Fernando Mires 10 de enero de 2024
@FernandoMiresOl
A
propósito de un artículo del escritor español Javier Cercas
Imposible
para alguien que ha dedicado gran parte de una ya larga vida a enseñar y a
escribir sobre teoría política, estar de acuerdo con el muy divulgado artículo
del novelista Javier Cercas Un llamamiento a la rebelión .
Puedo compartir sus intenciones, puedo comprender sus indignaciones, y de
hecho, las comparto. Lo que no puedo es compartir sus argumentaciones, ni de
punta ni de a cabo. Ni de punta, porque comienza mal ni de a cabo porque
termina peor.
Por cierto, sería injusto exigir a un escritor de novelas rigurosidad politológica; algo así como exigir a un politólogo dar curso literario a sus emociones personales en textos académicos. El problema es que Cercas escribe sobre política usando términos politológicos. El principal, calificar como anti-política la ley de amnistía que vendió Pedro Sánchez a los independistas españoles a cambio de ser investido de un modo muy anti-estético (es decir muy feo) como presidente de España.
¿Por
qué antipolítico? Para responder a esta pregunta, lo primero que tenemos que
definir es a la política. ¿Qué es la política? Si recurrimos a Kant nos
dirá que política es gobernar de acuerdo a la Constitución. Si preguntamos a
Maquiavelo, nos dirá que política es el arte de someter al adversario a nuestra
voluntad. Si preguntamos a Clausewitz, nos dirá que política es la antecesión
de la guerra por otros medios. Si preguntamos a Schmitt nos dirá que política
es el antagonismo que se da entre amigos y enemigos. Si preguntamos a Weber nos
dirá que política es lucha por el poder.
Ahora,
si aplicamos todas las afirmaciones de los "clásicos" a los
procedimientos llevados a cabo por Sánchez para continuar gobernando, veremos
que todos han sido políticos. La verdad, no veo lo anti-político por ningún
lado. Para Cercas, en cambio, Sánchez ha atentado en contra de la política -eso
es la anti-política- porque no ha procedido de modo ético. Por cierto, acepta,
repitiendo a Kant sin citarlo, que la política y la ética nunca se han llevado
bien, pero según su impresión (con la que estoy de acuerdo) Sánchez habría
actuado en contra de la ética vigente en España de un modo radicalmente poco
ético. Aquí debo remarcar, ética vigente en España.
Cercas
no se refiere a una ética de los mandamientos religiosos, sino a la que
proviene de las costumbres y de las tradiciones españolas, no de Japón u
Honduras. Es decir, a una ética nacionalmente acordada por gran parte de la
ciudadanía, de acuerdo a la historia de su país. De su país, no de otros.
Para
poner un ejemplo, en Alemania montar una alianza entre socialistas y
conservadores socialcristianos (quienes se parecen mucho al PP) no solo sería
perfectamente posible, sino algo completamente normal. No así en España.
Incluso, para no pocos españoles, una alianza de ese tipo sería poco ético,
tanto es así que los dos grandes partidos prefieren aliarse con partidos
extremistas de baja votación antes que unirse entre ellos. Al revés, en
Alemania, si la socialdemocracia formara gobierno nacional con la Linke,
de acuerdo al pasado de ese país, sería visto como una violación a la ética
imperante.
¿Qué
queremos decir con estos ejemplos? Dos cosas. La primera, no existe una ética
universal, válida para todo tiempo y lugar, pues lo que es ético hoy y aquí, no
lo es ayer y allá. La segunda, hay una ética que proviene de la
constitución y hay una ética que proviene de la tradición (o para
decirlo con Montesquieu, de las costumbres) y en política la determinante es,
como hemos dicho, la primera. Ahondemos entonces sobre la segunda.
Para
poner un ejemplo banal (a veces hay que hacerlo) no hay ningunas ley, ningún
mandato constitucional que obligue a saludar al vecino. Pero hacerlo es ético,
pues es un gesto que proviene de las buenas costumbres. Aunque dicho muy entre
nosotros, si yo fuera español y mi vecino fuese Abascal, Puigdemont o Monedero,
cada vez que me cruzara con alguno de ellos trataría de mirar para otro lado a
fin de no saludarlos. Pero si además de no saludarlos les propinara un insulto,
habría en ese caso faltado a la ley, y por tanto yo debería, y con mucha razón,
ser penado. Con esa banalidad quiero decir que hay una ética de las
costumbres y una ética de las leyes, y eso ya no es banal.
