AMANDA MARS 11 de agosto de 2017
Donald Trump volvió a
agarrar la caja de cerillas este viernes por la noche y advirtió a Venezuela de
la posibilidad de una acción militar si la escalada autoritaria del Gobierno de
Nicolás Maduro persiste y la consideran necesaria. En una semana que tendrá su
capítulo en historia por las
amenazas cruzadas entre Estados Unidos y Corea del Norte, armas nucleares
incluidas, el presidente de América lanzó un aviso de plomo sobre Caracas:
"Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida la militar si fuera
necesario", dijo desde su club de golf de Bedminster, en Nueva Jersey,
donde pasa sus peculiares vacaciones.
Trump
hizo las declaraciones tras una reunión sobre seguridad con el secretario de
Estado, Rex Tillerson, la embajadora de EE UU ante las Naciones Unidas, Nikki
Haley, y su consejero de Seguridad Nacional, el general H. R. McMaster. El tema
estrella del encuentro y de las preguntas de los periodistas iba a ser la
tensión con Pyongyang, pero hubo palabras gruesas para el país caribeño, con
sus dosis necesarias de inconcreción.
"No
voy a descartar la opción militar, es nuestro vecino y tenemos tropas por todo
el mundo. Venezuela no está muy lejos, y la gente allí está sufriendo y está
muriendo", enfatizó. La situación del país, apuntó, se ha convertido
"en un desastre peligroso". Un periodista le preguntó qué opciones
consideraba para el país y es entonces cuando comenzó su declaración:
"Tenemos varias opciones sobre mesa y, por cierto, no voy a descartar la
militar".
El yo
militar de Donald Trump se está haciendo oír tras un final de curso aciago en
el Senado, distanciado de los legisladores de su propio partido tras el sonado
fracaso de su reforma sanitaria en la Cámara. No ha lanzado esta vez "la
madre de todas las bombas", como el pasado abril en Afganistán, ni ha
atacado instalaciones del régimen en Siria, como hizo por esas mismas fechas,
sino que ha optado por discursos belicistas de "furia y fuego" con
Corea del Norte. El aislacionismo con el flirteó en campaña electoral parece
haber pasado a mejor vida.
En la
crisis de Venezuela, las declaraciones intimidatorias pueden convertirse en
combustible para el presidente venezolano, a quien se le sirve en bandeja la
posibilidad de agitar a sus seguidores la idea del intervencionismo
estadounidense, el viejo fantasma del imperialismo yankee.
Hasta
ahora, Estados Unidos ha optado por endurecer las sanciones contra personas
clave del Gobierno y el entorno de Maduro, sin cerrar las puertas a
penalizaciones económicas, pero este viernes el presidente advirtió de que
también las armas están sobre la mesa. El Pentágono aclaró acto seguido que no
ha recibido ninguna orden de la Casa Blanca sobre Venezuela, según Reuters.
La
última ronda de sanciones por parte del Tesoro estadounidense tuvo lugar el
miércoles y afectó a ocho funcionarios venezolanos -entre ellos Adán Chávez,
hermano del fallecido presidente Hugo Chávez- por su papel en la que califican
de “ilegítima” Asamblea Nacional Constituyente, el órgano que ha servido a
Maduro para usurpar los poderes a la cámara legislativa (controlada la oposición).
Las penalizaciones se suman a las impuestas al propio presidente venezolas, así
como a otros 13 altos cargos de su Gobierno y el presidente y siete miembros
del Tribunal Supremo. También fue sancionado el pasado febrero el
vicepresidente, Tareck El Aissami, por sus vínculos con el narcotráfico.
Trump
dijo que esos 17 días que iba a pasar fuera de la Casa Blanca no eran
vacaciones propiamente dichas, que iba a alternar ocio y trabajo. La semana que
lleva en Nueva Jersey, a la postre, ha sido un sobresalto permanente, dentro y
fuera de su cuenta de Twitter.
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