Por Wolfgang Gil Lugo
“La demagogia es la capacidad
de vestir las ideas menores con las palabras mayores”
Abraham Lincoln
Aristófanes (Atenas, 444 a.
C.- 385 a. C.) fue el más grande comediógrafo de la antigüedad. La obra de
Aristófanes destaca por ridiculizar, con mucha gracia, las costumbres de sus
contemporáneos, pero más allá de eso fue un crítico de la cultura, y, sobre
todo de la política.
En sus comedias denunció los
males que llevarían a la democracia ateniense a la decadencia. Con perspicacia
se dio cuenta cómo la demagogia es la enfermedad que corrompe la democracia, y
cómo luego se convierte en tiranía.
En la comedia Las aves,
nos describe el proceso de decadencia política. Para llevarla a cabo, asume una
estrategia indirecta. Aunque muy consciente de su realidad, Aristófanes no
ataca frontalmente a la política de su ciudad. Muestra su rechazo apelando a
una solución utópica, la cual utiliza en forma humorística.
Las utopías tienen la función
de denunciar las injusticias existentes. Las utopías son sueños, es decir,
constituyen un espacio de la imaginación que permite que el deseo se realice
sin ser reprimido en nombre de la realidad. Hay dos tipos: las serias y las
cómicas. En el caso de las utopías serias, la función es mostrar alguna
potencialidad presente en la sociedad que no se ha podido desarrollar. Tal es
el caso de La república de Platón y la Nueva Atlántida de
Bacon. Ambas muestran cómo sería una sociedad bien ordenada donde la jerarquía
natural no está subordinada a la jerarquía de dominio, es decir, donde la moral
guía a la política para que se cumpla la justicia
distributiva.
En el caso de las utopías
cómicas más bien habría que hablar de distopías. El autor hace una caricatura
de lo que sería el sueño para algún tipo característico de mentalidad. En
los Viajes de Gulliver, Jonathan Swift nos regala una parodia de una
comunidad científica llevada al extremo. Swift describe la ciudad ficticia de
Lagado, famosa por su Gran Academia de Proyectistas, donde se reúnen sabios de
todas las profesiones. Lemuel Gulliver visitó la academia, donde pudo presenciar
experimentos para obtener energía solar de pepinos, crear sedas de araña
resistentes y reducir el lenguaje a un conjunto de sustantivos monosílabos.
Todos los experimentos eran razonablemente coronados con el más absoluto
fracaso, pero eso nunca echó por tierra la reputación de la academia.
Las aves de Aristófanes
también es una utopía cómica. En este caso, la de un candidato a tirano. Las
consecuencias de esta fantasía las llevará el comediógrafo al extremo para
producir un efecto irónico que nos haga reflexionar.
Primera metamorfosis: de
demagogo a pájaro
La comedia nos narra las
aventuras de Pistetero (“persuasivo”, “convincente” o “charlatán”) y Evélpides
(“esperanzado”, “ilusionado” o “crédulo”), quienes abandonan Atenas para buscar
la felicidad fuera de ella, y fundan una ciudad suspendida en el aire. Ambos
emprenden este viaje para encontrar un país libre de conflictos, donde pasar
tranquilamente la vida. Buscan a Tereo, quien fue rey de Tracia antes de ser
transformado en pájaro; por eso es que hay muchas aves que están a su servicio
como esclavos. Cuando lo encuentran, le preguntan si en las comarcas que ha
recorrido volando ha visto alguna ciudad como la que ellos desean.
Tereo enumera una serie de
ciudades, pero ninguna llena las expectativas de este par de buenos para nada.
Aquí tiene lugar un giro. Pistetero le propone a Tereo la construcción de una
ciudad en los aires, con la ventaja de que así podrían gobernar sobre los
hombres. La idea entusiasma al antiguo monarca, especialmente porque Pistetero
le dice que podrá cobrar tributo a esos mismos hombres cuando estos hagan
sacrificios a los dioses, ya que si estos no quisieran pagar, ellos estarían en
condiciones de impedir que el humo de las víctimas atravesase la ciudad, que
estaría ubicada entre el cielo y la tierra.
