BBC 03 de septiembre de 2022
Atada
a la suerte de los precios del petróleo, la economía venezolana se ha asemejado
durante décadas a una montaña rusa con giros constantes y abundantes
sobresaltos.
Esa
montaña rusa inició en 2013 una vertiginosa caída durante la cual el Producto
Interior Bruto (PIB) se encogió alrededor de un 80%.
Durante
ese trayecto, los venezolanos vivieron una hiperinflación prolongada y vieron
como su moneda, el bolívar, valía más como papel para hacer manualidades y
artesanías que como medio de pago.
El bolívar de toda la vida, que durante el gobierno de Hugo Chávez se había devaluado y había sido rebautizado como bolívar fuerte, se transformó sucesivamente en bolívar soberano (2018) y en bolívar digital (2021), dejándose en el camino un total de 14 ceros.
Pese a
todo, durante los últimos tiempos, habían empezado a surgir algunas buenas
noticias sobre la economía venezolana: el país salió de la hiperinflación en
diciembre de 2021, empezó a incrementar su producción petrolera -que había
retrocedido a niveles de mediados del siglo pasado-, mientras los expertos e
instituciones internacionales preveían en distintos grados un crecimiento del
PIB durante 2022.
Detrás
de estas mejorías había, entre otros, un cambio fundamental: la dolarización
informal de la economía.
Desde
que Hugo Chávez impuso un sistema de control de cambios en 2003, el uso de
divisa extranjera en Venezuela no solamente estuvo restringido por el gobierno
sino que, incluso, estuvo perseguido penalmente.
Sin
embargo, forzado por las circunstancias, el gobierno de Nicolás Maduro dio un
giro en 2018 cuando derogó la Ley de Ilícitos Cambiarios para permitir el uso
del dólar en Venezuela.
La
medida significó un cambio importante pues a partir de entonces empresas,
comerciantes y aquellas personas con acceso a la divisa extranjera pudieron
empezar a trabajar y a planificar sus operaciones sobre la base de una moneda
más estable, algo que era prácticamente imposible con un bolívar azotado
entonces por una inflación que en 2018 llegó al 130.060,2%, de acuerdo con
cifras oficiales del Banco Central de Venezuela (BCV).
Así
fue como durante los últimos tiempos la economía venezolana empezó a
experimentar una incipiente recuperación que, algunos con ironía y otros sin
ella, han resumido en la hiperbólica frase: «Venezuela se arregló».
En
medio de ese aparente sosiego, esa montaña rusa que es la economía venezolana
sorprendió a muchos al registrar una abrupta devaluación de la moneda de casi
25%, cuando la cotización oficial pasó de 6,28 bolívares por dólar el martes 23
de agosto a 7,83 bolívares por dólar el jueves 25 de agosto.
El
cambio fue más fuerte en el mercado paralelo, donde en las mismas fechas se
pasó de 7,04 bolívares por dólar a 9,33. Es decir, casi 33%.
La
sacudida generó alarma entre los venezolanos y llevó a Maduro a publicar un
mensaje en Twitter en el que invitaba a sus seguidores a «dar la batalla» por
la estabilidad económica.
Un
país sin reservas
Orlando
Zamora, analista financiero y exjefe de la división de análisis de riesgo
cambiario del Banco Central de Venezuela, considera que la fuerte devaluación sufrida
por el país responde a la conjunción de varios factores, entre los cuales
destaca el agotamiento de las reservas internacionales.
Afirma
que tras la dolarización, el BCV inicialmente había sido flexible y había
respondido a la ley de oferta y demanda, por lo que -asegura- muchos creyeron
que el dólar iba a tener su verdadero precio de mercado e iba a desaparecer el
mercado paralelo.
Sin
embargo, después el BCV empezó a aplicar una política de anclaje para intentar
contener la devaluación de la moneda.
Este
intento de anclaje significaba que el BCV tenía que intervenir constantemente
en el mercado, vendiendo dólares de sus reservas para satisfacer la creciente
demanda de dólares. Pero, ahora, esos recursos están mermados.
«Las
reservas del Banco Central están sobre los US$5.100 millones, pero de ese monto
hay como US$4.800 millones en oro, por lo que apenas quedaría un 16% en
efectivo y habría que ver si todo es negociable porque allí tiene que haber
bonos de difícil negociación. El BCV tuvo que quemar sus reservas para poder
compensar y mantener esa política de suministro de divisas al mercado. Ahora el
anclaje es casi imposible», dice Zamora.
«Esta
política se quebró porque el Banco Central sobrestimó su capacidad de controlar
un mercado y con el grave problema de no tener reservas líquidas», agregó.
Ajuste
y demandas sociales
Leonardo
Vera, profesor titular de la Escuela de Economía de la Universidad Central de
Venezuela e individuo de número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas,
considera que la «crisis cambiaria» vivida por ese país la semana pasada
responde, además de al agotamiento de las reservas internacionales, al aumento
de los bolívares que fueron puestos a circular por las autoridades como
respuesta a las demandas sociales de los trabajadores.
Explica
que el gobierno de Maduro venía aplicando una suerte de política
antiinflacionaria no declarada que consistía en 3 medidas:
- El aumento del encaje legal (la cantidad
de dinero de los ahorristas que los bancos no pueden prestar y que
actualmente se ubica en 73%, lo que se traduce en una sequía del mercado
crediticio).
- El anclaje del dólar.
- El congelamiento del salario mínimo.
