. Pretende silenciar las
voces del cambio en Venezuela con esas herramientas. Son lo único que no
escasea. Todo esto ha conllevado a violaciones graves a los derechos humanos
como lo ratifica el informe CAT emitido por el Comité contra la Tortura de la
ONU.
Durante estos meses hemos visto cómo jóvenes estudiantes aún permanecen
detenidos en cárceles comunes de alta peligrosidad y son torturados con
prácticas que pensábamos habían desaparecido. Tal es el caso de los jóvenes
Alexander Tirado y Raúl Baduel, quienes han sido golpeados severamente hasta
fracturarlos, uno de ellos presenta los genitales quemados. Tenemos también el
caso de venezolanos que por tan solo tuitear están hoy tras las rejas. Sin
olvidar el caso del activista Gilberto Sojo, quien fue detenido sin orden
judicial con su esposa, Carolina González, y su hija de 3 años, o la imputación
contra María Corina Machado por conspiración sin la debida presentación
judicial de pruebas.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Leopoldo López, a quien mantienen
aislado. No se le permiten visitas. Solo pueden entrar sus abogados bajo
vigilancia y se limita la asistencia de sus familiares. No conforme con ello se
le ha lanzado excremento y orina en su celda. Todos los organismos de derechos
humanos, la ONU, presidentes y ex presidentes del mundo han hecho un llamado
para que sea liberado, ya que se trata de un preso de conciencia.
Todas esas violaciones graves ocurren frente a los ojos de la comunidad
internacional y de nuestros hermanos latinoamericanos. Si bien el problema de
Venezuela será resuelto por los venezolanos, es imprescindible que la comunidad
internacional sirva de apoyo y presione para detener los atropellos del poder.
Si no es así, nos preguntamos: ¿Para qué sirven organizaciones como Unasur y Mercosur?
Los demócratas del mundo no pueden mantenerse ciegos frente a estas
violaciones. Más vale un barril de derechos humanos que un barril de petróleo.
Va este llamado para nuestros hermanos latinoamericanos: es hora de hablar, no
de callar.
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