Por Gregorio Salazar
¿Cuándo confluirán los
mundos paralelos en que se desenvuelve la sociedad venezolana y volveremos a
ser un solo país? El debate que ha comenzado a tomar cuerpo para la materia
electoral es otra clara demostración de los rieles divergentes por los que
marchamos sin señales de acuerdo que nos permitan salir de este marasmo.
Hay un punto central en la
actuación del régimen respecto del sector opositor hoy mayoría en la AN y que
han terminado desbaratando cualquier posibilidad de un diálogo que fructifique
en acuerdos. No hablamos, por supuesto, de las negociaciones con la llamada
“nueva mesa de diálogo nacional” porque más allá de lo declarativo ese sector
de la oposición no cuenta con una fuerza decisoria en el seno de la AN, que es
donde deberán concretarse constitucionalmente las iniciativas que surjan del
diálogo.
Nos referimos a que quienes
se han adueñado y postrado todas las instituciones menos el Legislativo le
otorgan un carácter prescindible a la oposición venezolana. Desde el origen del
proceso chavista no la consideran un factor necesario para el juego
democrático, ni para la vitalidad del sistema y no le concede los mismos
derechos constitucionales que ahora han pasado a ser privilegios exclusivos del
PSUV y sus aliados.
En las negociaciones de las
convenciones colectivas del trabajo, esas que han ido desapareciendo en un país
donde paradójicamente dicen que manda un presidente obrero y sindicalista, el
diálogo se impulsa por la necesidad que urge a la empresa y sus trabajadores de
llegar a acuerdos beneficiosos para ambos actores.
Las partes están conscientes
de la interdependencia que rige sus relaciones. La empresa necesita
conservar su personal, al que muy probablemente le ha dedicado tiempo y dinero
en su capacitación, para mantenerse eficiente y productiva y los trabajadores
saben que su permanencia en ella le permitirá devengar los ingresos y
beneficios socioeconómicos para ellos y sus familias. Están bajo el mismo techo
y sobre el mismo piso y puestos de acuerdo pueden progresar juntos.
El régimen, a pesar de sus
aspavientos sobre su carácter dialogante (¡dicen que Maduro ha hecho 600
llamados al diálogo!), se encarga de recordarle a cada paso a la oposición que
aquí no habrá alternancia, que eso ha quedado borrado del mapa político
venezolano.
La más reciente de esas
manifestaciones volvió estar a cargo del inefable capitán Cabello, quien afirmó
que la oposición no volverá a gobernar “ni por las buenas ni por las malas”. A
su tiempo también lo han dicho Chávez, su hermano Adán, Maduro y una larga
lista de conmilitones.
Por supuesto, esa campaña
arreciará a la medida que estemos más cerca de un evento electoral como el de
las legislativas. Se golpea y golpea el ánimo opositor para convencerlo de que
no hay nada que hacer y menos por la vía constitucional electoral, pacífica y
democrática. Puestas en escena como esas en la que los diputados rojos pasan de
la AN al hemiciclo de la constituyente espuria para allanar inmunidad al
diputado Guanipa va en esa línea de provocación.
No sabemos cómo se va a
cortar el nudo gordiano que cada vez se aprieta más para la conformación de un
nuevo CNE. La facultad constitucional, como es harto sabido, la tiene la AN,
pero ya en otras ocasiones el régimen ha echado mano de sus comodines, en este
caso el TSJ, para hacer estéril esa competencia de la Asamblea, a la que sigue
declarando en desacato. Y mientras más desconfianza genere la unilateralidad y
el sesgo sectario de lo que se decida, mejor será para un régimen que sabe que
lleva todas las de perder en una medición electoral realizada en buena ley.
¿Puede la oposición dejar de
competir por el control del espacio legislativo sobre el cual se soporta la
presidencia interina de Guaidó, sus representantes diplomáticos y el control de
Citgo y los bonos del Estado? A simple vista sería suicida. Pero es el callejón
por donde se empeñará en arrojarla un régimen corrupto e inescrupuloso en lo
político y lo administrativo. Guaidó solo, sin el respaldo claro y consciente
de la población, no podría enfrentarlo y salir airoso de semejante disyuntiva.
03-11-19
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