Ismael Pérez Vigil 29 de octubre de 2022
@Ismael_Perez
El
gobierno ve fácil la elección presidencial del 2024; al menos eso es lo que
piensa, ¡por ahora!, según la infausta frase, de tan nefastos recuerdos. Esta
advertencia de la “facilidad” con la que al parecer el gobierno ve esa
elección, nos debe servir de aldabonazo, para que reaccionemos y salgamos de
esta quietud.
Por su
parte, la oposición parece avanzar lentamente; por momentos lo hace en
círculos, de lado o retrocede; pasó la época en que parecía que avanzaba a
saltos; como por ejemplo, en las elecciones de la Asamblea Nacional de 2015,
pero de eso hace ya casi 7 años; o cuando se formó, en 2019, el Gobierno
Interino y el famoso mantra −Cese a la usurpación, gobierno… etc.– encabezado
por Juan Guaidó, quien fue cayendo en desgracia y pasó de héroe a villano a
velocidad asombrosa y de manera un tanto injusta; hoy se cuestiona y discute su
continuación a partir de enero de 2023; aunque pueda haber razones, seguramente
las hay, llamo la atención a que no es nada raro para un país que, como bien
dijo Tulio Hernández, sufre de “liderofagia” y acostumbra a destruir a sus
lideres. (Liderofagia, por Tulio Hernández, Frontera Viva, 19 junio, 2020
– http://bit.ly/3TyFypC)
Ruta zigzagueante.
Desde
que se anunció la reestructuración de la MUD, que concluyó en la conformación
de la Plataforma Unitaria, en abril de 2021, y en que el CNE volviera a admitir
como partido político a la MUD, para participar en las elecciones regionales de
noviembre de ese año −en la cual la MUD tuvo una muy modesta figuración−, el
otro importante avance fue la participación y victoria en la repetición de las
elecciones de gobernador del Estado Barinas, en enero de 2022. Pero tras esa
fecha volvimos al pesado estancamiento, solamente alterado por el anuncio de la
participación en las elecciones presidenciales de 2024 y el anuncio de la
selección del candidato unitario de la oposición, mediante un proceso de
elección primaria, anhelo de una gran parte del país opositor.
Ahora
nos encontramos esperando la divulgación oficial y formal del Reglamento de esa
elección, a partir del borrador que se filtró a la opinión pública la semana
pasada; esperamos también a que se nombre la Comisión de Primaria, que
organizará y regirá el proceso; y que se determine la fecha para realizar esa
selección del candidato. Mientras tanto, seguimos en esa “quietud” que le da
todo tipo de ventajas al régimen −que no es que necesite muchas−, “quietud” que
nos encierra cada vez más en una especie de círculo neurótico de destrucción.
La semana pasada, cuando comenté el reglamento de primaria que se filtró a la
opinión pública (Reglamento de la Primaria (https://bit.ly/3TkPsLk), comente que
volvería más adelante con el impacto político que tiene el que no se haya
definido aún la fecha para escoger el candidato opositor. Veamos.
Sin
candidato y sin mensaje.
Según
lo ve el venezolano común, el hombre de la calle, el ciudadano acogotado por la
crisis −esa que llamamos “humanitaria compleja”− siente que hay un pesado
retraso o adormecimiento opositor, al que le debemos agregar que estamos
próximos a finalizar otro año, sin pena ni gloria. Si no ponemos remedio, y
luce que ya es tarde, será otro año que, a los ojos del opositor común, se nos
va sin avances significativos en materia política, desde el punto de vista de
la oposición democrática.
Dado
que ya es un hecho decidido que se participará en el proceso electoral de 2024,
es lamentable tener que reconocer que aún no tenemos una opción política clara.
Y me refiero a dos cosas: una, que aún no tenemos un candidato y aún hay dudas
en detalles importantes acerca de cómo lo vamos a seleccionar; y dos, que
tampoco tenemos un mensaje totalmente definido, el que vamos a usar para
entusiasmar a un país que parece drogado y adormecido por la fatiga, el
cansancio, el hastío, la abstención y algo de antipolítica.