El
mismo Cercas se asombra de que muchos parlamentarios socialistas no están de
acuerdo en lo personal con la ley de amnistía, pero cuando llegó el momento,
votaron a favor. Lo que Cercas no entiende es que las preferencias personales
no son las mismas que las políticas. Afortunadamente, pienso yo. Si no fuera
así, cada votación interparlamentaria se convertiría en una batahola. O dicho
en palabras más doctas: la ética política no se deduce ni de la ética
costumbrista ni de la personal o privada. Algo que sabía muy bien
Hannah Arendt -a quien nadie podría acusar de falta de ética- cuando afirmaba
que la mentira suele ser un medio de la política pues el objetivo de la
política no es descubrir la verdad sino imponer posiciones al adversario sin
recurrir a la violencia.
En el
caso de Sánchez, definitivamente el sujeto faltó a la ética derivada de las
costumbres y de la tradición. Pero, guste o no, no faltó a la ética
constitucional, hasta el punto de haber enviado por propia iniciativa el
proyecto de ley a las cortes de la UE para que allí fuese examinado. En otras
palabras: su proceder se ajustó a las leyes vigentes en su país y por lo mismo,
no puede ser acusado de antipolítico.
Por
supuesto, no todo lo constitucional es político, pero -y este es el punto- todo
lo político, al menos en una democracia, debe ser constitucional o no ser.
Tienen
razón en consecuencia juristas españoles al opinar que la ley de amnistía no es
anti-constitucional, pero sí es anti-normativa, pues ha faltado a la norma. No
obstante, lo mismo se podría argumentar con respecto a la alianza de gobierno
entre PSOE y Podemos. Para muchos, llevar al gobierno a una tropa gritona de
extremistas, algunos financiados por el venezolano Chávez, agitadores
disolutivos y anti-estatales, fue un asalto a la normatividad imperante. Pero
no fue un desacato a la Constitución Política. Tampoco fue una decisión
anti- política. No por último, al igual que los de Podemos, los parlamentarios
independentistas que negociaron sus votos con Sánchez, eran personas electoral
y constitucionalmente acreditadas.
Por
cierto, la normatividad es importante, pero no es determinante. En
tiempos que no son normales -y los que vivimos no lo son- no solo España,
varios gobiernos y partidos europeos (Austria, Holanda, países escandinavos)
han realizado pactos anti-normativos con partidos de extrema derecha
considerados hasta hace poco como parias antipolíticos. Son los tiempos que
vivimos.
Tampoco
es anti-político el llamado de Javier Cercas a la rebelión. Sobre todo no lo es
porque no se trata de ninguna rebelión. En el hecho, Cercas se declara anti-sistema
-a lo Milei- pero solo para llamar a votar en blanco, lo que es su derecho,
tanto personal como político. Muchos incluso lo hemos ejercido en algunas
ocasiones cuando tenemos que elegir entre un representante de la peste y un
representante del cólera (por así decirlo), y lo hemos hecho de acuerdo a la
Constitución y las Leyes, sin asumir poses heroicas ni editar publicaciones
épicas.
Rebelión
anti-política -y ahí voy- significa pronunciarse en contra de las instituciones
políticas, o contra uno de los tres poderes del estado. Anti-políticos son,
sigamos con ejemplos, Erdogan, Orbán y Netanyahu en sus proyectos destinados a
convertir el poder judicial en un brazo del poder ejecutivo. Antipolíticos son
Putin y Maduro, cuando inhabilitan a partidos y personas opositoras.
Antipolítico fue Trump cuando llamó a una insurrección en contra del gobierno
que todavía ejercía y a ocupar el Capitolio, sitio de la discusión y de las
leyes. Sánchez, no. Díganle hijo de la santa, inmoral, pistolero (Pérez-Reverte
dixit), díganle todo lo que quieran. Pero anti-político, no. No lo es.
Texto
de referencia - Javier
Cercas - UN LLAMAMIENTO A LA REBELIÓN
Fernando
Mires
@FernandoMiresOl
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