Por Leonardo Carvajal
En el ya lejano año 2008
participé en una reunión de una treintena de personas, presidida por el rabino Pynchas
Brenner, a cuyo lado estaba el maestro historiador Manuel Caballero. La reunión
no tenía otro motivo sino homenajear a Yon Goicoechea, por ese entonces el
líder estudiantil opositor más destacado, quien se hizo presente en medio de
aplausos del grupo.
Como expresión del
distanciamiento que me provocó el clima dominante de babeamiento político que
pude percibir ante el joven Goicoechea, cuando me tocó hablar me referí a que
no existían “generaciones predestinadas”, como alguna vez bautizó José Rafael
Pocaterra a la Generación del 28 ya que lo que parecía ser una significativa
generación, la del 2007, debía fraguar como tal a través de la lucha
perseverante durante años. Porque para el 2008 esos líderes estudiantiles solo
constituían una irrupción en la historia y les faltaba consolidarse.
Hoy, en el 2020, sí creo
poder decir que ha fraguado la Generación del 2007 y que ella ocupa lugar
protagónico en nuestro proceso político. Ahora Goicoechea no es el líder mas
relevante pero comparte liderazgo con muchos integrantes del elenco
inicial que continúan en la lucha: Freddy Guevara, Stalin González, Juan
Guaidó, Miguel Pizarro, Juan Andrés Mejía, Manuela Bolívar y José Manuel
Olivares, entre otros. Eso en cuanto al campo opositor. En el campo
gubernamental, destaca nítidamente la figura de Héctor Rodríguez.
Es mas, creo que en nuestra
historia política contemporánea solo han existido verdaderamente dos
generaciones: la de 1928 y la de 2007. ¿Cuáles otras a veces se mencionan? ¿La
de 1958? ¿La de 1986? Pero pienso que solo las dos primeras cumplen no solo con
los requisitos que señaló Ortega y Gasset (formación cultural semejante,
comunidad de ideales, compañerismo en la trayectoria) sino que, como agudamente
explicó Manuel Caballero en su libro capital sobre Rómulo Betancourt, pienso
que tanto la de 1928 como la del 2007 han tenido “no solo conciencia de ser una
generación, sino la expresa voluntad de serlo”. Además, ambas tuvieron o pueden
tener un lugar protagónico central y hegemónico en la conducción del proceso
histórico que les tocó y toca vivir. También, tuvieron y tienen, o
quisieran tener, un proyecto de país y la voluntad de implantarlo desde el
poder político.
Entonces, digo ahora, que la
Generación del 2007 debe exigirse mas a sí misma, en lo intelectual y lo
político. En lo político, porque es de ella la principal responsabilidad, desde
la Asamblea Nacional, para superar el régimen prototalitario que nos agobia. Si
fallan, los 21 años del chavismo-madurismo podrían superar los 27 años del
gomecismo. Y para ser mejores políticos, les hace falta a los jóvenes
dirigentes de hoy, treintañeros, ser mejores intelectuales, o mas bien llegar a
serlo. Deben saber que la Generación de 1928 se preparó intensamente en lo
intelectual y produjo frutos en ese campo desde que eran unos veinteañeros.
Como Rómulo Betancourt y Miguel Otero Silva quienes, a los 21 años, escribieron
un incisivo diagnóstico de la dictadura gomecista en su texto En las
huellas de la pezuña. Ese mismo Betancourt redactó con otros, a los 23 años y
en pleno exilio, el Plan de Barranquilla, guía de la acción política para las
siguientes dos décadas.
Reitero: el grupo líder de
la Generación de 1928 llegó al poder entre 1945 y 1948 y luego entre 1959 y
1969. En esos años muchas transformaciones lograron promover. Ello porque esos
líderes (como Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Jóvito
Villalba) destacaron como políticos-intelectuales o como
intelectuales-políticos, al igual que sus compañeros en los mas variados campos
profesionales, en las ciencias sociales y naturales, en la literatura, en la
vida académica y en la constante lucha ciudadana y gerencia institucional.
Porque además de los mencionados, el núcleo central de los 252 integrantes de
la Generación de 1928 (Miguel Otero Silva dixit) incluyó figuras tan sólidas
como: Felipe Massiani, Pablo Rojas Guardia, Miguel Otero Silva, Guillermo
Meneses, Isaac J. Pardo, Miguel Acosta Saignes, Joaquín Gabaldón Márquez, Juan
Oropesa, Luis Villalba-Villalba, Juan Bautista Fuenmayor, Simón Gómez Malaret,
“Kotepa” Delgado, Carlos Eduardo Frías, Inocente Palacios, Carlos Irazábal,
Rodolfo Quintero y, last but not least, Rafael Vegas.
Valdría la pena hurgar qué
leían y cómo se formaban los jóvenes de 1928. Recordar como Betancourt leía a
Ortega y Gasset a sus veinte años y publicaba desde los diecinueve una columna,
en revista caraqueña, titulada Historia al día en la que iba analizando las
actuaciones de diversos personajes, desde Boves a Antonio Guzmán Blanco. Habría
también que recordar que su tesis de grado de bachiller, presentada en la UCV,
versó sobre la gesta civilista de Cecilio Acosta en el siglo de los caudillos.
Se basaba en las lecturas realizadas, en sus años mozos, de los catorce
tomos de la Historia de venezuela de Francisco González Guinán.
Sostengo que leer y aprender
de nuestra historia, y de otras historias, es deber primordial de la Generación
del 2007. Ojalá estudien al menos nuestra historia contemporánea, de Gómez para
acá. Para que calibren que una dictadura de 27 años tuvo varios factores que la
apuntalaron y que uno de ellos, de los mas importantes, fue la incapacidad del
conjunto de opositores de desarrollar la lucha en el terreno mas conveniente a
sus propósitos. Ojalá se asomen al texto, para mi clásico, escrito por Arturo
Sosa S.J. y Eloi Lengrand hace varias décadas, en el que se estudia al
“garibaldismo estudiantil”, aquel que creía que el éxito de su lucha política
provendría de una invasión liberadora que un buen día atracaría en nuestras
costas. Era la ilusión del Falke…
06-01-20
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