Ysrrael Camero 13 enero de 2020
@ysrraelcamero
Nicolás
Maduro ha logrado exactamente lo contrario de lo que pretendía con el golpe
contra la Asamblea Nacional y Juan Guaidó. Fortaleció la unidad de la
oposición, dentro y fuera de la Asamblea Nacional. Volvió a colocar a Juan
Guaidó en la agenda pública, nacional e internacional, incrementando las
muestras de apoyo social, y ratificando la solidaridad de la comunidad
internacional.
A pesar de las declaraciones de Vladímir Putin el
aislamiento internacional de Maduro se incrementó con esta jugada torpe.
Declaraciones críticas del gobierno saliente de Uruguay, del Frente
Amplio, así como de los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador en México,
y de Alberto Fernández en Argentina, todos ellos
relativamente cercanos a Maduro, y promotores del establecimiento de mecanismos
de diálogo político, dejaron al régimen autoritario en una posición aún más
comprometida.
Venezuela había
venido desapareciendo de la agenda pública mundial, más preocupada por Siria
o Irán, y la falta de resolución de la crisis venezolana, su prolongación
en el tiempo, la había convertido en rutinaria. Y lo noticioso se opone a lo
rutinario.
Con este gesto Maduro y Luis Parra volvieron
a colocar a Venezuela en la opinión pública, y en la agenda de las cancillerías
occidentales, ratificando el carácter autoritario del régimen venezolano, y
reconociendo que el verdadero liderazgo opositor se encuentra todavía en manos
del joven Juan Guaidó y de la mayoría opositora que domina
la Asamblea Nacional.
¿Cuál es el objetivo político de Nicolás Maduro?
Consolidarse en el poder con la menor resistencia
interna y con la mayor aceptación política internacional. Efectivamente,
Nicolás Maduro preferiría que Juan Guaidó no existiera, y que alguien más
sumiso presidiera la Asamblea Nacional. Pero el juego de muñeca para alzarse
con el control parlamentario falló rotundamente, al no contar Parra con
reconocimiento, nacional ni internacional.
Este error se produce por intentar negar algunas
evidencias.
Primero, no
puede Maduro sustituir a la oposición existente por otra, si se pretende llegar
a un proceso de negociación tiene que ser con los que tienen la fuerza real, y
esta se expresa en la Asamblea Nacional. Cualquier intento de crear una
oposición “a la medida”, como la “mesilla” o el “affaire Parra”, contará con el
rechazo de la comunidad internacional.
Segundo, la
lección de Napoleón, muchas cosas se pueden hacer con las
bayonetas, excepto sentarte en ellas. No puedes depender exclusivamente de las
armas, bien sea de las regulares de las Fuerzas Armadas, bien de
las irregulares, de los distintos grupos violentos que pululan alrededor del
chavismo.
Pero varias lecciones también son susceptibles de ser
aprendidas por las distintas fuerzas de la oposición, desde aquellas que
pretendían aliarse con el chavismo para sustituir al liderazgo opositor
existente, hasta aquellas que, apelando a la intervención externa, pretenden
que otros resuelvan la crisis que atañe primordialmente a los venezolanos.
La primera es
que las instituciones importan. En el contexto autoritario que vive Venezuela
es vital preservar el control opositor del Poder Legislativo, de la Asamblea
Nacional. El Parlamento es el espacio institucional, ganado por el pueblo
venezolano en su lucha por la democracia, desde el cual se actúa políticamente,
se incide en el funcionamiento del poder, y a partir del cual, la comunidad
internacional reconoce la legitimidad de la oposición. Eso implica que, en las
condiciones actuales, no se puede sustituir al liderazgo opositor desde fuera
del Parlamento, mucho menos contra el Parlamento.
La segunda,
deriva de la primera, hay que saber aprovechar los errores de Nicolás Maduro, y
hay que conducir, desde el Parlamento, desde la calle, y con la presión
internacional, al régimen autoritario a la realización de unas elecciones
libres, limpias, abiertas, tanto para el Presidente de la República como para
la Asamblea Nacional.
El chavismo existe, tiene el control efectivo de la
maquinaria de poder armado de lo que queda del Estado venezolano, y cuenta con
el dominio de su aparato institucional, pero no tiene capacidad para normalizar
la vida política, para gobernar sin represión generalizada, para detener el
flujo migratorio que llena al mundo de venezolanos, ni para restablecer el
funcionamiento de las fuerzas productivas. No sólo han perdido la voluntad sino
también la capacidad.
Esto tiene implicaciones, por un lado, difícilmente se
normalizará la vida social y económica del país sin un cambio político, pero
tampoco se logrará transitar hacia la restauración de la democracia sin un
proceso de negociación con el régimen de Maduro. Esto tiene que darse
sistemáticamente, pasa por la Asamblea Nacional que dirige Juan Guaidó, como
Presidente encargado de la República, y tiene en el año 2020 un hito de
definiciones: pase lo que pase será un año electoral. Y a eso hay que
responder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico