Julio Castillo Sagarzazu 02 de agosto de 2022
¿Qué
tienen en común las elecciones de gobernador en Barinas y la de los egresados
de la UCV?
En
primer lugar, en que en ambos sitios se “venció a las sombras”
En
segundo lugar, en que en ambas ocasiones hubo una operación política del
régimen para “dividir” a la oposición.
En
tercer lugar, que se realizó un esfuerzo colosal en movilización y empleo de recursos
del Estado para tratar de ganar el desafío electoral
En cuarto lugar, que hubo una opción unitaria (que no única) que, con el discurso adecuado, logró movilizar espontáneamente el sentimiento opositor y que polarizó las fuerzas, haciendo fracasar la operación oficialista de división de la oposición.
La
vida real suele darnos mejores lecciones que las teorías sociológicas y las
disquisiciones de los analistas. En ambos acontecimientos están retratadas las
guías que deberían orientar a las fuerzas democráticas para hacer frente al
eventual desafío electoral que podría convocarse para el año que viene. En
realidad, no habría que andar buscando a Dios por los rincones.
En
ambos eventos ocurrió también un hecho singular, la escogencia de los candidatos
unitarios no fue el producto de ninguna operación de prestidigitación: tampoco
la precedieron acuciosos procesos de discusión de plataformas, de programas que
siempre suelen sugerirse como “previos” para la designación de los
candidatos.
En el
caso de Barinas hubo una negociación (si, una negociación) de los factores
políticos que estaban representados en la tarjeta de la Unidad (la de la
manito) para escoger al candidato. Como todos sabemos: de esa negociación
surgió el nombre de Freddy Superlano, quien ganó la elección democráticamente.
El cuento ya lo conocemos: al fraude siguió su inhabilitación y la de su
esposa. En pocas horas hubo que tomar la decisión y, sin grandes consultas, la
dirección política IN SITU, tomó la decisión de postular a Sergio Garrido. Los
resultados también los conocemos: Sin recursos, en medio de la sorpresa del
fraude, frente al más abusivo uso de recursos del estado, los factores
democráticos convirtieron aquella elección regional en un tema nacional.En el
mismísimo feudo de Chávez, se les propinó una estruendosa derrota.
De la
UCV y sus elecciones de egresados, se sabe un poco menos. Allí, una mayoría
opositora silenciosa, seguramente liderada por dirigentes con experiencia en
las lides, logró, casi espontáneamente, montar una opción unitaria (que no
única) que también derrotó a una movilización y empleo de recursos desde los
más altos niveles del estado.
Como
se dice arriba, y queremos recalcarlo, en ninguno de los dos casos hubo debate
previo sobre si las candidaturas deberían escogerse por consenso o por
primarias o si antes de escoger al candidato debería preceder un proceso de
elaboración de una plataforma o de la definición de un modelo de país.
En
ambas situaciones operó una misteriosa inercia que suele funcionar en los
procesos políticos, de acuerdo con la cual, la lógica de los acontecimientos y
el sentido común (el menos común de los sentidos) van dejando sin argumentos a
los partidarios de ciertas exquisiteces.
Leyendo
así las cosas, lo importante es crear las condiciones para que los próximos
eventos políticos se parezcan lo más posible a estas dos ricas experiencias y
hagamos un esfuerzo para que el árbol de la creatividad no nos oculte el bosque
de la necesidad.
Para
salir airosos, también hay que admitir que los intereses de los grupos y
personalidades en pugna existen y que existirán siempre. Que no son los
llamados a “deponer esos intereses en nombre de la patria” los mensajes que
serán eficaces. Lo que hay que hacer es crear el terreno en el que esos
intereses (muchos de ellos legítimos y otros no tanto) puedan convivir por el
espacio de tiempo que nos interesa.
Todas
las propuestas y los razonamientos que vemos y oímos, en favor y en contra de
las primarias; sobre si se deben hacer en una o dos vueltas; sobre acuerdos y
plataformas previas, están regularmente referidos a esos distintos intereses.
Lo repetimos, no hay en ello ningún escándalo y ninguna insania. Esto hay que
aceptarlo y metabolizarlo.
Afortunadamente,
con todas las limitaciones y todas las carencias, las fuerzas democráticas
avanzan, más homogéneamente que en otros momentos, hacia el desafío político
electoral del año que viene o el 2024.
Julio
Castillo Sagarzazu
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