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lunes, 4 de noviembre de 2019

El nudo gordiano del asunto electoral por @goyosalazar



Por Gregorio Salazar


¿Cuándo confluirán los mundos paralelos en que se desenvuelve la sociedad venezolana y volveremos a ser un solo país? El debate que ha comenzado a tomar cuerpo para la materia electoral es otra clara demostración de los rieles divergentes por los que marchamos sin señales de acuerdo que nos permitan salir de este marasmo.

Hay un punto central en la actuación del régimen respecto del sector opositor hoy mayoría en la AN y que han terminado desbaratando cualquier posibilidad de un diálogo que fructifique en acuerdos. No hablamos, por supuesto, de las negociaciones con la llamada “nueva mesa de diálogo nacional” porque más allá de lo declarativo ese sector de la oposición no cuenta con una fuerza decisoria en el seno de la AN, que es donde deberán concretarse constitucionalmente las iniciativas que surjan del diálogo.

Nos referimos a que quienes se han adueñado y postrado todas las instituciones menos el Legislativo le otorgan un carácter prescindible a la oposición venezolana. Desde el origen del proceso chavista no la consideran un factor necesario para el juego democrático, ni para la vitalidad del sistema y no le concede los mismos derechos constitucionales que ahora han pasado a ser privilegios exclusivos del PSUV y sus aliados.

En las negociaciones de las convenciones colectivas del trabajo, esas que han ido desapareciendo en un país donde paradójicamente dicen que manda un presidente obrero y sindicalista, el diálogo se impulsa por la necesidad que urge a la empresa y sus trabajadores de llegar a acuerdos beneficiosos para ambos actores.

Las partes están conscientes de la interdependencia que rige sus relaciones. La empresa necesita conservar su personal, al que muy probablemente le ha dedicado tiempo y dinero en su capacitación, para mantenerse eficiente y productiva y los trabajadores saben que su permanencia en ella le permitirá devengar los ingresos y beneficios socioeconómicos para ellos y sus familias. Están bajo el mismo techo y sobre el mismo piso y puestos de acuerdo pueden progresar juntos.


El régimen, a pesar de sus aspavientos sobre su carácter dialogante (¡dicen que Maduro ha hecho 600 llamados al diálogo!), se encarga de recordarle a cada paso a la oposición que aquí no habrá alternancia, que eso ha quedado borrado del mapa político venezolano.

La más reciente de esas manifestaciones volvió estar a cargo del inefable capitán Cabello, quien afirmó que la oposición no volverá a gobernar “ni por las buenas ni por las malas”. A su tiempo también lo han dicho Chávez, su hermano Adán, Maduro y una larga lista de conmilitones.

Por supuesto, esa campaña arreciará a la medida que estemos más cerca de un evento electoral como el de las legislativas. Se golpea y golpea el ánimo opositor para convencerlo de que no hay nada que hacer y menos por la vía constitucional electoral, pacífica y democrática. Puestas en escena como esas en la que los diputados rojos pasan de la AN al hemiciclo de la constituyente espuria para allanar inmunidad al diputado Guanipa va en esa línea de provocación.

No sabemos cómo se va a cortar el nudo gordiano que cada vez se aprieta más para la conformación de un nuevo CNE. La facultad constitucional, como es harto sabido, la tiene la AN, pero ya en otras ocasiones el régimen ha echado mano de sus comodines, en este caso el TSJ, para hacer estéril esa competencia de la Asamblea, a la que sigue declarando en desacato. Y mientras más desconfianza genere la unilateralidad y el sesgo sectario de lo que se decida, mejor será para un régimen que sabe que lleva todas las de perder en una medición electoral realizada en buena ley.

¿Puede la oposición dejar de competir por el control del espacio legislativo sobre el cual se soporta la presidencia interina de Guaidó, sus representantes diplomáticos y el control de Citgo y los bonos del Estado? A simple vista sería suicida. Pero es el callejón por donde se empeñará en arrojarla un régimen corrupto e inescrupuloso en lo político y lo administrativo. Guaidó solo, sin el respaldo claro y consciente de la población, no podría enfrentarlo y salir airoso de semejante disyuntiva.

03-11-19




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