Juan Guerrero 22 de agosto de 2019
@camilodeasis
Es
importante reflexionar sobre los tiempos del poschavizmo. Porque eso,
inevitablemente, va a ocurrir. Por lo tanto, no será suficiente con derrotar
políticamente semejante fenómeno amoral. Es preciso garantizar que su
sobrevivencia esté por siempre bajo el control ciudadano y las leyes de la
república.
Pero
ello no basta. Para desplazar al chavizmo habrá que deslastrar a gran parte de
una población parasitaria acostumbrada a medrar adherida al Estado.
Principalmente el estamento militar y todo lo que ello ha significado en estos
últimos 20 años donde ha participado directamente de la ruina de la nación.
Lo
imprescindible, lo urgente y de inmediata aplicación será el cambio de
paradigma. Dejar atrás la mentalidad militarista y el militarismo militante y
regresar a la huella trazada por el pensamiento más puro de la civilidad,
encarnado en el hacer civilista de venezolanos, como Juan Germán Roscio, Andrés
Bello, Simón Rodríguez, Juan Vicente González, Fermín Toro, Teresa de la Parra,
José María Vargas, Uslar Pietri, Argelia Laya, Cecilio Acosta, Rómulo Gallegos,
Mariano Picón Salas, Prieto Figueroa, María Teresa Castillo, Luis Castro Leiva,
Jacinto Convit, entre otros.
En
ellos y en cientos de prohombres de nuestra cultura se condensa el pensamiento
de la civilidad, de la venezolanía y del ser ancestral de lo que fuimos, somos
y seguiremos siendo: la presencia activa de la consciencia cívica que es
progreso, libertad y fomento de los valores, principios y tradición de una
sociedad democrática.
Ese
ha de ser el más duro desafío que el liderazgo nacional debe encarar. Porque la
propia existencia del Estado venezolano está indisolublemente determinado por
tres grandes huellas: religión, historia e idioma. Eso significa la propia
trascendencia del ser cultural venezolano. Habrá entonces que trazar un proceso
educativo-pedagógico estricto, directivo, que acentúe la práctica de la
libertad y defensa de la democracia, siguiendo las huellas de nuestros
principales pedagogos.
Educar
a la población en valores y principios del convivir, compartir, hacer para
luego, ser y después, tener. No existe otra manera de garantizar el bienestar
de una sociedad que aquella donde el Estado se reduce, descentraliza y reconoce
al ciudadano como sujeto cultural e histórico, cuya independencia de
pensamiento debe ser respetada, garantizada y protegida.
Deslastrarnos
del mundo primitivo de las charreteras, cachuchas y chapas, ciertamente que
será un arduo y difícil trabajo. Devolver a sus recintos naturales, cuarteles,
a quienes han estado desnaturalizando su función primordial, la defensa del
ciudadano, ciertamente que implicará la toma de decisiones duras,
ejemplarizantes y dolorosas. Pero eso habrá que hacerlo para privilegiar la
consciencia cívica y la civilidad en la sociedad venezolana.
Ya
en otros escritos he indicado que dejar atrás las figuras que han representado
la imagen del Estado y la sociedad, como modelos de ciudadanos, comenzando por el
Simón Bolívar militar, es tarea para quienes asuman el liderazgo de una nueva y
diferente sociedad.
La
sociedad venezolana del siglo XXI debe dejar atrás de una vez por todas esos
modelos de venezolanos vinculados con las armas, la violencia, y la obediencia
y temor por la amenaza de voces graves, autoritarias y arbitrarias.
Este
siglo XXI es el tiempo que debe estar marcado por la presencia activa en el
pensamiento del humanismo universal de Andrés Bello. Su defensa absoluta por el
español de América y todo lo que ello representa como alma del ser civilista
latinoamericano.
Dejemos
descansar a quienes lucharon, con sangre, sudor y lágrimas para darnos la
libertad de una nación. Ahora es el tiempo de la libertad del pensamiento, del
hacer ciudadano. No podemos seguir viviendo de batalla en batalla hasta
banalizar todo y terminar en la ridiculez de la batalla por una caja de
alimentos o de unas elecciones.
Creo
que el pensamiento del bolivarianismo ya no da para más. Eso es así porque no
se puede construir la modernidad de una nación y menos, la actualización de una
sociedad, anclados en el pensamiento del siglo XIX.
El
país cultural debe resistir y persistir en la construcción de un venezolano
adaptado a las realidades cambiantes de estos tiempos. Es imprescindible que la
academia, la intelectualidad y los artistas y hombres de bien, sigamos
resistiendo hasta lograr superar este ostracismo donde nos han obligado a
sobrevivir.
Frente
a esta realidad hay que responder desde la orientación académica, pedagógica
que siempre encuentra la salida adecuada para imponer soluciones y superar el
horror que significa vivir en la Venezuela donde el régimen totalitario
arremete constantemente contra todo indicio de inteligencia y profesionalismo
de quienes buscamos adecentar la práctica de la libertad, normalidad y
solidaridad democrática.
Los
tiempos que se acercan son de mucho esfuerzo, más sacrificio y duras, muy duras
decisiones. Pero la mentalidad parasitaria hay que deslastrarla definitivamente
de la cotidianidad del venezolano. No tengamos temor a este nuevo ciudadano, a
este nuevo venezolano.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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