Y
conste que cuando hablo de mensaje, no hablo de “programa”, pues bien sabemos
que tenemos uno −que en realidad son varios−, el “Plan País” y que sin duda
cualquiera de sus partes −o versiones− es un completo programa de gobierno,
alternativo y mejor al oprobio en que vivimos. Pero, lo que no está claro es
como convertir ese “programa”, ese o esos “Plan País”, en el mensaje
alternativo, que emocione, entusiasme y motive a la población; y la prueba está
en lo que los entendidos dicen que reflejan las encuestas y se nota en “la
calle” al conversar con la gente: la apatía existente para participar en los
procesos electorales pendientes: la primaria de 2023, las elecciones
presidenciales del 2024 y ni hablar de las elecciones de Asamblea Nacional,
locales y regionales del 2025.
Facilidades
del régimen.
Por
eso me parece que, en este momento, por cómo están las cosas, el régimen no le
falta razón en pensar que lo tiene fácil para el 2024; lo que es toda una
paradoja, pues el apoyo popular al actual gobierno −o a Nicolás Maduro, que
para el caso es lo mismo−, según encuestas, encuestadores y “opinadores”, es
bastante magro, apenas oscila entre el 15% y el 18%; mientras que el deseo de
que haya un cambio político en el país, al parecer se remonta al 80% y el 85%
de los venezolanos. No es una ironía, es la pura realidad, ese escaso margen de
apoyo con que cuenta el régimen, redondeémoslo, generosa y exageradamente, al
20%, luce que será más que suficiente para mantenerse en el poder, también por
la vía electoral. Y digo “también”, pues bien sabemos que el “apoyo popular” no
es la “fuerza” que lo mantiene en el poder.
Factores
políticos y numéricos
Ese
escaso y abultado 20% se ve engrosado hasta el infinito por factores políticos
y numéricos. Numéricamente hablando, el gobierno cuenta además a su favor con
un 30%, como mínimo, de abstención endémica, porcentaje, que ocurra lo que
ocurra, no baja de allí desde 1998, aunque no se le convierta en votos; cuenta
además con un 20 o 25% adicional de abstención, que es producto del desánimo y
el hartazgo de los venezolanos con la política y los partidos; y ahora, según
nos alertó Súmate hace un par de meses, cuenta con un porcentaje que puede
llegar a un tercio del padrón electoral, en el mejor de los casos, que no podrá
ejercer el voto por diversas dificultades: por no estar registrado, por estar
en el exterior sin facilidades para votar, además de las consabidas trampas y
triquiñuelas que bien sabemos que suele hacer el régimen, para dificultar o
desaparecer votos.
Conclusión.
Políticamente
hablando, tal como hoy lucen las cosas, el gobierno cuenta con un partido, el
PSUV, y varios más, que son esencialmente maquinarias electorales y
clientelares; cuenta con un candidato, ya decidido y en campaña y aun cuando no
sepamos a ciencia cierta si el actual candidato oficial repetirá −que es lo más
probable− o si pueda ser cambiado a última o temprana hora, sabemos que, el que
pongan, contará con los recursos y el dinero del Estado para hacer campaña y
movilizar votantes; contará con las instituciones del Estado para tapar sus
marramuncias y defender sus “resultados” en caso de ser necesario; y contará con
una “oposición” hecha a su medida y que le sirve de comparsa y ariete contra la
verdadera oposición.
Allí
están listadas las dificultades y tareas que debe enfrentar la oposición
democrática; no son nada fáciles de enfrentar, pero cuanto más tarde en definir
su liderazgo, su candidato y su mensaje al país, más difíciles serán de vencer.
Ojalá éste y muchos mensajes que circulan en redes sociales no caigan en el
vacío y sirvan para estimular una reacción en el liderazgo opositor de partidos
y sociedad civil
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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