MARÍA ISABEL PUERTA RIERA 10 de enero de 2024
La táctica de máxima presión de la
administración de Donald Trump frente a Nicolás Maduro resultó en un marcado
debilitamiento de la oposición venezolana, al desacelerar la movilización
ciudadana y agravar las divisiones ideológicas y desacuerdos estratégicos
previamente presentes en este sector.
Una de
las consecuencias más profundas que dejó la estrategia política de máxima
presión del gobierno de Donald Trump hacia el gobierno de Nicolás Maduro fue el
debilitamiento de la oposición venezolana. El daño que hizo el outsourcing de
EE. UU. no solamente contribuyó a frenar la movilización de los venezolanos,
sino que debilitó aún más a una oposición seriamente aquejada de divisiones
ideológicas y desacuerdos estratégicos.
El desplazamiento de la gestión de representación al gobierno de los EE. UU. dejó al país sumido en una suerte de orfandad política, convirtiendo hasta sus decisiones de política doméstica en un asunto existencial para algunos sectores de la sociedad venezolana. En ese plano doméstico, el tema fue utilizado por la anterior administración para captar y conservar el voto latino, específicamente en las comunidades cubanas y venezolanas en el exilio en Florida, donde llegó a representar un asunto crítico por su impacto electoral.
Sin
embargo, luego de las elecciones de 2020, el debate político sobre Venezuela
tomó otro rumbo con el gobierno entrante de Joe Biden. Considerando su postura
crítica sobre la estrategia de la administración pasada, y vistos los
resultados electorales en Florida, el argumento de preservar el voto de cubanos
y venezolanos perdió fuerza en su agenda. Los resultados adversos del Partido
Demócrata liberaron al gobierno de Biden, permitiéndole abordar el caso
venezolano desde una perspectiva más pragmática.
Los
primeros indicios sobre el cambio en la estrategia de EE. UU. vinieron de la
mano de negociaciones directas con el régimen venezolano. La liberación de
los sobrinos políticos de Maduro en octubre de 2022 generó amplia condena en
Venezuela. Lo que no tuvo mayor atención fue el acercamiento entre las dos
partes, en medio del estancamiento de las conversaciones iniciadas en Barbados
en 2019, y en México entre 2021 y 2022.
En
ausencia de avance en las conversaciones entre las partes, el gobierno de Biden
optó por una vía más directa. La crisis migratoria los obligó a retomar el
tema, porque ya no se trataba solo de las repercusiones para gobiernos
regionales en manos del Partido Republicano, sino que el flujo masivo de
inmigrantes estaba afectando también a gobiernos demócratas gracias a la
estrategia republicana de traslado de inmigrantes a ciudades bajo su
jurisdicción.
En
este contexto se produjo un nuevo intercambio de presos entre los dos
gobiernos, reavivando el amplio rechazo entre la opinión pública venezolana de
la política de la administración de Biden hacia Maduro. El canje de diez presos
de nacionalidad estadounidense por Alex
Saab, un empresario colombo-venezolano procesado por una serie de delitos
por la administración de justicia de los EE. UU., fue el producto de una
negociación paralela a la de Barbados bajo la mediación del
ministerio de Relaciones Exteriores del gobierno de Qatar.
Este
nuevo episodio ha permitido observar un cambio cualitativo que pudiera llegar a
ser crucial de cara a los retos electorales que enfrentará la oposición
venezolana en 2024. Luego de la elección primaria opositora este pasado
octubre, el deseo
de cambio por el que votaron más de dos millones de venezolanos
pareciera estar tomando forma en el liderazgo refrendado por el resultado de la
elección. A diferencia de las críticas por
la liberación de los sobrinos políticos de Nicolás Maduro, la candidata
presidencial de la oposición, María Corina Machado, en un comunicado emitido
a propósito de esta transacción, señaló que la medida se inscribe en el proceso
de construcción de una ruta cívica que conduzca hacia una solución electoral de
la crisis política venezolana.
La
transición de Machado de aspirante a líder con proposiciones políticas sin
concesiones a una líder con posiciones más moderadas (o cautelosas) no debería
pasar desapercibida. Un primer indicio en el cambio de estrategia de Machado,
que no siempre respaldó acudir
a las urnas, fue su participación en la elección primaria. Un giro que, sin
embargo, no ha sido suficiente para zanjar las diferencias en el seno de
la oposición.
La otra señal ha sido su aproximación al proceso de negociación, que incluso
poco antes de las primarias seguía siendo objeto de duras críticas de
su parte; ahora se lo plantea como un escenario más dentro de un amplio
programa político que ha venido desarrollando en
los últimos dos años.
Las
acciones señaladas se inscriben dentro de lo que Machado ha descrito como
“el nuevo despertar” de Venezuela. Desde esta aproximación, la candidata
opositora reconoce que la vía electoral está llena de incertidumbre y
obstáculos, asumiendo la participación en el proceso político desde una postura
más pragmática, lejos de su acostumbrada demanda sobre la salida incondicional
de Maduro.
La
ventana de oportunidad que se le presenta a la oposición en este tramo de la
crisis política venezolana puede ser muy pequeña si no se aprovecha para
adoptar una estrategia unitaria y efectiva de mediano plazo. Luego de la
elección primaria, Machado reconoce que ha recibido un mandato. Es posible que
el reto no se limite solamente a enfrentar las amenazas desde el chavismo y sus
esfuerzos por impedir que participe en las elecciones presidenciales de 2024
con la inhabilitación política en su contra. Un primer desafío será vencer a
las fuerzas opositoras que se han devorado a sus líderes, antes que el propio
chavismo. Convencer al país que votó por Machado, y en contra de un liderazgo
político al que considera incapaz de enfrentar al chavismo, de que se trata de
una estrategia de largo aliento tiene sus riesgos en este escenario.
Lo que
se está planteando es un cambio cualitativo que pudiera llevar a un
replanteamiento estratégico, que, de concretarse con la ampliación de las
fuerzas políticas respaldando a Machado, sería la amenaza más seria que se le
ha presentado a Nicolás Maduro en los últimos años.
MARÍA
ISABEL PUERTA RIERA
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