Por Simón García
La democracia venezolana
está herida en su corazón. Los que votamos para protegerla, fuimos triplicados
por quienes votaron para reforzar el poder que la desnaturaliza.
Paradójicamente, el atributo liberal de la democracia permite que sus medios
sean usados para defenderla o para abatirla. Uno esencial, el voto, funciona
bajo el imperio de la cantidad, no de los fines.
La coherencia con sus
principios valida no usarlos. Por ello, la abstención es más consecuencia que
causa. No puede ser descartada, aunque sea como quitarle el oxígeno a un
enfermo en terapia intensiva, por desesperanza o por la convicción de que es
imposible luchar contra lo inevitable. Aunque su efecto sea abandonar la
democracia a su suerte y desguarnecerla de sus defensores.
Los promotores activos de la
democracia somos minoría frente a quienes consideran más conveniente renunciar
o suspender ocasionalmente su derecho al voto. El desencanto, la
frustración o la rabia son tan devastadores que ya no se reacciona ante
fórmulas fáciles como la convocatoria a un voto castigo visto como anzuelo para
pescar inocentes. La abstención es también un rechazo que ya no se limita a
reprobar a la élite gobernante.
Los dirigentes de la
oposición están emplazados por los resultados del 6 de diciembre, porque han
podido ser otros. Aferrados a ideas fijas, privilegiaron usar el proceso
electoral como una medición y una oportunidad para destruirse mutuamente, en
vez de construir sensatamente pistas de aterrizaje que todos pudieran utilizar
para despegar hacia objetivos comunes. Una señal de alarma es que el tamaño de
la abstención sea similar al porcentaje de la población que no se siente
identificada ni con el gobierno ni con la oposición.
El país se continuará
perdiendo y su futuro seguirá bloqueado mientras no se entienda que la derrota
de una de las partes de la oposición es el fracaso de todas. El arma visible
del poder dominante ha sido enfrentar, neutralizar, dividir y exterminar las
resistencias y diferencias que se opongan a sus planes. Una de las puntas del
hilo que explica porqué Maduro le ha ganado casi todos los rounds a
la oposición.
Es increíble que desde la
oposición no hayamos sabido alcanzar las condiciones ni emplear los medios
suficientes para aprovechar la repulsa de la población a las políticas
destructivas del régimen. Un error que hay que examinar para encontrar reparos
a tanta separación de la gente y de la realidad.
Existen todas las
condiciones para levantar una alternativa que desde una oposición radical a la
autocracia sea capaz de actuar bajo sus reglas para enfrentarlas y buscar
entendimientos para incentivar una transición del autoritarismo a la
democracia. Superar el naufragio de la línea insurreccional que normaliza y
justifica la transición inversa del autoritarismo al totalitarismo.
La alternativa no se
desarrollará sin una oferta creíble de cambio, sin capacidad para nutrirse de
la erosión de las bases sociales del régimen y sin liberarse de un combate
ilusorio a Maduro que conduce a marginalizar las fuerzas de cambio.
Hay que comenzar a debatir
cómo abordar, nuevamente, los desafíos del 2021. La primera pista es sencilla:
no repetir la conducta del 2005, del 20018 o del 2020, si queremos reaprender
la ruta del 2015.
13-12-20
https://talcualdigital.com/2021-un-ano-por-hacer-por-simon-garcia/
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