Julio Castillo Sagarzazu 08 de septiembre de 2022
Conversando
hace unos días con el buen amigo Andrés Velásquez, discutíamos sobre si la
nueva realidad de la oposición venezolana debía considerarse como el cierre de
un ciclo o una etapa. Una discusión en apariencia bizantina, pero, como toda
caracterización en la política, el tema no es semántico, sino esencial.
Al
final del día, Andrés termino convenciéndome de que la idea de ciclo sugiere un
volver a comenzar y una suerte de bucle que se cierra sobre sí mismo. De
manera, que me pase a su tesis de las etapas, sin que me quedara nada por
dentro.
No obstante, esta «capitulación» argumental no resuelve el problema de fondo. La realidad, mil veces testaruda, nos sugiere que sería importante volver a andar esos pasos y seguir sacándole el jugo al debate.
A
propósito, me permitirá el lector, traer otra conversación con otro buen amigo,
el Prof. Frank López (muy conocido en los medios académicos carabobeños). A él
le escuché en una interesante exposición, un estudio que había hecho sobre «los
ciclos» de la movilización social y política en Venezuela. Para hacer el cuento
corto, López nos sugiere que cada 15 años hay una efervescencia social y
política que trae consecuencias. (Por cierto, estaríamos entrando en una de
ellas) Le comenté que Henrique Salas Römer, glosando a Ortega y Gasset, hacia
un parangón similar e interesante. De manera que hay elementos para considerar
el tema, como sugerente, para decir lo menos.
¿Se
repite la historia? ¿Lo hace disfrazándose de etapas o ciclos que se abren y
cierran? ¿Lo que pasa en Venezuela y otros lugares del mundo pueden
reproducirse en el curso del tiempo?
Veamos:
Ya
Heráclito nos recordaba que «nadie se baña dos veces en un mismo rio». En
efecto, el agua que pasa no regresará y los acontecimientos nunca se reproducen
exactamente igual. Incluso, cuando Carlos Marx señaló, a propósito del golpe de
estado de Luis Bonaparte (Napoleón «Le petit», como lo llamaba Víctor Hugo) que
la historia se había repetido, tuvo el cuidado de señalar que una vez lo hizo
como tragedia y otra, como farsa.
La
tragedia fue la de Napoleón cuando el 18 de Brumario se entronizó como Primer
Cónsul y la farsa, cuando su sobrino, elegido en comicios democráticos,
resolvió proclamarse igualmente emperador, dando así inicio a lo que la moda,
la arquitectura, el diseño y el urbanismo, llamaron entonces, el «Segundo
Imperio».
La
historia, podríamos decir entonces, que no se repite. Sin embargo, no cabe duda
de que los acontecimientos se contienen unos a otros. Si el universo continúa
expandiéndose constantemente y sí, aun vemos en el presente, la luz de
estrellas que desaparecieron hace miles de años, no es aventurado pensar que
acontecimientos similares, pueden traer consecuencias similares.
Quizás
la historia se contenga así misma, de la misma manera que las «matrioskas» (las
muñequitas rusas) se contienen unas a otras, pareciendo iguales, aunque en
realidad no lo sean.
La
verdadera diferencia entre la naturaleza, el universo y la historia es que en
la historia y en la vida social, la voluntad humana puede cambiar el curso de
los acontecimientos. A veces lo hace de manera imprevisible y, en esto, copia
la imprevisible libertad de trayectoria del electrón. Hay, efectivamente,
acontecimientos que son revulsivos o catalizadores de cambios sociales: La
nariz de Cleopatra; el pistoletazo de Sarajevo; el collar de María Antonieta,
son buenos ejemplos. No obstante, son acontecimientos o situaciones que solo
cambian el rumbo de la historia si los preceden y/o suceden, otros hechos y si
la voluntad organizada de miles de hombres y mujeres, los conduce a un objetivo
determinado.
Ese es
el papel de una vanguardia organizada, sea esta partidista o no. Esa
vanguardia, en Venezuela, tiene la obligación de interpretar los
acontecimientos y no dar por sentado que, porque una vez cayó Pérez Jiménez o,
porque otra vez Chávez, se fue momentáneamente, los hechos podrán repetirse.
Tampoco es obligatorio que, porque la gente esté «pasando roncha», se sacudirán
automáticamente, un mal gobierno.
Quedarse
sentados esperando no es una opción. Hoy, hay una clara oportunidad de accionar
los mecanismos políticos que puedan producir un cambio de percepción de la
mayoría de los venezolanos sobre el papel de las fuerzas democráticas. Los
errores que hemos cometido pesan, y mucho, pero no son insalvables. La historia
tiene muchas cualidades y una, es que puede ser indulgente y, a veces, da
nuevas oportunidades. Nuestro desafío es aprovecharlas.
Es
auspicioso ver el debate sobre cómo nos organizamos para enfrentar un eventual
proceso electoral. Opiniones hay para todos los gustos. Unas de buena fe y,
otras, como suele ocurrir, no lo son tanto.
Las
primarias son una buena oportunidad para volver a tomar la iniciativa (algo que
en la política es fundamental) pero no podemos hacer cualquier primaria. Ya,
desde varios flancos, están disparando contra ellas. De allí que es necesario
dejar la menor cantidad de grietas posibles.
Unas
primarias organizadas por personalidades inobjetables, donde puedan participar
todos los venezolanos, se encuentren donde se encuentren. Unas primarias que
sirvan también para dirimir el tema de la dirección política y un programa
consensuado dejaran, sin argumentos creíbles, a sus detractores.
La
historia no podemos controlarla, venga vestida en ciclos o en etapas. Tampoco
se repite idénticamente. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es trabajar y
poner toda nuestra voluntad para que se parezca a lo que queremos.
Julio
Castillo Sagarzazu
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