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martes, 6 de septiembre de 2022

Contagiemos amabilidad / Luisa Pernalete @luisaconpaz

 

El mundo, en pandemia, entre guerras -no solo la de Rusia contra Ucrania, con migraciones forzadas, no está fácil. Venezuela, con años sumergida en una emergencia humanitaria compleja, con todo lo que ya sabemos y sufrimos la mayoría, tampoco está fácil, pero necesitamos encontrar fuerza, “velitas en medio del apagón”, como suelo decir, porque el país nos necesita, la reconstrucción a favor de las mayorías sufridas, la solidaridad, la convivencia pacífica… eso no puede esperar, y cada quien puede hacer lo suyo, en su entorno, y puede contagiar a otros.

Me gusta mucho citar a David Hamilton, doctor en química orgánica, quien dedicó 4 años a la investigación farmacéutica, y desarrolló medicamentos para combatir el cáncer y enfermedades cardiovasculares, entre otras cosas. Dejó esa industria para dedicarse a divulgar conocimiento sobre cómo las personas pueden fortalecer sus emociones y pensamientos para mejorar su salud. Es promotor de la amabilidad como terapias autor de Los 5 beneficios de ser amable (México, Planeta, 2020).

Hamilton nos dice que la amabilidad, la bondad, nos hace ser más felices, es contagioso, es saludable, retarda el envejecimiento y mejora nuestras relaciones. ¿Qué tal? Hasta por “egoísmo legítimo” habría que hacer cosas buenas por los demás. Además nos dice que cuando se hace una buena obra, se beneficia el que la recibe, el que la hace y el que la observa. ¡Una ganga, pues!

Y no se trata de “mirar para el otro lado” y dejar de ver los dramas. Precisamente, porque conocemos los dramas hacemos algo para mitigar dolor, sufrimiento, necesidades, pero, además, ser amable es gratis, no se necesitan dólares, ni número de cédula, ni “palancas”; se necesita conciencia de la importancia de ser amables, que es mucho más que “modales de cortesía”, y tener habilidades sociales, que se pueden enseñar y se aprenden.

Reforcemos a Hamilton, y recordemos que Gandhi decía que la violencia siempre trae más violencia, y que subrayaba la importancia de la coherencia entre lo que se piensa y lo que se dice y hace. Si usted cree la bondad es mejor que la maldad, que la paz es mejor que la violencia, entonces actúe con bondad y establezca relaciones pacíficas.

Nosotros lo comprobamos cada día. Si llego a una taquilla -de cualquier oficina pública o privada, de un banco-, como por la mascarilla no se puede ver que estamos sonriendo al saludar, además de tono amable en ese saludo, ofrezco un caramelo, o unas galletas, y suelo recibir respuestas amables del otro lado, y si vuelvo, seguro que se acuerdan de nuestros gestos amables.

No es un curso de “habilidades para la convivencia pacífica”. Una columna no da para un curso, pero sí mencionaremos algunas de esas habilidades, que como ya apuntamos, se pueden enseñar y se pueden aprender: saludar, pedir ayuda -por cierto, indicador de inteligencia emocional- ofrecer ayuda, saber reclamar o exigir, sonreír y reír -no burlarse- comunicarse sin prejuzgar, escuchar, perdonar y pedir perdón, administrar emociones -la rabia, por ejemplo, se puede administrar para que haga bien, y no un cortocircuito-, alabar -no adular-, resolver conflictos por vías pacíficas… ¿Cuáles de estas habilidades cree tener?

Dado que no podemos detenernos en cada una, me voy a referir a la habilidad para reclamar, saber exigir nuestros derechos, incluso ese que tenemos del buen trato, del ser atendidos por cualquier funcionario. Se suele creer que ser pacífico es sinónimo de “cobardía” o de “aguantar y aguantar”, o dejar hacer y dejar pasar. Y no es así. Primero, para ser pacífico -no pasivo- se requiere mucha valentía, sólo que se usa la palabra, no el golpe, se usan argumentos, no insultos. Usted tiene derecho a que lo traten bien, tiene derecho a que lo atiendan en cualquier oficina, pública o privada. Nadie tiene por qué insultarle o regañarle. Pues es una habilidad dirigirse al funcionario y exigir ese derecho a la información y al buen trato. Sin gritar, en voz firme pero respetuosa. Esa señora que se quiso colear en el supermercado, por ejemplo, dígale que usted también tiene prisa, que respete la cola, dígaselo amablemente. Verá que la desarma. Igualmente, protestar pacíficamente -derecho contemplado en el artículo 68 de la CRBV- es un arte, y podemos y debemos hacerlo.

Para los padres y los docentes, recomendamos los libros de Manuel Segura Morales, s.j., que tiene varios puntos sobre las competencias sociales para niños, adolescentes y jóvenes. Se consiguen en Venezuela.

Finalmente las redes sociales son un buen vehículo para mostrar estas habilidades para la convivencia pacífica. No es necesario insultar, ni descalificar a nadie para opinar. Nosotros, por principio, no retuiteamos esos mensajes que agreden al otro. Gandhi, de nuevo, decía que no era necesario brillar apagando la luz del otro.

– ¿Se anota en contribuir al contagio de la amabilidad?

https://correodelcaroni.com/opinion/hagamos-las-paces/contagiemos-amabilidad/

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