Juan Guerrero 30 de agosto de 2019
@camilodeasis
La
primera vez que en mi vida escuché la palabra yanqui fue en el Maracaibo de
principios de los años ‘60s., cuando mi hermano Miguel Ángel me acompañó a
cortarme el pelo. Le dijo al barbero que me cortara al estilo yanqui.
Era
la moda del momento y yo, con no más de siete años, con grandes orejas y más tímido
que conejo en monte, sólo escuchaba la conversación entre el barbero y mi
hermano. –Le cortáis al ras por los lados. Lo más cortico posible, y le dejáis
sólo un poquito de pelo en la pollina, -escuchaba que le decía Miguel al
barbero. –Pero si el barbero soy yo, chico. –Además, va a quedar bien bonito
como dejan a los yanquis. –Mirá que ahora los adecos
(accióndemocratistas/comunistas) les dicen pitiyanquis.
Esa
palabra se me grabó para toda la vida y fue adquiriendo contenido político a
medida que crecía e iba escuchando las conversaciones de familiares y
conocidos, quienes la usaban como expresión despectiva, casi de ofensa y
rechazo, para quienes manifestaban simpatías por todo lo que significaba el
Estado norteamericano y costumbres de su sociedad.
Con
los años supe que fue en Puerto Rico, entre la juventud que rechazaba la
anexión de la isla a USA, quienes la generaron (del francés petit, pequeño, y
yankee) y en Venezuela, la dio a conocer en sus escritos, Mario Briceño
Iragorry.
Por
varias décadas este término ha sido usado para aislar social y políticamente a
quienes manifiestan simpatías por la vida y costumbres norteamericanas.
Identificando a las personas como capitalistas, políticamente de derecha y en
la generalidad de los casos, culpándolas como despreciativas de lo
latinoamericano y específicamente, venezolano.
Con
esa carga de desprecio y casi humillación ha tenido que vivir parte de una
población que se educó, muchas veces, a contracorriente entre quienes defendían
la posible invasión yanqui e imposición de todos los valores, principios y
fundamentos de la sociedad anglosajona. Así vivimos durante décadas hasta
finales de los 80s., cuando finalmente se asimiló el concepto y se comenzó a
superar con un sostenido proceso educativo que abrió la sociedad venezolana al
mundo y las nuevas corrientes, tanto ideológico-políticas, como en otras áreas
del conocimiento.
Sin
embargo, esa sombra oscura de pensamiento, resentimiento, desprecio, venganza y
rechazo emotivo-compulsivo se avivó con la llegada al gobierno del Estado del
teniente coronel Hugo Chávez. Este militar-presidente y su grupo, no sólo
asumieron el liderazgo político, económico y financiero, también revivieron
viejos conceptos y términos, como este del que tratamos.
Si
bien ya para inicios del nuevo siglo el término había sido asimilado por la
sociedad y casi carecía de significación entre las nuevas generaciones,
permanecía latente en el pensamiento y accionar del nuevo liderazgo de lo que
se dio en llamar, chavizmo.
Pero
acá he incorporado otra palabra, desinhibida. Ello porque en días pasados leí
en un mensaje por las redes sociales, a un usuario quien le respondía a una muy
apreciada amiga, calificándola como pitiyaqui desinhibida.
Inicialmente
me pareció un tanto ofensivo el término. Incluso crucé con el autor, uno que
otro escrito. Sin embargo, releyendo los mensajes reflexioné y encontré
gracioso el sentido de semejante frase. Mi amiga, en su escrito, manifestaba
abiertamente su apoyo a USA y todo lo que significa la vida, costumbres y
valores de su sociedad. Sobre esto, la otra persona la calificaba, al hacerlo
públicamente, como desinhibida.
Luego
otros usuarios incorporaron nuevos términos que bien pudieran identificar parte
de la situación tan anormal del venezolano de este siglo. Frente a la
intromisión de otros países en la vida del venezolano, unos calificaron a
quienes sienten simpatías por los cubano-castristas, como piticuviches o
piticastristas; otros, a los pro rusos, como pitisoviéticos.
En
fin, que frente a la diatriba política de este nuevo siglo, al final pareciera
que nuestra lengua es la que se enriquece, se agranda y asimila una neo
terminología que hace posible, en su momento, tanto comprender como nominar los
nuevos conceptos que surgen en la cotidianidad de un hablante que aumenta su
visión de su universo idiomático.
Porque
es precisamente en los conflictos y extremos de la vida, donde aparecen las
respuestas y soluciones para superar las tragedias humanas. Bienvenidos estos y
todos y cada uno de los nuevos términos, giros idiomáticos y modismos que
enriquecen nuestro idioma.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico