Venezuela Migrante 31 de noviembre de 2022
@venezuela_migra
Era un
miércoles de octubre, no recuerdo la fecha. Estaba acostada porque tenía una
indigestión. Reviso mi celular y veo un correo: “Cita de pasaporte otorgada”
¡Bingo! -fue lo primero que dije-. El dolor estomacal bajó un poco. Quizás fue
el efecto placebo de recibir la noticia. Solo un migrante venezolano sabe la
emoción que le genera cuando le otorgan la cita del pasaporte, y ni hablar
cuando lo tiene en sus manos.
Me
puse en marcha para ordenar mis documentos: copia de la cédula; copia de la
partida de nacimiento; copia del pasaporte; copia del carnet de extranjería.
También fui al banco para cambiar dinero y obtener los 80 dólares que solicitan
para la cita consular. Dinero que debe estar intacto, ya que hay mucho miedo
alrededor de ello: “que no debe estar rayado, ni doblado, ni manchado”, es lo
que he escuchado de otros que ya pasaron por esto. También deben ser exactos
porque no dan vuelto.
Llegó el día de mi cita. 4 a.m. marcaba el reloj cuando me desperté. Rellené un par de sandwiches con jamón y queso, tomé un termo con agua, mi carpeta con los papeles y pedí un taxi. A las 4:55 a.m. ya estaba en la Embajada de Venezuela.
“¿Tienes
todas tus copias y trajiste la planilla del pasaporte?” me pregunta una mujer.
Le respondo que sí. “Estamos a la orden, mi amor. Tenemos cafecito, negrito,
con leche, pastelitos y también sillas, mira que la Embajada abre a las 9:00
a.m”. Como diciéndome para que no esté casi cuatro horas así.
A esa
hora ya había una larga fila. Algunos de pie y otros sentados.
Aunque
el comercio -al parecer- en ninguna parte duerme, esta no sería la ocasión para
que bajara santamaría, y al cabo de media hora me invade la indecisión del
consumo: si pagar una silla para sentarme o seguir de pie, como los condenados
del Primer Círculo del Infierno de Dante. “Tengo YAPE, PLIN para
que pagues” (aplicativos móviles). Al final, opté por ir como los condenados,
pero de forma cómoda. El precio fue de 2 soles ($0.5).
Una
vez acomodada en mi asiento, mis pensamientos fueron atomizados por los
comentarios de los asistentes. En voz baja, expresaban su pesar de lo que es
obtener un documento, tanto como venezolano como extranjero. También otros
hablaban de los planes de salir del Perú, y otros de transitar la selva del
Darién. “Ya sé todo, cómo es la movida. Me la paso viendo los TikToks” dijo uno
de ellos.
Como
si se tratara del Limbo de Dante, pareciera que los venezolanos dentro y
fuera del país estuviéramos juzgados por Minos, y condenados a dar tantas
vueltas, según nuestros pecados. No en vano, el último informe de la Plataforma Regional de Coordinación
Interagencial, dirigido por la Agencia de la ONU para los Refugiados
(ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), indica que
hasta la fecha hay 7,1 millones de refugiados y migrantes de Venezuela en todo
el mundo.
Perú
es el segundo país, después de Colombia, que alberga la mayor cantidad de
migrantes venezolanos con 1,49 millones.
Lima,
capital de Perú, se ha convertido en la primera ciudad con más de 1 millón de
migrantes venezolanos, según informó David Smolansky, comisionado de la
Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Segunda
migración
El
tema de volver a emigrar fue una constante en la fila de la cita del pasaporte.
Algunos dijeron que para ellos era “más barato” tramitarlo desde afuera. “Para
ir a Venezuela en avión tengo que gastar un dineral, más los días que voy a
pasar allá. Ponle que uno pasa un mes y medio porque estás con la familia y
esperando que te den el pasaporte, pero igual ese mes uno no está produciendo”,
fue la razón de uno de los presentes.
Ya hay
quienes están haciendo una segunda y tercera migración. Se repiten las
historias. Seguimos condenados a dar vueltas en este primer círculo de Dante.
Aunque lo veo como un gran barco, en el que aramos en el mar en busca de una
mejor condición de vida, y cada uno habita un camarote distinto. Así, esa
mayoría migratoria que se encuentra en Latinoamérica -según un informe de R4V – y transita su migración en
bus, otros tantos en avión, otro puñado caminando, y así, cada uno ha ido
dibujando la diáspora venezolana.
