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viernes, 19 de marzo de 2010

El partido de los Civilistas


Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Hace mucho, mucho tiempo, en un país muy, pero muy lejano, existía un régimen republicano democrático que, con todo y sus errores, había hecho progresar al país.

Sin embargo, las graves ineficiencias y corruptelas de los últimos gobiernos, y las peleas intestinas entre los “Partidarios”, quienes constituían la clase política de oficio en esta sociedad, y de cuyo seno provenían la mayoría de las personas que ocupaban cargos de elección, habían provocado el repudio y distanciamiento de los ciudadanos, en particular de los Civilistas, quienes representaban a los más organizados y activos de los ciudadanos y quienes, erróneamente, se decían apolíticos, y criticaban, con sobrada razón a los Partidarios, pero no aportaban soluciones y se apartaban de los asuntos públicos.

Fue así que, hace muchos años atrás, demasiados, podría decirse sin exagerar, en medio del desprestigio de los Partidarios y la apatía de los Civilistas, Esteban, un líder carismático y populista, capitalizando el descontento del pueblo y prometiendo justicia social, desarrollo y un gobierno transparente, llegó al poder.

Pidió más y más poder para poder hacer los cambios necesarios, pero las mejoras no llegaban; todas sus acciones estaban orientadas en realidad a mantener su continuidad en el poder, llegando incluso a formar un grupo de partidarios, los “Continuistas”, que buscaban garantizar la permanencia de Esteban en el poder mediante el control del Parlamento y de los Magistrados.

Las ineficiencias y corruptelas que tanto se habían criticado en el pasado, se vieron multiplicadas al infinito en el gobierno de Esteban. Los alimentos escaseaban, las bandas de rateros y asalta caminos mantenían a los parroquianos en vilo, las casa de salud estaban en la ruina, se hostigaba a artesanos, campesinos y terratenientes que diferían de Esteban, se cobraban altos impuestos, pero estos desaparecían en los bolsillos de los funcionarios o eran regalados a regentes extranjeros amigos de Esteban.

El gobierno de Esteban acusó el “golpe” de todos estos hechos, el pueblo empezaba a despertar, y se vio la posibilidad de rescatar el Parlamento, y desde allí obligar a Esteban a atender las necesidades del pueblo, y rescatar la democracia.

Partidarios y Civilistas se habían dado cuenta que trabajando juntos, habían logrado complementarse y frenar, en algunas ocasiones, las intenciones de Esteban de atropello y dominio total. Así, deciden trabajar juntos para retomar el Parlamento años atrás perdido.

Lamentablemente, los Partidarios, en cuyo seno convivían muchas facciones, no lograban ponerse de acuerdo sobre quiénes serían sus candidatos a formar el Parlamento, cada facción deseaba su cuota de poder, y, en el camino, se habían olvidado de tomar en cuenta a los Civilistas, así como de las promesas de elegir de forma abierta a sus representantes.

Las luchas internas de los Partidarios parecían acabar con la posibilidad de unidad, mientras los Civilistas veían con preocupación y decepción, como el tiempo pasaba y se corría el riesgo de perder el Parlamento, además, Esteban, a pesar de su pérdida de popularidad, se mantenía en campaña permanente y cometía gran cantidad de atropellos tratando de lograr más y más poder.

Preocupados y molestos, los Civilistas decidieron inscribir un partido en las elecciones para el Parlamento, más que nada para llamar la atención de los Partidarios y sacarlos de sus discusiones. Allí tendrían representación todos aquellos candidatos que hubieran sido previamente seleccionados, en elecciones abiertas, por los ciudadanos que querían rescatar la democracia, esa y la promesa de llevar una Agenda Parlamentaria de Unidad, era la única condición que establecían los Civilistas a los candidatos que quisieran apoyarlos. Además, los Civilistas pensaban, acertadamente, que muchos ciudadanos que no querían ni a Continuistas ni a Partidarios, los llamados “Ni lo Uno –Ni lo Otro”, así como muchos Continuistas desencantados, votarían por más tranquilidad por los candidatos democráticos en un partido diferente de los Partidistas.

Esta propuesta de los Civilistas causó gran molestia y preocupación entre los Partidarios, quienes acusaron airadamente a los Civilistas de romper la “unidad” y dar la ventaja a Esteban.

Los Civilistas, para esta tarea, contaban a su favor, de estar organizados en redes nacionales, tener mucha gente capaz, gran voluntad de trabajo, y poder de convocatoria entre los ciudadanos. Sin embargo, tenían en su contra que carecían de un equipo militante y jerarquizado, así como la experiencia en el juego político, cosas con las que contaban los Partidarios.

Este cuento aún está en desarrollo. ¿Se reconciliarán Civilistas y Partidistas? ¿Triunfarán los Continuistas aprovechando esta división? ¿O será que el hecho de una tarjeta única y candidatos preseleccionados por elecciones darán el triunfo a los demócratas?

Cuento Editorial del Equipo Productor

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