José Luis Farías 29 de agosto de 2019
@fariasjoseluis
Fastos
y nefastos:
La
acentuación de la tragedia nacional demanda una solución poniendo el acento en
precisar al responsable principal de la misma y dando el respaldo a quien
encarna la alternativa para superarla.
¿Maduro
es el problema?
Así
lo cree la mayoría de los venezolanos de todos los signos políticos,
económicos, sociales, religiosos y culturales. 87,7% según la última encuesta
de IVAD.
Al
igual que en cualquier sociedad en condiciones de severo y generalizado
empobrecimiento producto de la crisis económica, la culpa recae en quien
ostenta el poder. En este caso, en quien lo usurpa.
La
razón de esa culpa es obvia. Maduro es el principal responsable de la
inestabilidad económica, el alto costo de la vida, el desabastecimiento y la
escasez de alimentos y medicinas, el profundo deterioro en los servicios
públicos, la escasez de gasolina y el desempleo.
A
Maduro se debe la diáspora de cientos de miles de familias, ha lanzado como
parias a nuestros hijos por el mundo, ha desarraigado a más de cinco millones
de venezolanos.
La
gente común y corriente identifica a Maduro como el causante absoluto de su
tragedia. Es también la visión de los empresarios, incluidos quienes todavía
medran sobre los escasos recursos del tesoro público en condición de
“enchufados”.
Es
la opinión de los medios de comunicación, así muchos se autocensuren, incluido
Gorrín y compañía.
Las
Iglesias, sin excepción, coinciden con esa apreciación. Unas más zumbadas que
otras en su enfrentamiento frontal a la dictadura pero todas coinciden que
Maduro es el gran problema del país. No es una exageración decir que el repudio
es ecuménico.
El
sentimiento general de la FAN institucional es contra Maduro. Todos lo
condenan. Así griten “leales siempre traidores nunca”. Parece mentira pero el
rechazo a Maduro también está en los generales que se lucran de la explotación
del oro, los diamantes y el coltan. En los jefes de Redi y los Zodi que
contrabandean gasolina. En los uniformados que negocian con las CLAP. En el
“cartel de los soles”. En los que matraquean en las alcabalas. Todos abominan
de él. El mismo Padrino se siente incómodo a su lado.
Las
policías tampoco esconden su repudio a Maduro. Lo saben el gran culpable. Así
lo piensan desde los policías que actúan a conciencia y respetan sus funciones
hasta quienes usan el poder de su uniforme para robar y maltratar ciudadanos.
Incluidos los que ocultan sus rostros con pasamontañas para asesinar y robar.
Nadie lo quiere.
Se
sabe del repudio a Maduro de los miembros de la constituyente cubana. Lo
desprecian. Diosdado es el primero. En el llamado poder moral. En el CNE. Algo
igual sucede con los miembros del TSJ. El propio Maikel tiene agenda propia.
Alrededor
de sesenta gobiernos de los principales países del mundo ven a Maduro como la
causa de los males. El Informe de la Alta Comisionada para los DDHH, Michelle
Bachelet, deja claro su condición de violador de derechos humanos.
Es
también lo que piensa el propio entorno de Maduro. Su núcleo familiar. Los
hijos de la primera combatiente. Los narcosobrinos. La pandilla de los siete.
Los miembros del alto mando militar.
Maduro
convoca el repudio general. Maduro induce el asco colectivo.
Si
Maduro es el problema, ¿Guaidó es la solución?
Su
popularidad así parece indicarlo. Guaidó es actualmente el líder indiscutible
de Venezuela.
Es
muy alto el reconocimiento positivo de la gestión de Guaidó como Presidente de
la Asamblea Nacional (61.3% de la población venezolana, según IVAD). Con un
rechazo muy bajo y al menos el 49,5% de los venezolanos está dispuesto a votar
por él en caso de elecciones presidenciales.
Los
indicadores de opinión pública a favor de Guaidó se han mantenido pese a los
persistentes alaridos interesados de que “va en picada” por haber descendido
unos 5 o 6 puntos de los que había alcanzado durante los días siguientes al 23
de enero cuando decidió asumir la Presidencia encargada de la República
conforme a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución.
Por
lo demás, no es esa disminución lo que llama la atención del “fenómeno Guaidó”,
pues esos descensos son completamente normales en cualquier fenómeno político
luego de pasados los días de la efervescencia inicial, lo que destaca es cómo
se mantiene como líder sin rival alguno. He ahí lo significativo.
La
gente sigue pensando mayoritariamente que Guaidó resultara triunfante en el
enfrentamiento político contra Maduro, de eso modo lo ve el 51,2% de los
venezolanos, 29.5% señala a Nicolás Maduro y un 19.3% no se manifestó al
respecto.
El
origen de la confianza en Guaidó tiene varios elementos que la explican.
Primero
que nada, el coraje demostrado, Guaidó se amarró los pantalones desde un primer
momento y no ha dado señales de quebrarse, pese a los que ven “miedo” en su ida
a Oslo. La gente demanda valentía y él la ha demostrado.
Segundo,
su juventud y la sencillez de su comunicación le han conectado exitosamente con
los ciudadanos también de todo los sectores políticos, económicos, sociales,
religiosos y culturales.
La
propuesta de una ruta: cese de la usurpación, gobierno de transición,
elecciones libres, es un tercer elemento, mantenido con coherencia con los
ajustes necesarios.
Aunque
con altos y bajos, la Unidad concitada por su política es un cuarto factor del
liderazgo de Guaidó. El esfuerzo de la dictadura por dividirnos no ha tenido
éxito
Quinto,
y no por tal menos importante que los anteriores, el inmenso reconocimiento y
apoyo internacional. Un proceso sin antecedentes que la dado una inmensa
fortaleza.
Sin
duda, soplan vientos de cambio. Cada vez más fuertes. El escenario
internacional pesa una enormidad a favor del mismo. Nos toca a los venezolanos,
en especial a los caraqueños, poner la parte que nos corresponde para acelerar
el cese de la usurpación.
Y
por su parte, corresponde a Juan Guaidó la conducción acertada de ese proceso.
Sabemos que siempre hay riesgos que mueven al yerro, pero no hay justificación
para el mismo. Guaidó está obligado a triunfar. El tiempo se acorta …, para
unos y otros.
José
Luís Farías
@fariasjoseluis
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