Vera
indica que en Venezuela se venía aumentando el salario mínimo cada tres meses
debido a la situación inflacionaria, pero que esto dejó de hacerse en mayo de
2021 y no volvió a haber incrementos sino hasta marzo de 2022.
«El
gobierno decidió dar un incremento grande porque se había acumulado mucha
inflación desde mayo del año pasado. Es decir, se reventó el esquema», señala
el experto.
Explica
que cuando Maduro decidió este aumento el salario mínimo había caído por debajo
de los US$2 mensuales.
El incremento
fue de 1.705%, pese a lo cual el salario mínimo apenas terminó en torno a los
US$28 al mes.
Pero,
en paralelo al aumento del salario mínimo, el gobierno intentó contener los
pagos a los empleados públicos emitiendo un instructivo a través de la Oficina
Nacional de Presupuesto (Onapre) que reducía el pago de los bonos que estos
reciben como complemento a su salario y que normalmente representan una parte
importante de su ingreso.
Vera
señala que ese instructivo rebana muchos de los beneficios que habían
conseguido los trabajadores a través de las contratos colectivos.
Esta
política derivó en un aumento de las protestas laborales que ha tenido su punto
máximo recientemente cuando el gobierno intentó fraccionar el pago de dos bonos
que tradicionalmente pagan a los empleados públicos en julio y que, según Vera,
representan aproximadamente unos tres meses de sueldo.
Esto
llevó a una fuerte serie de protestas ante las cuales el gobierno de Maduro
optó por honrar esos compromisos económicos que les fueron pagados a los
funcionarios públicos la semana previa a la reciente devaluación.
«Mucha
de esa gente salió a los bancos a comprar dólares, pero estos no tenían dólares
porque el BCV no estaba ofertando. Entonces, se van al mercado paralelo que no
aguanta esa presión y ese tipo de cambio empezó a subir significativamente, lo
que hace que el BCV reaccione también subiendo el tipo de cambio oficial porque
si deja que la brecha aumente mucho la estampida sería cada vez peor», apunta
Vera.
El
experto explica que ese episodio es una muestra «clara y fidedigna» de la
desconfianza de los ciudadanos en el bolívar, lo que -desde su punto de vista-
es el principal problema que quedó expuesto por la devaluación de la semana
anterior.
Orlando
Zamora, por su parte, señala que esas presiones sociales llevaron al gobierno a
relajar la disciplina fiscal que venía aplicando, lo que se tradujo en términos
monetarios en un aumento de la cantidad de bolívares en la economía que, a su
vez, presionaban el precio del dólar.
«La
liquidez monetaria ampliada (dinero emitido por el BCV + dinero secundario
creado por los bancos al otorgar créditos + todo el dinero disponible de los
ciudadanos) estaba en 4.814 millones de bolívares en marzo de 2022 y, al cierre
de agosto de este año, se ubicaba en 11.091 millones de bolívares. En tan solo
cinco meses creció 2,3 veces», apunta.
Los
límites de la recuperación
La
reciente devaluación del bolívar repercutirá en que Venezuela tenga una
inflación más alta de la que venía registrando en los últimos meses y que, de
por sí, ubicaba al país sudamericano entre 5 los más inflacionarios del mundo.
Leonardo
Vera advierte que esto tendrá impactos sobre la población porque no todos los
grupos sociales tienen la misma capacidad de protegerse ante la inflación y
puede reducir el poder adquisitivo de los ciudadanos.
«Eso
es mala noticia para las empresas y, obviamente es una mala noticia para una
economía que está apenas recuperándose de una gran depresión«, apunta.
Más
allá de esos efectos mas concretos e inmediatos, Vera considera que este
episodio enseña la importancia de reducir la inflación rápidamente a un dígito
cuando se aplica un programa antiinflacionario como el de Venezuela porque las
restricciones en el encaje legal, en el anclaje cambiario y en el pago de
salarios tienen consecuencias sobre la economía y eventualmente tienen que
levantarse.
Para
este economista, el problema de fondo es la falta de confianza en la moneda
venezolana y en las instituciones monetarias y cambiarias, que es un aspecto
hacia el cual no se orientó la estrategia del gobierno de Maduro.
Orlando
Zamora considera que el proceso de devaluación del bolívar va a continuar.
«Es
una situación que para mí es irreversible. Creo que van a tener que dejar que
se deslice el bolívar con respecto al dólar. Posiblemente se pueda tranquilizar
al tipo de cambio, pero todas las causas y los factores que llevaron a esta
situación de colapso están ahí», señala.
Afirma
que durante la pandemia, debido a que la economía estaba más paralizada que
ahora, el BCV podía regular con eficiencia ese mercado más pequeño, pero que al
registrarse el incipiente crecimiento económico la estrategia colapsó.
«Para
mí se trastocó el plan de ajuste que se venía cumpliendo y la expectativa que
había sobre la recuperación, el control de la inflación, porque por todas las
cosas que pasaron hubo un éxito muy relativo con muchas comillas», apunta.
«¿Se
garantiza el éxito de este plan, se va a mantener una inflación baja?
Definitivamente no, porque los problemas de siempre como el crecimiento del
dinero inorgánico, la poca capacidad productiva, la dependencia de las
importaciones, todos esos factores subsisten y van a seguir llevando a esta
presión sobre lo que es vital para la economía, el dólar, porque es una
economía netamente importadora», agrega.
Así,
la montaña rusa de la economía venezolana podría deparar nuevos giros
inesperados.
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