Daniel Gómez 18 de agosto de 2019
@alnaviocom
Hoy la
Arepera Caracas es un moderno restaurante ubicado en el Centro Comercial
Carrefour de Añaza, en Tenerife, Canarias. Hace 53 años era un local perdido en
las callejuelas de la capital tinerfeña que consiguió sus primeros clientes
gracias al buen olor de sus arepas, asadas. La familia que lo ha gestionado
todo este tiempo cuenta al diario ALnavío su historia.
Tres
generaciones de canarios dirigen la Arepera Caracas, la más antigua
de Canarias, de España, y la más antigua que se ha
abierto nunca fuera de Venezuela.
La
historia se la cuentan a ALnavío la familia Vera-Linares.
La fundadora. Y se la cuentan las tres generaciones: Antonia, de 80
años, que junto a su marido Eugenio, ya fallecido, fue la pionera;
su hija Beatriz, de 60 años, y madre de Jesús, quien,
con 34 años, está ahora a cargo del negocio.
Todo
comenzó hace 65 años en Venezuela, hacia donde Antonia y Eugenio, canarios,
migraron en busca de oportunidades. No se conocían de antes. Se conocieron
allá, y allá formaron una familia y un primer negocio: una quincalla, una
especie de bazar en el que vendían juguetes, ropa, telas, utensilios...
“Fuimos
allá a ganarnos la vida”, cuenta la abuela Antonia.
Los
dos niños que tuvieron en Venezuela fueron rubios, de ojos claros, y eso no era
una buena señal. Por aquel entonces en el país latinoamericanos eran comunes
los raptos a críos con rasgos caucásicos. Ese miedo, esa inseguridad, fue lo
que hizo que esta familia regresara a Canarias. Concretamente a Tenerife.
Era
principios de los 60. Si ya de por sí en España escaseaban los productos de
exportación por la dictadura franquista, en las Islas Canarias, un archipiélago
más cercano a África que a Europa, este
aislamiento era todavía más acentuado. Allí ni siquiera sabían lo que era una
pizza. Imaginen entonces una arepa… Pero el matrimonio no tuvo miedo y se lanzó
a la aventura.
Entonces,
al volver de Venezuela, Eugenio se puso a trabajar como camarero en un bar de
un pariente. Tanto trabajaba que se dio cuenta de que tenía más
responsabilidades que el propio dueño y fue en ese momento cuando dijo basta y
se lanzó por su cuenta.
Eugenio,
con habilidad y visión para los negocios de su pasado como comerciante en
Venezuela, y Antonia, conocida por su buena mano en la cocina, se hicieron con
un local ubicado en una callejuela de la capital, Santa Cruz de
Tenerife.
La
zona no era muy transitada, y, de hecho, tenían el antecedente que el negocio
que estaba allí quebró por falta de clientela. Pronto los amigos y conocidos
del matrimonio les dijeron que lo que estaban haciendo era una mala idea. Que
no iban a triunfar. Y se equivocaron. Con los Vera-Linares siempre se
equivocaron.
No
obstante, para triunfar, el matrimonio antes tuvo que resolver un problema. Que
el local que se convirtiera en un sitio concurrido para que no cayera en
desgracia. Entonces a Antonia se le ocurrió lo siguiente.
“Lo
que hacía era cocinar platos que dieran olor y que despertaran la curiosidad de
la gente. Entonces me puse a cocinar arepas asadas y funcionó”, explica la
abuela a este diario.
Y
tanto que funcionó. Poco a poco, atraídos por el olor de las arepas, la gente
comenzó a acudir al local y a pedir de aquello que olía tan bien. Las arepas.
Arepas que gustaban, y gustaban tanto que de repente un día se agotaron.
- No
quedan más, le dijo Eugenio a un cliente, pero pronto pensó: que Antonia, con
los pocos ingredientes que le quedaban, cocinara las arepas fritas porque se
hacen antes y, además, en su opinión, están más ricas.
-Sí
que lo están, dijo el cliente que esperó a la proposición de Eugenio para tomar
su arepa frita.
