Ismael Pérez Vigil 03 de septiembre de 2022
@Ismael_Perez
“Ahora
es que la gente está comenzando a entender el tema de la Guerra de las
Galaxias, Sr. Presidente, hay que continuar hablando de él”, palabras más o
menos, fue la respuesta de uno de sus asesores cuando el Presidente Ronald
Reagan le reclamaba que en todos los discursos lo ponían a hablar de ese tema.
Sin pretender comparaciones y guardando las debidas distancias, de respeto e
ideológicas, la anécdota, que no sé si es apócrifa, me sirve para justificar
porque de nuevo toco temas de los que ya he hablado.
He comprendido dos cosas, en este trajinar de escribir sobre política; una, que es necesario volver varias veces sobre temas y argumentos, resumirlos, explicarlos, porque hay mucha gente que les pasa por encima o ni siquiera les pasa por encima; y dos, que como los temas políticos son infinitos en sus derivaciones y matices y dado el limitado espacio de esta forma de comunicarse, no queda más remedio que, en cada uno de ellos, seleccionar algún aspecto a tratar y prescindir de otros, con el riesgo de que quien los lea, seguramente echará de menos justamente aquellos que no se tratan y que para él son los verdaderamente importantes.
Las
últimas semanas he tocado temas álgidos y polémicos −Negociación, Las
Primarias, Voto en el exterior, Empresarios y Política, Muerte de los Partidos,
Muerte de las Ideologías, Tareas Opositoras, Propuesta de Almagro, etc.− sobre
los cuales he recibido comentarios muy diversos; de manera que, dadas las
presiones, comentarios y críticas me parece oportuno recapitular, más bien,
resumir, mi posición sobre algunos de ellos.
Recuperación
económica y empresarios.
Es una
tontería negar los indicadores económicos que nos arrojan que ha habido algún
crecimiento de la economía: Magro crecimiento del PIB, después de una caída
cercana al 80% desde 2013; la circulación de dólares, que cada vez compran
menos; la construcción de edificios de oficinas en algunas zonas del este de
Caracas; la proliferación de productos importados en las estanterías, pero
fuera del alcance de la mayoría de la población; la apertura −y cierre cada vez
más frecuente−, de lujosos “bodegones” y otros puntos, que no vale la pena
enumerar; pero que es claro que no significa que ese “crecimiento” esté llegado
a la gran masa de la población −más del 90% − que sobrevive precariamente,
algunos en la pobreza. Es indudable una cierta desregulación económica y la
apertura en algunas áreas; pero, aunque algunos de esos indicadores que vemos
puedan tener algún asidero económico temporal, nadie puede garantizar que
tengan algún resultado sostenible en el tiempo.
Eso es
algo que los empresarios −que son los generadores de empleos bien remunerados y
riqueza sólida−, deben tomar muy en cuenta, para no errar en sus estrategias
políticas y confundir la necesaria coexistencia e inevitable relación con el
gobierno, con una posición y relación que confunda, al país y a ellos mismos. Como
dije, aunque ese “crecimiento” pueda tener algún asidero económico temporal, es
insostenible en el tiempo, si no hay un cambio político de fondo, que hoy nadie
puede garantizar; y ya estamos viendo como la devaluación de las últimas
semanas −sorpresiva según algunos, provocada, según otros− está acabando con la
“ilusión de cambió”; por tanto, la supuesta “mejora” no puede ser el basamento
de una actitud o posición política que desconozca la realidad de un país
arruinado. Así como no se pueden negar los signos de mejoramiento y algunos
indicadores económicos positivos, también es una tontería negar que gran parte
de la población del país sigue sumida en la pobreza, sin servicios básicos de
agua, electricidad, salud, educación, transporte público, por solo nombrar los
más gruesos, aunque el gobierno ofrezca pingues negocios y espejitos
llamativos.
Tal
pareciera que, para algunos, nada de eso es relevante, porque lo importante es
la propaganda del gobierno y sus acólitos, que dicen que se están produciendo cambios.
Y sí las cosas ya están cambiando, ¿Para qué hacer nada?, quedémonos como
estamos, porque, además, los que hacen algo, corren riesgos innecesarios, los
que bien apunta Luis Almagro, en sendos artículos publicados en julio y agosto
de este año.
En la
propuesta de Luis Almagro
En
efecto, Luis Almagro, otrora campeón de la “resistencia”, con críticas se
refiere a la situación económica, propone contrapesos y dice, a su modo, que
hay que buscar la convivencia con el régimen. Mas allá de cualquier consideración
política o ideológica sobre la propuesta Almagro −porque es así, política o
ideológicamente, como se evalúa su propuesta−, desde un punto de vista
meramente práctico la propuesta tiene una piedra de molino atada al
cuello: Quien tiene el poder −el régimen− y por lo tanto la capacidad
de acceder a compartirlo, no tiene hoy ninguna razón, aliciente o estímulo para
hacerlo. La propuesta Almagro se vuelve así una utopía.