Aceptada la idea por Tereo de
crear la ciudad, convoca a una asamblea constituyente a la cual acuden las aves
quienes, al ver a los dos humanos, los reciben con desconfianza. Cuando los
pájaros se preparan, en un primer momento, a embestir y despedazar a los
temerarios mortales que han osado penetrar en sus dominios, Tereo logra
calmarlos. Luego, la furia de los animales se transforma en indescriptible
entusiasmo, cuando Pistetero exhibe su plan para devolver a los volátiles el
cetro del mundo, que antes les había pertenecido.
Los dos atenienses son
naturalizados inmediatamente y, por un acto de magia, convertidos en pájaros.
La nueva ciudad es bautizada Nefelecocigia, nombre impronunciable que
significa ‘ciudad de las nubes y los cucos’. La construcción de dicha ciudad se
realiza en un abrir y cerrar de ojos, y a continuación se envían dos
embajadores al cielo y a la tierra a informar sobre la nueva urbe y las
condiciones de los que la gobiernan.
Lo primero que hay que
entender es por qué los dos protagonistas buscan la felicidad fuera de la
ciudad. Para los antiguos, no podía existir felicidad fuera de la ciudad. Por
eso el destierro era considerado una pena más severa que la condena a muerte.
Hay que entender que ese autoexilio no debe ser tomado en sentido literal. Los
dos protagonistas se sienten enfermos por la cultura democrática. La democracia
implica debate y diferencia de opiniones. Las libertades implican desacuerdos.
Esa nueva cultura, la democrática, dio lugar al desarrollo de la retórica como
virtud política, oportunidad que aprovecharon los sofistas para vender sus
mercancías intelectuales.
Es muy significativa la
búsqueda de la felicidad en un mundo de pájaros, es decir, un mundo inferior al
humano. Su propósito evoca la vuelta a la naturaleza de Rousseau, lo cual
supone un agotamiento de la civilización. Los antiguos tenían muy clara la
jerarquía natural: dioses, humanos y bestias. Pistetero y Evélpides quieren un
cambio involutivo, para lo cual debe tener lugar una trasgresión que, en este
caso, toma la forma de la bestialización.
Paradójicamente, a pesar de su
rechazo al mundo de los litigios democráticos, Pistetero posee grandes
aptitudes retóricas. Con dicha elocuencia convence a Tereo, y luego a las aves.
Así descubrimos que Pistetero es un demagogo. Con su elocuencia somete a los
pájaros y los pone a su servicio.
Como decía Abraham Lincoln:
“La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con las palabras
mayores”. Esa capacidad tiene el propósito de conducir al pueblo mediante la
seducción. El demagogo convierte al pueblo en populacho. Como forma política es
la dominación tiránica de la plebe. Su práctica consiste en atraer al pueblo
mediante promesas imposibles, halagos o, simplemente, mediante el engaño, para conseguir
o mantenerse en el poder.
El demagogo vino a ser el tipo
de político irresponsable que explota las necesidades fomentando los instintos
y los vicios de la multitud para erigirse en amo. El mismo Aristófanes colaboró
a establecer el significado del término en su obra Los caballeros.
Una vez que Pistetero ha
convencido a las aves de crear un reino, les ordena intervenir en el espacio
intermedio entre hombres y dioses. Así crean un bloqueo entre el mudo humano y
el mundo divino.
Segunda Metamorfosis: de
pájaro a tirano
Pistetero hace realidad el
sueño de cometer dos transgresiones más: someter a los humanos con sus
promesas, y a los dioses con sus estratagemas: dos formas extremas de soberbia.
Cuando la diosa Iris atraviesa
el cielo es atrapada por los pájaros. Iris tiene que retirarse mal parada,
oyendo de boca de Pistetero, que no hay más dioses que las aves, y que el paso
a través de la nueva ciudad queda prohibido, hasta nueva orden, a las
divinidades olímpicas.