Ese
mismo informe, R4V, también indicó que alrededor de unas 4,3
millones de refugiados y migrantes de Venezuela tienen dificultades para
acceder a alimentación, vivienda y empleo formal.
En
Perú, previo a la pandemia, más del 80% trabaja en la informalidad, según el reporte de la BBVA
Research, pero declararon emergencia sanitaria y la situación se agravó, por lo
que todavía hay quienes aún no se han recuperado de esta situación.
Había
conversado antes con varios migrantes y en esta cita del pasaporte comprobé que
hay una percepción y sensación de que las calles están vacías. “Ya no hay
tantos venezolanos. Muchos se fueron; “El edificio donde vivo estaba lleno de
venezolanos y ya no están”; “Trabajo de mototaxista y de 17 que estábamos ya
solo quedan 4”. Son algunos de los testimonios.
¿Por
qué atravesar la selva del Darién?
Aunque
el Darién representa un enorme peligro, hubo quienes lo hicieron para alcanzar
el sueño americano.
¿Por
qué tomarás esta ruta? Le pregunté a un migrante en esta cita consular del
pasaporte.
“Todos
queremos superarnos. Aquí uno trabaja 12 horas y la paga es baja, no hay tantas
oportunidades, mientras que en Estados Unidos trabajas pero le ves el queso a
la tostada” alega.
Diversos
periodistas han reflejado la situación que viven los migrantes en este
recorrido. Un ejemplo de ello fue Carolina Amoroso, quien viajó al Tapón del
Darién para realizar el documental “Darién, la selva del infierno”.
En un
cineforo titulado La selva del Darién: la ruta migratoria más peligrosa de
América, organizado por el Foro Pamela Howard sobre Cobertura de
Crisis Mundiales, detallé los peligros a los que se enfrentan miles de
migrantes por esta selva para llegar hasta Estados Unidos.
La
pieza audiovisual reflejó el dolor y el viacrucis que tienen cuando hacen el
recorrido. Hay muchos testimonios desgarradores. La meta es “por un futuro
mejor”.
Eso
también lo quiero yo: que el presente me permita sentar las bases para abrazar
el futuro sin tanta incertidumbre.
Los
datos que mostraron en este documental indicaron que para 2021 más de 130.000
migrantes cruzaron el Darién y que se estima que 1 de cada 5 migrantes son
niños.
Caminar,
seguir andando y hallar en ese Limbo dantesco, un lugar parecido a ese hogar
que fue una vez Venezuela.
Un
Limbo que tiene muros y visas. Para controlar la migración venezolana,
recientemente, Estados Unidos anunció el ‘parole’, programa que da estatus legal por dos años a quienes lleguen en
avión.
He
escuchado diversas opiniones; unos están a favor y otros en contra. Hay quienes
dicen que la culpa de que USA haya impuesto esta medida se
debe en gran parte a los mismos migrantes. “Muchos se fueron por moda y lo
publicaron en las redes, y por uno pagamos todos”.
¿Qué
pasa cuando somos expulsados? ¿Qué pasa cuando intentamos migrar y no nos fue
como lo esperábamos y tenemos que emprender de nuevo el viaje?
Concuerdo
con las palabras que expresó Carolina Amoroso durante el cineforo y seminario
del Foro Pamela Howard sobre Cobertura de Crisis Mundiales:
“Cuando
uno se siente expulsado; cuando uno viene del derrotero de varias migraciones.
Cuando uno ha sufrido xenofobia, cuando uno no ve un futuro posible dónde está,
‘mi pregunta es cuánto hay de decisión en esto, cuánto hay de espacio de
decisión cuando una persona es expuesta a tanta deshumanización»’.
Todo
esto me hace pensar que la deficiente gestión del gobierno venezolanos nos
persigue, no importa en cuál selva estemos, si una inhóspita o de concreto; o
si estamos dentro o fuera del país.
Después
de haber ido a mi cita, solo queda esperar. No sé cuántos meses más para
obtener el documento más anhelado de los venezolanos y uno de los más costosos
del mundo.
“No
hay una respuesta humanitaria a una crisis humanitaria, hay una respuesta
insuficiente”, fue una de las conclusiones de Amoroso.
Y sí,
no es suficiente para todo el sacrificio que pagamos los migrantes para estar
legales en los países de acogida, tanto en dinero como en tiempo.
Tomado
de: https://venezuelamigrante.com/historias/el-limbo-de-emigrar/
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