En un
segundo artículo, publicado el 31 de agosto en Infobae −Venezuela o la
continuación de la nada; https://bit.ly/3ee2Am1 −
Luis Almagro, aclara que su propuesta va en el sentido de estimular la
negociación y explica que su “cohabitación” no implica “complicidad” ni
“connivencia”, sino el reconocimiento que la política en Venezuela no puede
seguir siendo un juego de “todo-o-nada”, como ha sido en los últimos 20 años,
sino una “solución política” a la cual pocos en el régimen y en la oposición
están dispuestos; la aclaratoria de Almagro es concluyente: “La noción de
cohabitación subraya la necesidad de compartir el poder… Funciona con
contrapesos, no es un sistema de complicidad e impunidad, pues revertir la
crisis venezolana requiere un nuevo compromiso político.”
No voy
a profundizar sobre este nuevo texto de Almagro, me basta para mi propósito
actual que Almagro, en ambos artículos, reconoce que la situación del país
sigue más o menos igual para el 80% o más de los venezolanos y así lo refleja
cuando formula su propuesta y advierte sobre la pésima condición de vida de la
mayoría de los venezolanos. El meollo de la propuesta Almagro no es la
situación económica del país y nada puede ocultar la intención de su
recomendación, que aclaró más en su segundo artículo: Es necesario
negociar con el régimen de Miraflores, para encontrar una salida que alivie al
pueblo venezolano y nos lleve de regreso a la democracia.
Negociación
y elecciones
Y así
llegamos a los temas álgidos, a los que se teme abordar, que a muchos producen
urticaria y no saben bien cómo enfrentar: Negociación y vía electoral, para
superar la crisis humanitaria y restablecer el estado de derecho.
No voy
a argumentar más de lo ya argumentado, solo resumiré lo que pienso al respecto
porque cuando no se tiene fuerza para obligar al contrario a dejar el poder
−por la fuerza de las armas o de las masas en la calle−, la única vía que queda
para encontrar una salida es negociar. Y habrá que ir al infierno, si es
preciso, a negociar con el diablo; mucho más habrá que hacerlo con los que de
facto gobiernan en Venezuela, aunque los califiquemos como sea; habrá que
negociar con quien sea y donde sea necesario, para aliviar los padecimientos y
sufrimientos de la gente.
Y al
final de todo, resumiendo mi segunda premisa, la solución última a la que habrá
de llegarse se reducirá a un proceso electoral, a unas elecciones, pues por eso
somos demócratas y queremos que sea el pueblo quien decida quién y cómo quiere
ser gobernado; por lo tanto, ¿Que de malo tiene, entonces, irnos organizando
cuanto antes para esa eventualidad inevitable? Sobre todo si sabemos que el
régimen se prepara a conciencia para ese evento y con todo su poder y artimañas
desplegadas y su precaria minoría, menor al 15% del electorado, se dispone a
imponernos su voluntad hasta el 2030.
Pero
ojo, no antepongo principios y creencias como leyes y valores universales e
inmutables; cuando hablo en favor de la negociación y en favor de la vía
electoral, lo hago como vías políticas, no fanáticas, disfrazadas de
“principios”; eso quiere decir que, a pesar de creer en esos dos principios
fundamentales, negociación y elecciones, estoy dispuesto a aceptar que no se
negocie y a abstenerme −como lo he hecho en tres oportunidades: 2005, 2018 y
2020− si esa es la decisión de la mayoría opositora, pues por encima de esos
dos principios está el valor de la unidad opositora, del pueblo, para derrotar
este régimen.
Por
eso, en esos aspectos no soy muy “kantiano”, no me pongo como “modelo” de
acción para la conducta de otros; escribo para reflexionar e inducir la reflexión;
escribo en Venezuela y sobre todo no predico ni aconsejo a otros hacer cosas
que yo no estoy dispuesto a hacer o a participar.
El
voto en el exterior.
Concluyo,
brevemente, con el voto en el exterior, tema al que me referí en un par de
artículos, y que sigue tomando calor. Yo hablé de cuatro razones, en orden de
su importancia y de menor a mayor, como barreras para votar en el exterior; la
primera es la jurídica, el “marco legal” electoral, que llaman algunos, y que
es el más fácil de superar; pero después vienen por orden de gravedad: las
técnicas, las políticas y la más grave de todas las barreras, la falta de
motivación para participar… ¿O es que alguien cree que quienes están en el
exterior se fueron de vacaciones o por turismo? La mayoría se fueron por
razones de peso y miles no quieren saber mucho de lo que dejaron atrás, excepto
de sus familias. Por lo tanto, la barrera emocional contra el voto, contra la
política y los políticos, esa “antipolítica” que ha sido cuidadosa y
sistemáticamente cultivada, alentada por el régimen y secundada por algunos
“opositores”, será la barrera más difícil de romper.
¿Es
factible superar todas las dificultades para que quienes están en el exterior
puedan votar? Es difícil, pero posible. En una próxima entrega hablaré de
algunas experiencias concretas, desarrolladas incluso en Venezuela, que
demuestran que es posible hacerlo si se logra la decisión política.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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