Así
comenzó la andadura de Arepera Caracas que, abierta el 4 de abril de 1966, es
la más antigua abierta nunca fuera de Venezuela, tal como ha cotejado Jesús.
Hoy la
Arepera Caracas poco se parece a la de entonces. Ni siquiera está en el mismo
sitio. Ahora ocupa un local en el Centro Comercial Carrefour
de Añaza de lo más moderno. En tecnología, nada le tiene que envidar a
un McDonald’s o a un Burger King. Todo esto es
gracias a Jesús, quien emprendió el proceso de modernización del local hasta el
punto de que la Arepera Caracas tiene hasta su propia aplicación para controlar
lo pedidos. Pero para llegar a este punto, todavía queda historia que contar.
Los
productos se los enviaban de Venezuela en baúles
Eugenio
y Antonia fueron unos pioneros, con lo que ello supone. En aquellos tiempos,
los supermercados no vendían harinapan ni ningún tipo de producto venezolanos.
Lo que hacía el matrimonio para conseguirlo era enviar dinero a Venezuela, y a
través de un familiar, en baúles, les mandaban la harina de arepa, y otros
productos como la cerveza Polar y la Zulia. Eso
llevó al matrimonio también a ser pioneros en la exportación de bienes
venezolanos a España.
Uno de
los recuerdos de Beatriz tiene de entonces es ver cómo la gente venía de otras
para llevarse los productos de la arepera de sus padres. “Me acuerdo como
venían a llevarse arepas, hallacas, la salsa guasacaca, porque eran mi padre y
mi madre los únicos que los tenían por Canarias”.
El
matrimonio fue pionero con las arepas, y también con las hallacas. “Recuerdo
una Navidad en la que nos encargaron más de 700 hallacas”, dice Beatriz. Este
plato venezolano, que se envuelve en hoja de platanera, supuso toda una
revolución. La gente no sabía lo que era, ni tampoco sabía como se comía.
Alguno en sus primeros intentos trató de comerse el envoltorio, que es la hoja
de platanera.
No
obstante, el negocio estrella era el de la arepera. Luego de la Arepera
Caracas, se abrieron las puertas y otros locales similares se empezaron a abrir
por la isla y por el archipiélago. Aunque el local de referencia era el de
Eugenio y Antonia. La Billo’s Caracas Boys, una de las orquestas
más famosas de Venezuela e invitada habitual al Carnaval de Santa Cruz
de Tenerife, uno de los más famosos del mundo, siempre se pasaba por la
Arepera Caracas para tomar su arepa. “Venían ellos, los que hacían la
novela Cristal, famosos españoles como Miguel de la
Quadra-Salcedo, expresidentes…”, recuerda la abuela.
Cuenta
Beatriz que sus padres abrieron más areperas por Tenerife. Una que se la
dejaron a unos primos y se llamó La Guaira. Otra que gestionaron
ellos mismos en Candelaria, y que la llamaron Arepera
Caracas II. “Recuerdo un día de la madre, un año después de abrir el local,
que entró tanta gente al restaurante que no dimos abasto”.
La
tercera arepera la abrieron por iniciativa de Beatriz. A principios de los 90,
cuando inauguraron el centro comercial que hoy se conoce como el Carrefour de
Añaza, Beatriz se enamoró de la vida que tenían aquellos grandes almacenes y
decidió que allí quería montar un negocio. Su primera idea era poner una tienda
de ropa, pero pronto su padre la convenció para abrir otra arepera, la Arepera
Caracas III, la única Arepera Caracas que hoy queda en Tenerife.
Cuando
Eugenio se jubiló, decidió traspasar los otros negocios, por lo que el único que
conserva es el del centro comercial. “Mi padre se deshizo los negocios no por
fracasos, sino porque no podía hacerse cargo de todo”.
La
Arepera Caracas sigue viva. Y la salud del negocio marcha viento en popa. Dicen
al diario ALnavío es la constancia, y la calidad de la comida. “Todos los
productos los elaboramos nosotros. El gusto de nuestra comida es lo que nos ha
mantenido donde estamos. Donde seguimos”, apunta Jesús, ahora el guardián de la
arepera más antigua.
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