Por Oscar Morales Rodríguez
Los hechos –y la evidencia-
nos dicen que desde el año 2007 el Ejecutivo empezó con el arrase bestial de la
industria privada y el proceso estatizador fue palabra sagrada. Desde entonces,
el Gobierno nacional se dedicó a numerosas tareas que los privados cumplían con
solvencia. Así, vino una ola que estatizó compañías eléctricas, bancos,
hoteles, empresas azucareras, supermercados, productoras de envases, plantas
cementeras, siderúrgicas, aerolíneas, productoras de lácteos, empresas
arroceras, plantas azucareras, distribuidores de semillas y fertilizantes, etc.
Simplemente, esta era la marca fundamental del socialismo del siglo XXI. El
resultado lo conocemos todos: calamidad, hambre y escasez.
No obstante, como suele
ocurrir en aquellos países que experimentan controles económicos, represión y
coacción, paulatinamente, la necesidad irrevocable de las personas por la
supervivencia genera un mercado paralelo –o negro- para abastecerse de los
bienes y servicios básicos (que han desaparecido como resultado de las
imposiciones, presiones y coerciones) a cualquier precio y en cualquier
instancia. Algunos de estos comportamientos están ocurriendo actualmente en nuestro
país, con la venia del Estado, por cierto. ¿Y qué está ocurriendo?
Si el Estado no puede
suministrar agua en los hogares o empresas, ¿qué hará el ciudadano para la
supervivencia? Probablemente, se seguirán organizando para perforar pozos de
agua clandestinos por montos cercanos a 7.000 – 10.000 dólares.
Si el Estado no puede
proveer electricidad con estabilidad y regularidad a los venezolanos, ¿qué
harán los venezolanos para subsistir? Quizás, continúen comprando plantas
eléctricas para poder tener una vida medianamente normal. ¿Y si no tienen
conexión a internet con frecuencia? Seguramente, se incrementará la adquisición
de internet satelital.
Si el Banco Central de
Venezuela se olvidó de su objetivo fundamental –o el Ejecutivo le prohíbe que
lo cumpla- y no procura lograr la estabilidad de los precios y preservar el
valor interno y externo de la moneda nacional, ¿qué harán los agentes
económicos? Naturalmente, buscarán realizar transacciones económicas con otra
moneda que les brinde confianza; les permita resguardar su patrimonio y
fortalezca su poder adquisitivo.
Si quienes tienen la
licencia de suministrar y comercializar productos alimenticios no logran
efectuarlo, ¿cómo se resolverá este abastecimiento? Posiblemente, nacerán
los lujosos -e inalcanzables- “bodegones”, florecerá el mercado informal y los
privados comenzarán a ponerse de acuerdo.
Para terminar, y aquí mi
pronóstico, si el grave problema del abastecimiento de la gasolina a nivel
nacional se profundiza, tal como se prevé, ¿cómo creen que se intentará
mitigar? Nuevamente, ya veremos como el ciudadano en su innato empeño por
sobrevivir, encontrará un resquicio para contrabandear (o quizás el Estado lo
valide como ha hecho con la reducción de aranceles y la liberalización de las
importaciones de alimentos para los “bodegones”) gasolina por las fronteras
colombiana, brasileña, curazoleña, guayanesa o trinitense, puesto que,
gradualmente, veremos como se internacionalizará el precio por litro de
gasolina y ya será lo mismo pagar un litro de gasolina en Elorza o Ciudad Ojeda
que en Bogotá o Arequipa.
En síntesis, desde el
Ejecutivo pareciera que se han percatado de que no pueden corregir las
distorsiones económicas solitos y no pueden garantizar la provisión de los
servicios básicos, por tanto, se están sincerando varios aspectos y le están
dando facilidades a los privados para que operen y oxigenen un poco la grave
asfixia nacional. ¿Y este comportamiento qué expresa? Están diciendo: “Camarada
Mercado, por favor, vuelve a funcionar, pero no le digas a nadie que te lo
pedí, ¿sí? Y perdona lo malo. Muchas gracias.” Aparentemente, el mercado –con
sus leyes económicas básicas- volverá a ganar.
03-01-20
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