Venezuela comienza a respirar el camino electoral. Todos los signos de las últimas semanas muestran que las organizaciones políticas se están activando y recorriendo cada palmo del territorio nacional, en aras de promocionar nombres específicos para el proceso de elecciones presidenciales que corresponden constitucionalmente realizar en 2024. Por parte del planeta opositor, las elecciones primarias han surgido como elemento aglutinante en medio de tantas aspiraciones de candidaturas que ya se han asomado; no obstante, la lentitud y las polémicas han surgido sobre la “forma” en las que se están organizando. La manera de gestionar este proceso pudiera permitir o no, la tan anhelada reconexión emocional entre el liderazgo opositor, llamado a ser la alternativa, con el legítimo descontento popular en el marco de la crisis multidimensional que ha afectado al país durante varios años.
Por parte del partido de gobierno y sus aliados, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello han intensificado sus giras políticas por los diferentes estados para amalgamar la estructura partidista y “aceitar” la maquinaria. Aunque oficialmente no se ha anunciado la candidatura a la reelección, ya se da como un hecho que Maduro optará por un nuevo periodo. Analizando el escenario actual, Maduro requiere ampliar su base de apoyo y adicional a ello, promover la dispersión del voto opositor para garantizar una victoria a partir de ser la primera minoría organizada en el país.
Este
clásico presidencial es una nueva oportunidad para poner a prueba la capacidad de interpretación de los tiempos por parte del liderazgo partidista de diverso signo ideológico. Desde 2018 para acá han ocurrido demasiadas cosas tanto en lo interno del país como en el escenario global que han cambiado radicalmente la posición y los entornos de los actores políticos involucrados en el tema Venezuela. Ello, naturalmente, impactará en los resultados políticos, electorales y económicos que tendrá el país en 2023 y 2024, con consecuencias para la próxima década.
Hasta ahora existe un marco propicio para la participación electoral y la resolución de las diferencias por esta vía. Poco más del 70% de la opinión pública nacional ve con buenos ojos votar. Partiendo de esta base es mucho lo que se pudiera lograr si se logran conectar las emociones con las necesidades y las narrativas políticas que se ofrezcan de ahora en adelante. Crear un clima electoral pasa por un replanteamiento y una reconversión del liderazgo. Ya desde las comunidades el deseo de articulación se siente en múltiples experiencias y en muchos lugares de la geografía venezolana; falta ver si todos los esfuerzos que desde las organizaciones políticas se realizan por estos días, se enfocan hacia afuera y no hacia sus ombligos.
Venezuela requiere un nuevo proceso de “repolitización” que la enamore y no la decepcione. Que vuelva la mirada central de las personas hacia los asuntos públicos y le dé forma a la recuperación de los espacios institucionales y el ejercicio de la convivencia democrática. En paralelo, impulse una coparticipación de la agenda pública con un programa “mínimo” de entendimiento que articule todas las potencialidades y recursos con los que cuenta el país para reconstruirse y fortalecerse de cara a las próximas décadas.
Este nuevo clásico presidencial puede ser entonces, una enorme oportunidad, aún con las complejidades propias del conflicto político venezolano, para transformar una amplia y legitima mayoría social, que active un vector de fuerza transformadora que redunde en la calidad de vida de toda la población y revierta los efectos particulares de la migración venezolana.
https://efectococuyo.com/opinion/el-clasico-presidencial/
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