Por Gregorio Salazar
Nunca fue tan ingenua,
candorosa y confianzuda la bancada del “bloque de la patria”, la misma que ha
contribuido a dejar la patria sobre cuatro bloques, como aquella mañana del
domingo 5 de enero de 2020 cuando acudió disciplinada y modosita a la plenaria
de la Asamblea Nacional para la elección de la última junta directiva de su
legislatura.
Las semanas anteriores la AN
había sido escenario de denuncias y de sanciones, algunos parlamentarios
opositores que no resistieron la restregada de un manojo de lechugas en la
oreja fueron destituidos y expulsados de sus partidos, pero al diputado
peseuvista Francisco Torrealba, aquel zagaletón tan avivato cuando fue
sindicalista del metro de Caracas, esa historia le pasó ante a la nariz y no la
olfateó.
La versión de su omnipotente
jefe, el presidente de la constituyente más inútil que se recuerde en los
anales de los cuerpos de esta índole, corrobora la angelical inocencia con la
que Torrealba, nuevo capataz de la fracción roja, se desenvolvía esa mañana de
intenso ajetreo parlamentario, al punto que desconocía que puertas afuera del
Capitolio la GNB hacía de las suyas, bloqueando las entradas al viejo palacio
guzmancista, repartiendo piña y correteando a diputados y periodistas, con más
saña si eran mujeres.
Pero Torrealba andaba como
embobado por el zumbido que se levantaba de los corrillos repartidos por los
distintos recodos del hemiciclo. Se preguntó dónde estaría el diputado Juan
Guaidó, a quien reglamentariamente le tocaba dirigir la sesión. Imaginó que en
una enorme cola tratando de echar gasolina, que se ha vuelto tan escasa por
culpa de Trump.
De repente se entera de que
hay tres candidatos opositores para integrar la directiva de la Asamblea. ¿Cómo
iba a imaginarse Torrealba, que esa mañana padecía un ataque agudo de
apendejamiento, que a quien proponían para presidir la cámara era el mismo
diputado que había dado inicio a la sórdida y delictuosa trama yaracuyana?
Yaracuyano él y yaracuyano el acaudalado enchufado al que diligentemente le
expidió una carta de buena conducta.
Así que Torrealba, como bajo
los efectos de una fuerte dosis de burrundanga, se acercó a los aspirantes:
“Muchachones, ustedes nos caen bien. Hemos revisado sus credenciales y, aparte
de algún desliz opositor del pasado, son impecables.
Nosotros, los
revolucionarios, tenemos la mayoría. Pero, la verdad, ya estamos cansados de
tanto acumular poder. Sería bueno darnos un descansito. Así que vamos a votar
para que se encarguen ustedes de este coroto”.
A falta de mayores asuntos
que resolver, el gabinete ejecutivo y el alto mando militar jugaban una
caimanera de softball en el nuevo estadio de La Guaira. Cuando el presidente
recibió la llamada del diputado Torrealba de inmediato le interrogó: “¿Cómo
marcha la caimanera de allá, Francisco?”. “A la perfección, mi comandante.
Primero Justicia, Copei y Voluntad Popular van a dirigir la cámara. ¡Leales
siempre, traidores nunca!”. “¡Play Ball!”, autorizó Maduro, alisándose el
bigote con su mascotín de primera base.
El presidente de la
constituyente fue claro y diáfano en su rueda de prensa del miércoles:
“Nosotros no tenemos nada que ver con eso. Esa es una pelea por espacios entre
ellos”. Dejó claro que si a la AN se le escapa un rolling, allí estará la
constituyente jugando el rol de short-field para tapar el hueco. Maduro, por su
parte, lo dijo también prístinamente en uno de sus tuits antes de que le
suspendieran la cuenta: “Los diputados opositores eligieron una nueva Directiva
de la AN”. No dijo, claro, donde fueron a parar los 51 votos de su bancada.
12-01-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico