Américo Martín 18 de agosto de 2019
Jorge
Arreaza, canciller madurista, fue el primero. Dijo que el régimen no se
levantaría de la Mesa de “diálogo” (como la llama la parte representada por él;
o de “negociación y acuerdos”, según prefiere la oposición) aunque tuviera que
bregar con no sé cuántos Donald Trump. Dos días más tarde, Jorge Rodríguez lo
contradijo severamente al anunciar que habían decidió voluntaria y
unilateralmente no asistir a la reunión pautada en Barbados.
Obviamente
afectado por las nuevas sanciones dictadas por el gobierno norteamericano, el
líder chavista expresaba su malestar en forma más bien precaria. Pero
convengamos que no son muchas las opciones del madurismo. Aparte, claro está,
de la que sin duda sería la mejor, la más fácil e incruenta para nuestro
apabullado país; para las dos partes enfrentadas; y para la solidaria comunidad
internacional, cuyo enaltecido protagonismo no tiene precedentes en nuestra
Historia
En
teoría la disyuntiva planteada es Paz o Guerra. Es decir, lo primero es
trabajar por soluciones pacíficas, negociadas o no. En la guerra puede
desembocar un conflicto muy mal e irresponsablemente dirigido, pero los que
deseen tener la suya solo para engarzarla con las de la Independencia o de la
Federación, se cansarán y se irán a las primeras.
Dijo
Erasmo:
La
guerra solo atrae a quienes no la han experimentado. Y agrego: ¿Qué harían los
sabios al tener que combatir con armas, si fallecen de miedo al tener que
hacerlo con palabras? A menos que se piense en Demóstenes, el gran político
ateniense, quien apenas vio avanzar al enemigo arrojó el escudo y salió a
galope, demostrando que era tan mal soldado como excelente orador.
No
creo en guerras que más bien deben y pueden ser conjuradas y me pregunto si sus
más fervientes defensores estarían dispuestos a ocupar las trincheras de mayor
riesgo. Sería el apocalipsis para un pueblo diezmado hasta lo último debido al
infinito fracaso de una revolución que prometía el mar de la felicidad.
Si a
las primeras sueltan su escudo como Demóstenes y se echan a correr, sabremos la
diferencia entre la guerra y las chácharas a la distancia sobre ella. Debemos
tomar estos pueriles alardes como muestras de la irracionalidad que mancha las
decisiones estratégicas
El
”Voy al diálogo y me levanto de la Mesa” de Arreaza y Rodríguez sugiere que no
todos desean desasirse de la negociación. Si para derrotar al ejército de EEUU,
la alternativa de la que disponen es el heroísmo de Páez y Cedeño “primeras
lanzas del mundo y de Venezuela”, ya podemos imaginar que la fórmula no pasará
del gesto.
No nos
engañemos. La oposición ganará si las elecciones son convocadas en el marco de
la negociación aquí mencionada. Pero la alternancia no tiene que ser una
catástrofe para el perdedor, cuyos derechos serán respetados. La democracia no
confunde justicia con venganza, desgraciado error que nos condenaría a una
espiral interminable que será decapitada 1. Por la Constitución cuyas normas
valen para mayorías y minorías 2. Por la Comunidad Internacional que, al
solidarizarse con la democracia, no podría ahora desdecirse; y 3. Por la
Oposición, consciente de que su lucha no puede traicionarse a sí misma en un
vergonzoso cambio para que nada cambie.
Pero
subsiste el miedo a contarse, cuyo sonsonete podría –él sí– arrastrarnos a
sombríos fatalismos. Amenazan a la AN y casi inmediatamente retroceden. Pero la
escalada represiva no cesa. Los diputados José Guerra, Tomás Guanipa, Rafael
Guzmán y Pablo García, nos recuerdan que la boa constrictora no duerme cuando
tiene hambre
Américo
Martín
@AmericoMartin
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