Beltrán Vallejo 31 de octubre de 2022
Venezuela
está pasando por una etapa donde se conjuga mucho sufrimiento colectivo. La
sociedad venezolana ha sido desgarrada desde sus cimientos. En ese contexto,
tenemos la destrucción de familias, la diáspora de siete millones de
venezolanos que deambulan por aquí y por allá, y vemos la desesperanza
reinando; y también abundan diversas formas de individualismo, insolidaridad,
indolencia y un sálvese quien pueda que campea. Mientras, el
liderazgo nacional, sea del sector que sea, no está a la altura para frenar la
descomposición social y moral que predomina.
Sin embargo, este es un país con un inmenso bagaje histórico donde resalta un conjunto de referentes expresados en personalidades que trascienden su época por lo inmenso de su legado; y en eso, por supuesto que se destaca Bolívar y demás próceres que fueron génesis de la nacionalidad, y también se destacan otros protagonistas que marcaron nuestro ADN histórico y que vienen de las obras sociales, políticas, culturales, artísticas, científicas, deportivas y hasta religiosas.
Por
cierto, durante la semana que pasó, el país se plegó a las celebraciones por el
centenario del beato José Gregorio Hernández, un hombre que es la expresión de
una vida sin mancha y con propósito de trascendencia, y donde la palabra
«humanismo» tuvo un sitial de oro. Entonces, allí me enorgullezco de ser
venezolano porque soy nativo de la tierra donde nació un José Gregorio
Hernández quien conjugó la vida recta y ejemplar en lo solidario con la
realización de una existencia orientada en hacer andar el país hacia su salida
del atraso mediante la formación científica y la disciplinada investigación.
En
estos tiempos de oscuridad plena, el pueblo venezolano debe buscar referentes
apoteósicamente bienhechores que nos den pistas, alicientes, brújulas,
visiones, horizontes, claves, simbología y pasión por el enaltecimiento de la
condición humana.
En esa
perspectiva, José Gregorio no solo es tema de la religión católica; no solo es
simbología confesional del pueblo católico en Venezuela; para mí es la llave
que debe abrir la puerta de un nuevo pacto nacional por el progreso de esta
tierra que ahorita no tiene forma de país soberano, sino de campamento minero
lleno de rapacidad, violencia, soberbia y engreimiento.
En
estos tiempos de coronavirus, en estos tiempos de debate sobre la necesidad de
la preeminencia de la inversión sustancial en el desarrollo científico en todo
lo concerniente a la cura de enfermedades, la figura de José Gregorio supera
las barreras y las falsas contradicciones entre fe y ciencia en función de que
lo primordial es la creación de conocimiento para mejorar la calidad de vida y
para que el hombre tenga una vida de armonía con sus pares, con el planeta, con
el universo. La ciencia debe servir para el bien de la humanidad, y esa premisa
conjuga la unión entre fe religiosa y ciencia.
José
Gregorio Hernández abrió el camino de la medicina experimental en Venezuela; fue el ilustre
profesor de la UCV que le dio brillo a la docencia en bacteriología y en
fisiología experimental; y junto con Razetti, junto con Santos Aníbal Dominici,
junto con Rangel y otros ilustres médicos y científicos, José Gregorio abrió un
sendero hacia la modernidad venezolana, precisamente en el escenario más
abandonado por los caudillos y dictadores de aquellos tiempos de miseria y
primitivismo; abrió el camino para sanar una nación sumergida en la calamidad
de todo tipo de enfermedades y de epidemias.
Si
somos el pueblo de José Gregorio Hernández, hagamos el bien, seamos solidario,
trabajemos duro, estudiemos con disciplina, hagamos ciencia, iluminemos a las
futuras generaciones; y, sobre todo, luchemos contra la injusticia.
Beltrán
Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico