Lester Toledo 31 de octubre de 2019
@LesterToledo
Según
el distorsionado imaginario del ególatra y corrupto dictador de Venezuela,
Nicolás Maduro, la crisis humanitaria que el mismo provoco, se resuelve con un
pedazo de pernil. Para él, eso es lo que vale el bienestar de los venezolanos.
Otro
año en el cual Maduro repite la infeliz fórmula, la de los perniles, que a los
únicos que hacen felices es a quienes los negocian y reparten comisiones entre
los cómplices de la corrupción, el resto de la historia ya nos la sabemos y la
hemos visto, los que reparten se quedan con la mejor parte, mientras que el
pueblo hambriento es sometido a inclementes e indignas colas para solo recibir los
pellejos y los huesos.
Una
formula surrealista y tercermundista de pan y circo para silenciar por una
noche, los gritos de dolor y reclamo de todos estos años. Para callar el llanto
de cientos de familias venezolanas cuando pierden un hijo afectado por la
desnutrición, o la muerte de un ser querido por falta de medicinas, o el
reclamo de una comunidad porque no hay electricidad, ni agua, ni gasolina, ni
gas doméstico, o porque el dinero no le alcanza para vivir.
Los
venezolanos no quieren que le regalen comida, lo que en verdad quieren es
alcanzar su libertad. Quieren sentirse libres de poder tener trabajo con un
sueldo digno, quieren comprar lo que quieran porque su sueldo le alcanza para
ello, quieren tener la posibilidad de, que con su propio esfuerzo, comprar una
casa o un carro, quieren que sus hijos puedan ir a una universidad abierta y
digna para estudiar la carrera que deseen, eso es libertad, y eso no se compra
con un pernil.
Lo
del pernil es un insulto a la inteligencia y la dignidad del pueblo venezolano,
una verdadera contradicción ante la realidad desnudada por Cáritas de
Venezuela, que reveló que la desnutrición aguda severa en niños menores de
cinco años se elevó a 100% en 14 estados del país. Además de ser un negoción de
pocos para el cual aprobaron 12 millones de euros. Dinero que en vez de estar
dedicado a salvar vidas, a dotar hospitales o mejorar la infraestructura de
servicios, será empleado para llenar los bolsillos de los corruptos, Maduro y
su entorno incluido, es decir para dar pan por un día a unos pocos, mientras
que el resto seguirá muriendo de mengua.
Lo
que no ha entendido Maduro es que no hay felicidad sin libertad, que la
felicidad no se compra con un pernil ni con una caja CLAP y que la libertad se
logrará con el fin a la usurpación. Porque mientras el usurpador habita en un
ecosistema extremadamente resguardado, lujoso y complaciente, tras unos muros
construidos con ladrillos de corrupción, narcotráfico y muerte, afuera, en la
Venezuela real, nuestros niños agonizan de hambre, los pacientes mueren en los
hospitales porque no hay insumos, el Bolívar sucumbió de tanto golpe y
devaluación, cientos de presos políticos son torturados y sin justicia,
millones de venezolanos se ven forzados a salir por las fronteras, otros tantos
pasan horas y hasta días para surtirse de gasolina, no tienen agua, ni gas
domésticos. Y resulta que ante este viacrucis de males, el infeliz dictador
propone perniles como fórmula de la felicidad, de su felicidad, más no la del
pueblo.
Un
Maduro que decidió ignorar el caos que desata este tipo de medidas populistas,
que en medio de este caos, Alexandra Conopio, una joven venezolana de tan solo
18 años de edad y con cinco meses de embarazo fue asesinada la noche del 31 de
diciembre de 2017 por un efectivo de la Guardia Nacional mientras estaba en
cola a la espera del prometido pernil.
La
libertad ni la felicidad yacen en un pernil, ni en una caja de comida de mala
calidad. Con un pernil no se detiene el éxodo, ni se sacian las necesidades. Un
pernil no hará a los venezolanos más libres ni más felices, el bienestar de un
pueblo, y por ende esa anhelada de felicidad, se da cuando sus ciudadanos
pueden adquirir lo que necesiten sin controles, condiciones ni restricciones,
cuando sus ingresos le alcancen para satisfacer sus necesidades y la de su
familia, cuando se sientan libres de expresarse sin el temor de ser
encarcelados por ello, cuando pueden prosperar y no se vean forzados a buscar
su futuro fuera de las fronteras, cuando sientan de nuevo esperanza, allí está
la felicidad, en sentirse de nuevo libres.
Un
pueblo sometido a más de 20 años de abandono, deterioro, dictadura y miseria,
hoy lo que reclama es libertad, cambiar su realidad, salir de la crisis
humanitaria y ver el fin de esta pesadilla socialista.
La
libertad está en el cese de la usurpación y el fin del socialismo, y hasta
lograr este propósito, no desmayaremos en nuestra lucha por rescatar la
democracia de Venezuela, porque estamos convencidos que rescatando la
democracia, devolveremos la esperanza y la libertad a los venezolanos.
Lester
Toledo
@LesterToledo
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