Los hombres, en la Tierra,
decretan una corona de oro al fundador de Nefelecocigia. Las aves se han puesto
de moda y hacen tal furor en Atenas, donde una multitud pide alas y plumajes.
Camino del Olimpo llega
Prometeo, quien revela a Pistetero el hambre canina que aflige a los dioses,
puesto que desde la fundación de Nefelecocigia, ningún mortal ofrece ya
sacrificios a los dioses y no sube hasta ellos el humo de las víctimas.
Prometeo le asegura que pronto
Zeus le enviará una embajada a Pistetero; pero que él no debe pactar mientras
el rey de los dioses no restituya el cetro a las aves y no le dé por esposa a
una hermosa doncella llamada Soberanía. Pistetero no duda de lo que Prometeo le
comunica ya que este siempre ha querido a los hombres. No en balde les regaló
el fuego.
Prometeo se retira con todo
tipo de precauciones para no ser visto por Zeus. Una embajada, compuesta por
Neptuno, Hércules y por el dios bárbaro Tribalo, presenta por fin sus
proposiciones a las aves y se estipula la paz: se pacta el paso libre por
Nefelecocigia. Pistetero exige como condición que Zeus entregue su cetro a las
aves, y a él, Pistetero, la mano de Soberanía. La comedia concluye con un
jubiloso canto de Himeneo.
Esta es la absurda síntesis de
la comedia: el hombre, que primero se convierte en pájaro, hereda el poder del
mismo Zeus usurpando su reino. Una transgresión llevada al extremo.
Pistetero es un hombre que
combina los rasgos peculiares de un animal con los poderes reservados a un
dios. Logra alcanzar estos poderes a través de sus habilidades políticas, las
cuales le ayudan a persuadir a los pájaros a que persigan a los intrusos de la
nueva ciudad celestial, y también a través de un deseo erótico abrumador, que
lo lleva hasta la cama de la diosa Soberanía y hasta el cetro de Zeus.
Hay que destacar que, por
medio de su matrimonio arreglado, Pistetero se hace soberano en el sentido
eminente del término. Como lo describe Agamben: “Yo, el soberano, que estoy
fuera de la ley, declaro que no hay un fuera de la ley”. (Agamben,
Giorgio: Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida. Valencia,
Pre-Textos, 1998, p. 27). El soberano impone la ley y no está sometido a
ninguna ley. De esa forma es el dueño de las vidas de todos sus súbditos.
Cuando el crimen sí paga
Las aves es la
realización del sueño del tirano. Según Freud, los sueños son proyecciones de
deseos. Aristófanes da rienda suelta al inconsciente de un hambriento de poder.
Nos describe cómo se bestializa, vale decir, cómo ocupa un lugar intermedio
entre lo humano y lo animal. Luego vemos cómo su nueva condición le permite
ocupar el lugar intermedio entre humano y dios.
Esta comedia tiene mucho de
fantasía del superhombre nietzscheano. Gracias al diálogo platónico
en Gorgias conocemos a Calicles, un discípulo del sofista Gorgias de
Leontini. En Calicles se da la combinación tóxica de cultivo de la elocuencia,
desprecio por la democracia y ambiciones de convertirse en déspota. Si
conjeturamos cómo pudo haber sido su sueño megalómano, llegaríamos a vislumbrar
algo muy similar a Las aves.
Aristófanes nos presenta un
final obsceno. El protagonista no sufre la némesis o castigo de los
dioses, por su soberbia, hybris. La estrategia de Aristófanes recuerda a
la comedia La ópera de tres centavos de Brecht, donde un pillo
simpático también se sale con la suya. Brecht, al igual que Aristófanes, busca
este distanciamiento para despertar en el espectador un espíritu crítico. Ambos
dramaturgos usan el humor y la ironía para alertar a la sociedad del abismo que
le amenaza.
11-08-17
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