Julio Castellanos 31 de octubre de 2022
@rockypolitica
La
transición de la dictadura a la democracia ha sido un campo de estudio de la
ciencia política con avances relativos, más de acercamientos antes que de
elaboración teórica sólida. Si eso le sucede a quienes estudiamos el asunto
¿cuánto más complejo es para quienes son actores en el proceso?. No es lo mismo
saber el camino que recorrerlo, pero en este caso pocos creen conocer el camino
y quienes se atreven a recorrerlo lo encuentran culebrero, hostil y sin
certezas de éxito.
Ciertamente podemos tener a disposición la experiencia de otras transiciones hacia la democracia como en España, Chile, Sudáfrica o la misma Venezuela en 1958, pero no son reproducibles porque son distintos los actores y las circunstancias históricas. Por otra parte, las dictaduras aprenden y usan las nuevas tecnologías a su favor, nadie puede dudar que el régimen venezolano es mucho más represivo, manipulador y destructivo que cualquier experiencia precedente.
En un
ambiente semejante ¿es posible una transición? mi respuesta, sin
apasionamientos, ni fe en milagros y con criterio científico, es que en Venezuela
es, además de posible, inminente una transición de la dictadura a la
democracia. Aún más allá, a contracorriente de lo usualmente percibido, la
transición ya comenzó. No es un proceso lineal, tiene contramarchas y
retrocesos, pero avanza en cierto sentido. Nótese que el dogmatismo
colectivista, la fantasía del trueque y las cooperativas, el paraíso socialista
fue “sembrado” junto con Chávez en el Cuartel de La Montaña. Por allí comenzó
la transición, por el bolsillo de los autócratas que piensan en su futuro
económico y su bienestar personal, es decir, son actores racionales y actúan
conforme a sus intereses.
Esos
actores racionales pueden desear, entre otras cosas, una amnistía general,
completa y sujeta garantías nacionales e internacionales para gozar de una
generosa justicia transicional. Desearían que el patrimonio acumulado, tras el
ejercicio absoluto del poder, no corra riesgos ni dentro ni fuera de Venezuela,
es decir, que cuente con la certificación de origen de “décadas de trabajo
duro” y no de la obvia corrupción administrativa. Desearían tener control del
TSJ, de las FAN, de medios de comunicación y de ciertos curules parlamentarios
para dotar de inmunidad a sus más reconocibles voceros. De hecho, sea cual sea
la voz de los ciudadanos expresada a través del voto, los actores del régimen
con asiento en la mesa de negociación, a lo sumo, podrían ceder compartir el
poder en un gobierno de coalición. Su idea sería permitir la elección de
autoridades legitimadas nacional e internacionalmente solo para dar viabilidad
a las expectativas descritas pero cuya agenda esté predefinida o, de lo
contrario, cualquier “dibujo libre” sería castigado con un golpe de estado,
ámbito en el cual tienen tanto herramientas como experticia. Ese gobierno de
coalición, aunque tenga el respaldo electoral de su lado, no podrá mirar por el
retrovisor, tendrá severas limitaciones impuestas por los enclaves autoritarios
y tendrá que asumir deudas odiosas con acreedores internacionales.
Los
venezolanos, en particular su dirigencia democrática, tendrán que decidir en
los próximos meses un acuerdo en esa dirección o postergar, quizá por décadas,
el cambio político. El camino serpenteante incluye: 1) elecciones primarias de
la Plataforma Unitaria, 2) un candidato presidencial unitario, 3) un acuerdo de
gobierno de coalición, 4) un programa mínimo común, 5) triunfar electoralmente
en un contexto de ventajismo, censura de medios e intimidación
institucionalizada, 6) asumir el gobierno evitando el riesgo golpe de estado,
7) culminar el período gubernamental con estabilidad política, restitución de
las relaciones internacionales y ciertos avances en materia de prestación de
servicios públicos y recuperación económica y 8) celebrar elecciones al final
del periodo gubernamental que sean más cercanas al criterio de “libres y
justas”.
Yo no
veo el vaso medio vacío. Ese contexto descrito es infinitamente mejor que la
expectativa de eternización de la dictadura. La democracia es inminente, pero
puede ser postergada, su advenimiento depende de lo que hombres y mujeres
pueden hacer o construir con alto sentido de miras dentro de la Plataforma
Unitaria. Ese es nuestro nudo gordiano, se necesita dirigentes con capacidad de
integración de agendas, movidos por lograr compromisos compartidos y resiliencia
frente a altas dosis de incertidumbre. Hasta el momento, para mi, quien reúne
esas cualidades es Carlos Prosperi pero son los venezolanos en su conjunto
quienes decidirán si avanzamos o seguimos anclados en 1998.
Julio
Castellanos
@rockypolitica
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